Blackwood

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Me quedé mirando el lado por donde Hawksley y Azahara se habían ido con algo de pena en mis ojos. Me sentía culpable. La verdad es que no había hecho nada de eso para fastidiar más a Hawksley, pero sabía que si Azahara no descubría la verdad en ese momento, Hawksley se lo hubiera seguido ocultando y todo eso hubiera acabado en una gran pelea entre las dos. Si Azahara sabía lo que había pasado, no tenía tanto para culpar a la chica, y creí que si las dos eran lo suficientemente listas, sabrían hablarlo y gestionarlo. Intenté hacerle un favor a Hawksley. De alguna manera. A mi rara, retorcida y estúpida manera.

Lo único que deseé fue que Hawksley no me odiara más de lo que ya hacía.

Seguí mirando el rincón por el que se habían ido. Y, la verdad, no parecía que estuvieran discutiendo. Se abrazaban una vez cada un rato y sonreían con algo de pena. Bien... quizás así Hawksley no salía perdiendo. Era extraño... pero algo dentro de mí no quería que le pasara nada.

La pregunta era, ¿por qué quería yo eso?

Asher canceló el juego segundos después, y aunque todos protestaron porque disfrutaron demasiado del drama ajeno, al final se fueron. Y yo me quedé allí, otra vez, solo en mi silla, con la única compañía de mis pensamientos.

Entonces, mirando a esa Hawksley del fondo, me di cuenta de algo.

El plan maestro.

Me metí la mano en el bolsillo y saqué el chip. El chip que pretendía conectar a su móvil para joderle el examen.

El chip que se suponía que iba a hacer que en medio del examen recibiera una llamada, por la cual, la profesora la suspendería. Ese chip me aseguraba la victoria a final de trimestre. Solo hacía falta que Hawksley suspendiera una vez más... y podría demostrarle que aquí el más listo y mejor era yo.

Algo dentro de mí se removió incómodamente de solo pensarlo. Miré el chip. Luego otra vez a Hawksley.

¿Era estúpido o qué me pasaba? Ella me hizo suspender como mecanismo de defensa, porque si no, hubiera suspendido ella. Por mi culpa. Y ahora... lo último que me apetecía era hacerle daño a esa chica.

Miré de nuevo el chip. Y lo decidí.

No pensaba usarlo. Algo dentro de mí... no quería volver a hacerle nada a ese demonio de Hawksley.

Cuando acabó la estúpida fiesta, subí a mi habitación y lo tiré en mi escritorio con fastidio. Luego me puse las manos en la cara y grité. Por muchas veces que me hubiera intentado convencer de que quería ver a Hawksley por los suelos, en el fondo sabía que nada de eso era verdad. No quería... en realidad no quería hacerle daño. Porque quizás había parecido que me daba igual lo que me había dicho Azahara, la amenaza al final del juego sobre que no le hiciera daño a su mejor amiga. En ese momento parecía que apenas me había importado... pero lo había estado pensando. Mucho. Y había llegado a esta conclusión:

Tenía razón. Hawksley... Hawksley era una persona maravillosa. Por mucho que detestara admitirlo, era buena, simpática, sonriente, sensible y amable. Siempre me había fijado solo en sus defectos. Que era orgullosa, testaruda, cabezota. Pero en realidad ella era una persona como cualquier otra, otra chica con virtudes y defectos. Una humana. Y por alguna razón me había convencido de que la odiaba, que era el demonio en persona. Cuando en realidad, todo este tiempo, había sido solo una buena chica hablando con la persona equivocada. Es decir, yo.

Yo, al darme cuenta de que había estado equivocado sobre ella todo este tiempo, no tenía más razones para odiarla. Pero ella sí que las tenía para odiarme a mí. Y muchas.

Era yo el que siempre le había hecho creer que jugaba con ella, el que la fastidiaba cada vez que podía. Era yo el verdadero malo de esta historia.

Y me odiaba por ello.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora