Blackwood

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Era una imbécil.

Cuando me acerqué a su mesa para hacer un grupo con ella, mi única intención había sido preguntarle por la otra noche y disculparme por la intervención del otro día. Pero no. La muy rencorosa había tenido que insultarme de la nada y ponerme de los nervios. ¿Pero qué se creía? ¿Pensaba que era más inteligente que yo? Se hacía la niña lista y empollona, pero era estúpida.

A la hora del patio de ese mismo día, me fui a unas escaleras algo apartadas del bullicio de la gente en medio de la zona. Me senté en ellas, me puse los auriculares, y me encendí un cigarrillo mientras miraba el móvil.

Solo un año. Solo tenía que soportarla un año y luego me iría a Yale y...

Mierda. Ella también quería ir a Yale. No me lo podía creer.

Le di otra calada al cigarrillo. Lo solté lentamente. Cerré los ojos. Y...

—¡Rowan! —escuché de repente.

Me saqué los auriculares y miré hacia arriba con sorpresa, pero fruncí el ceño al ver al estúpido de mi hermano gemelo delante de mí.

—¿Qué quieres, Asher? —murmuré con frustración.

—Te he llamado como cincuenta veces.

—Estaba con los auriculares.

—Pero...

—¿Que qué quieres? —zanjé.

Asher, en silencio, se sentó a mi lado y se estiró hacia atrás.

—He ligado con una chica —cuando miré hacia atrás, vi que tenía una sonrisita de autosuficiencia en los labios—. Se llama Madeline, pero me ha dicho que la llame Maddie —me dio un golpe en el brazo—. ¿Sabes que tú y yo somos los chicos más deseados de todo el instituto? Al final eso de mudarnos tanto va a servir para algo.

—¿Y cómo sabes eso? —pregunté.

—Todas las chicas nos miran.

Sabía que no debería, pero eso me subió un poco la autoestima. Obviamente, era consciente de mi físico. Yo no era feo. Lo sabía y lo aprovechaba. Quizás tenía el ego muy alto, pero, ¿qué podía hacerle?

—¿Es guapa esa Madeline? —pregunté para decir algo. Sabía que mi hermano solo estaba allí porque le daba pena, pero aunque me gustara estar solo, no me venía mal hablar de vez en cuanto.

—Buah, está buenísima —dijo mirando a la nada—. Además, tiene dos amigas que están increíbles. Si quieres le digo a Maddie que cuando tengamos la cita esta tarde se traiga a una amiga, ya sabes, y tú...

—Olvídalo —lo corté—. Dudo que alguien que sea amiga de una persona que acepte salir contigo, quiera alguna vez salir conmigo.

—¿De verdad? —sonrió Asher—. Pues una de sus amigas te está mirando.

—¿Qué? —fruncí el ceño—. ¿Dónde?

Él señaló hacia un lado y yo miré hacia allí. En la otra punta del patio, había unos bancos con cuatro chicas sentadas en ellos. Y me sorprendí al ver que la que me estaba mirando era ni más ni menos que la chica Hawksley. Tenía el ceño fruncido y me miraba con rabia.

Dios, era preciosa.

La odiaba, pero era divertido tocarle las narices. Así que cuando crucé la mirada con ella y la chica no se apartó para hacerse la dura, sonreí de lado con satisfacción. Ella levantó la barbilla. Y yo ensombrecí la mirada, aún sonriéndole.

Ella me sacó el dedo de en medio.

Y yo, lentamente, saqué todo el humo de la boca con los labios muy abiertos, sin dejar de mirarla en ningún momento. Al igual que yo, ella se me quedó mirando embobadamente, con los labios entreabiertos y sin saber qué hacer. Así que volví a darle otra calada al cigarrillo, con mis ojos pegados a los suyos, y solté el aire.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora