Hawksley

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Mini Maratón 3/3

***

Vi como él dibujaba poco a poco una sonrisa de lado que me decía que su ego iba creciendo. Aun así, ya había empezado a hablar, y no pude seguir conteniéndome.

—Me asquea pensar en ti —empecé a hablar más bajo, notando su aliento en mi cara—. Pero se me hace imposible sacarte de mi mente. Y te odio, pero no puedo dejar de pensar en tu cara, tus palabras, tus acciones, tus labios... —bajé automáticamente la mirada hacia sus labios y contuve la respiración. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, volví a mirarlo a los ojos y le puse una mueca con furia—. ¿Ya estás feliz? Lo he admitido, he admitido lo que siento por ti, ¿ya estás contento?

Él no dijo nada, siguió sonriendo, pero poco a poco su sonrisa empezó a desaparecer. Desgraciadamente, la adrenalina ya estaba en mi cuerpo, así que le volví a poner un dedo en el pecho y caminé hacia él, obligándolo a retroceder.

—Di que estás feliz. Deberías estarlo ¿no? Al final... lo has conseguido. Has conseguido atraerme, ¡felicidades! Tus putos encantos han funcionado conmigo y ahora no soy más que otra niña loca por ti —nos paramos justo delante de mi cama y me puse de puntillas para quedar justo cara a cara—. Ríete. Venga, Blackwood, ríete. La tonta ha caído. Tus encantos han funcionado. Ahora ya puedes burlarte, pasar a otra cosa y olvidarme, ¿no? Ese era tu objetivo, ¿verdad?

Me esperaba burlas, reproches, muchos insultos e incluso sonrisas de suficiencia. Pero ninguna de ellas vino. Y fue entonces cuando me di cuenta.

Tenía a Blackwood a menos de dos dedos de distancia. Su nariz casi tocaba la mía. Su aliento chocaba con mi boca. Y yo quizás quería besarlo. Quizás había sentido esas ganas horribles desde que lo conocí.

Pero él también estaba allí. Mirándome absorto a los ojos. Sin palabras. Y sabía que no estaba pensado en ninguna burla. Tenía los labios entre abiertos y no parecía ni cabreado. Solo... sorprendido. Estaba sorprendido porque lo había confesado todo así de sopetón.

Y ya no parecía el capullo orgulloso. El rey del mundo. De esa manera, sorprendido por todo, parecía incluso... débil. De alguna manera, mi confesión le había bajado las defensas. Y ahora ya no era el capullo gilipollas, ahora tenía cara de niño asustado y perdido.

Entonces, conteniendo la respiración, bajó la mirada hacia mis labios. Y se los quedó mirando un buen rato, así de cerca, sorprendido, absorto...

—Me deseas —susurré de la nada, sorprendida al darme cuenta de ello—. Me deseas tanto como yo te deseo a ti.

Al darse cuenta de lo que había dicho, Blackwood salió de su asombro y se puso recto. Entonces borró la cara de sorpresa, y volvió el gilipollas con el ceño fruncido. El chico débil había desaparecido. Y había vuelto el capullo con las defensas y la guardia alta.

—Eso es mentira —susurró, separándose un poco.

Pero yo volví a acercarme. Y viendo que estaba a la defensiva, le puse una mano en el pecho y sonreí.

—Me deseas muchísimo —susurré— y lo detestas —levanté la barbilla con superioridad—. Admítelo, Blackwood. Te vuelvo loco y no lo soportas.

Él apretó los labios. Fuerte. Muy fuerte. Hasta que explotó.

—Lo odio —susurró muy pausadamente, apartándose un par de pasos—. Me gustas muchísimo, amor, y lo detesto... —me miraba fijamente a los ojos. Y entre dientes, dijo—: Odio pensar siempre en ti. Odio que estés siempre en mi cabeza, porque detesto lo que eres, como eres, y aun así... —apretó los labios y volvió a acercarse.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora