Hawksley

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Me pasé ese fin de semana prácticamente encerrada en mi casa. Y, como no, mis padres se lo pasaron fuera casi todo el tiempo. Tampoco me molestó. Después de la larga charla que había tenido con mi mejor amiga, solo me apetecía encerrarme en mi habitación y no hacer nada. A ver, Azahara no me había dicho nada malo, todo lo contrario, pero necesitaba tiempo para aclararme las ideas.

Hablamos... prácticamente de todo. Al principio había sido una discusión. Que por qué no le había dicho nada, que la había traicionado, que por qué quería seguir ocultándole cosas durante el "verdad o reto"... de alguna manera acabó entrando en razón cuando le expliqué mi punto de vista y le dije que no estaba preparada para asumir que sentía... que sentía cosas por él. Ella me miró como si se me hubiera ido la olla. Que por qué. Que era obvio. Que estábamos hechos el uno por el otro. Al final le dije lo mala persona que era a mis ojos, y creo que lo entendió. No estoy segura. Pero sí que se relajó y empezamos a hablar de lo mierda que era la vida.

Entonces... Entonces ella me dijo algo que nunca olvidaré.

Que todos los humanos tenemos defectos, pero que si conseguimos ver las virtudes, nos daremos cuenta de que estas hacen la luz a la sombra, y que entonces veremos que los humanos somos más que un montón de cosas malas.

Tampoco lo entendí mucho. A Azahara le iba lo de los poetas y las frases bonitas de Pinterest. A mí no, así que me pareció una chorrada. Aunque bueno, sí pillé lo que dijo después: Que estaba a favor de nuestro ship, pero que si Blackwood me hacía alguna capullada gorda, que lo mandara a la mierda y no se hablara más del tema.

Supongo que Azahara contaba que a partir de entonces Blackwood y yo empezáramos a salir. Ella siempre había sido muy romántica, y pensaba que una vez dos personas se besaban, significaba que se gustaban, y eso era suficiente para que empezaran una relación.

La realidad era que eso era mucho más complicado. Porque él seguía sintiendo aversión hacia mí y yo hacia él, por mucho que me atrajera. Intenté decirle que no creía posible llegar a salir con Blackwood, pero ella me dijo que ya nos caeríamos bien y ya saldríamos. Que era cuestión de tiempo.

No sabía si quería creerla.

Por lo tanto, me pasé prácticamente el fin de semana en mi casa. Me puse en el escritorio tres libros que tenía aún por leer, y me dispuse a pasarme las horas leyendo para intentar olvidar un poco el mundo.

Pero luego me desperté el lunes por la mañana, y supe que tendría que volver a enfrentarme a la realidad.

Me desperté, me duché, me vestí y bajé a almorzar. Para mi desgracia, cuando llegué a la cocina, me encontré a papá y a mamá tomándose un café.

Estaban charlando alegremente hasta que yo aparecí en la cocina. Ambos se callaron y, como de costumbre, fruncieron el ceño.

—Ah, ya, la niña sigue aquí —refunfuñó mamá—. ¿Qué quieres ahora?

Apreté los dientes ante su tono.

—Solo venía a por unas tostadas...

—Llévate unas bolsas de galletas y cómetelas por el camino —intervino papá—, así vas más rápido.

Fui a hacer lo que me decían, pero algo dentro de mí me detuvo.

—No. Quiero unas tostadas.

Mis padres compartieron una mirada de asco.

—Niña, coge las galletas y vete.

—Pero quiero unas tostadas —protesté entre dientes.

Allí mi madre se cansó. Dio un golpe en la mesa. Se levantó. Y se puso en plan madre furiosa.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora