La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)

Blackwood

Era la chica más guapa que había visto en mi vida.

—Hola —dije yo, con algo de sorna.

—Hola —sonrió la chica de la fiesta que se acababa de acercar a mí con timidez—. ¿Cómo te llamas?

—Rowan —sonreí—. ¿Y tú?

Ella me sonrió con calidez y dijo:

—Evelyn.

—Qué nombre más bonito, Evelyn.

—El tuyo tampoco está tan mal.

—¿Que no está tan mal? —me reí, relajándome—. Es el nombre más bonito de todos.

Ella se echó a reír.

—Yo creo que te lo tienes muy creído, Rowan.

Me gustaba mi nombre. Pero me gustaba mucho, mucho más cuando lo dijo ella. Cuando salía de sus labios y lo escuchaba con su voz. No creía que jamás pudiera cansarme de escucharlo.

—Y yo creo que eso es una graan mentira, Evelyn.

Ella soltó una risa corta y se apartó un mechón tras la oreja. La verdad es que ella no estaba mal, nada mal. El problema era que no era mucho mi tipo. ¿Vergonzosa, tímida, niña buena? Prefería a las chicas descaradas, atrevidas, que no les importaba la opinión de los demás.

Pero, por culpa del alcohol, por esa chica decidí hacer una excepción.

—¿Quieres beber algo? —pregunté y le ofrecí una botella de al lado.

Yo ya iba borrachísimo, así que apenas pensaba en lo que hacía. Quizás era una mala idea arrastrar a ella a mi desgracia... pero no lo pude evitar.

—Bueno... esque hoy tengo que volver a casa pronto, ¿sabes?

—Bah, por un vaso que te bebas no pasa nada.

—Lo sé, pero esque no soy mucho de beber y no quiero perder el control.

—¿Y te crees que yo sí bebo mucho? —reí—. Evelyn, es el primer vaso de alcohol que me he tomado en mi vida.

—¿En serio? —preguntó, con la mirada brillante.

—Sí.

Ella miró la botella.

—-¿Y no pasará nada si bebo, no?

—Tú solo dime una cosa —me acerqué a ella y me incliné un poco para decir—: ¿Te pongo de la poción mágica del olvido, sí o no?

Ella me miró a los ojos un rato. Fijamente. Muy fijamente. Y mientras se perdía en mi mirada, yo me perdí en la suya, porque... tenía los ojos más bonitos que había visto en mi vida.

Al final, ella sonrió como una niña pequeña y dijo:

—Venga. Por un vaso no pasará nada, ¿no?

Sonreí anchamente y le puse alcohol en su bebida. En realidad, no quería emborracharla. Pero antes había oído que había tenido un mal día, y como en ese momento era estúpido y sentía que el alcohol era la solución a todos los problemas, pensé que ofreciéndole el primer trago de su vida la ayudaría.

Era imbécil. Era un crío gilipollas, estúpido, inmaduro y triste. Que solo jodió las cosas de la peor manera.

Así que empezamos a beber. Primero solo con un inocente vaso.