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La lluvia seguía su curso ininterrumpido cuando entré en la cueva. Las gotas, al golpear el techo de piedra, creaban un ritmo relajante que contrastaba con la tensión acumulada en mi interior. La tarde había sido larga y agotadora, llena de los deberes implacables de un rey demonio. Sin embargo, al cruzar el umbral de la cueva, la vista que me recibió fue tan inesperada como cautivadora.

Felix estaba allí, rodeado de los bebés, con una expresión de ternura en su rostro. La forma en que los arrullaba y les cantaba una canción de cuna me sorprendió profundamente. La calidez de su voz y la suavidad de sus movimientos estaban en completa oposición a la frialdad y distancia que había mostrado anteriormente. Me detuve en seco, observando la escena con un asombro que no podía ocultar.

Los bebés dormían pacíficos en sus brazos, sus pequeños cuerpos moviéndose ligeramente con el ritmo de la canción. La imagen era un contraste tan agudo con el conflicto y la tensión que había entre nosotros, que me encontré completamente cautivado por la visión. Felix, con su cara iluminada por una sonrisa serena, parecía encarnar una forma de amor y cuidado que era profundamente humana.

Cuando notó mi presencia, levantó la vista hacia mí. Sus ojos, llenos de una mezcla de amor maternal y devoción, se encontraron con los míos. La mirada que me ofreció estaba cargada de una ternura que me dejó sin palabras. Con una sonrisa que contrastaba con la palidez de sus labios y una calidez que parecía llenar la cueva, me hizo un gesto para que me acercara.

—¿Son idénticos a ti? —preguntó, su tono divertido y afectuoso, mientras me señalaba a los bebés.

Me sentí desconcertado por su comentario y me acerqué lentamente, mi mirada fija en los pequeños. Al observarlos de cerca, me di cuenta de lo que Felix había señalado. Los bebés, con sus pequeñas caras y rasgos delicados, realmente tenían una semejanza notable conmigo. Sus características eran una mezcla de mi apariencia y las de Felix, una fusión que nunca había notado antes. La preocupación constante por asegurarme de que uno de ellos heredara mi linaje puro me había hecho pasar por alto estos detalles.

La revelación me sacudió profundamente. Los bebés, que había considerado principalmente como herederos y objetos de mi preocupación, eran mucho más que eso. Respiraban tranquilamente, tenían sus propios cuerpos, y estaban vivos con sus propias almas. Esta nueva comprensión me hizo sentir una oleada de emociones, algo que había estado tratando de reprimir.

Felix, con su ternura y cuidado hacia los bebés, parecía despertar en mí una serie de sentimientos que no había experimentado antes. La forma en que los arrullaba, la dulzura con la que les hablaba, y la conexión que mostraba con ellos estaba desafiando mi actitud dura y calculadora. La imagen de Felix rodeado por esos pequeños seres inocentes estaba rompiendo la barrera que había levantado alrededor de mis emociones.

—Míralos —dijo Felix con una suavidad que hizo que mi pecho se tensara—. Ellos necesitan nuestro amor. Son seres inocentes que dependen de nosotros para todo.

Sus palabras, y la forma en que se dirigía a los bebés, me hicieron cuestionar mi enfoque anterior. La idea de que los bebés eran simplemente herederos se estaba desmoronando frente a la realidad de su existencia como seres vivos, capaces de sentir y experimentar el mundo.

Mientras observaba la escena, me sentía cada vez más alterado. Mis emociones, antes controladas y reprimidas, comenzaron a salir a la superficie. Los bebés, con sus pequeños cuerpos dormidos y sus suaves respiraciones, estaban desafiando mi concepción de lo que significaba ser un rey demonio. La visión de ellos y el comportamiento amoroso de Felix estaban haciendo que mis sentimientos se volvieran más complejos y confusos.

Felix, al ver mi reacción, continuó con su atención hacia los bebés. Sus movimientos, la forma en que los acariciaba y les hablaba, estaban llenos de una ternura que me desconcertaba. Cada gesto, cada caricia, parecía estar diseñado para fortalecer el vínculo entre ellos y él, y cada uno de esos momentos estaba afectando mi estabilidad emocional.

HOLOCAUSTO // HYUNLIX Donde viven las historias. Descúbrelo ahora