Hawksley

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Me lo quedé mirando más rato de lo debido. Hacía rato que el chico raro cuyo nombre me daba pereza recordar, se había puesto a coquetear con Azahara en vez de conmigo desde que le había dado calabazas al ver que sus intenciones eran... ¿Cómo decirlo?, de pervertido gilipollas. Azahara, claro, no se había dado cuenta, y como ya había rechazado mi ayuda, no iba a insistirle más.

Así que ahí estaba yo, en unas escaleras mugrosas, de sujetavelas, mientras observaba a un Blackwood borracho ligar con una chica pelirroja cualquiera. Fingí que no me importaba, pero no se me dio muy bien.

Y mucho menos cuando vi que Blackwood le decía algo a la oreja a la chica y los dos empezaron a irse. Me puse alerta enseguida. Incluso les seguí con la mirada al ver que desaparecían tras un pasillo apartado.

—Oye... —empecé a decirle a Azahara, quien no me prestaba atención ni yo la miraba—. Voy... voy un momento al baño.

Con la mirada fija en el pasillo apartado, me levanté y me encaminé hacia el mismo sitio por donde se habían ido Blackwood y la pelirroja. Tragué saliva de camino. No estaba muy segura de si era buena idea... pero ya iba lo suficientemente borracha como para que no me importara.

Así que me metí en el pasillo.

Y allí, en medio de la nada, me quedé parada al encontrar a Blackwood y a la chica besándose intensamente.

Lo normal en una situación así sería que yo me fuera... pero por alguna razón, no me moví. Me quedé allí, mirándoles desde mi posición. Blackwood la cogía por el pelo y la besaba con desesperación. Mientras, yo me quedé mirándolos desde unos metros de distancia como una tonta.

Entonces fue cuando Blackwood abrió los ojos. Y los fijó justo en mí en mitad de la oscuridad del pasillo.

Siguió besándola. Siguió liándose con ella, pero sus ojos miraban los míos fijamente con intensidad. Tenía la cabeza inclinada y aunque la boca estuviera encima de la chica, sus ojos no se despegaron de los míos en ningún momento.

No supe qué hacer. Quizás sí que podría haberme movido, pero no lo hice. Me quedé allí plantada mientras lo observaba haciendo... eso. Mientras él me observaba a mí.

Pensé en irme, en darme la vuelta y largarme, pero no me moví. Y lo peor es que creo que él se dio cuenta porque entonces empezó a sonreír sobre los labios de ella, aún mirándome fijamente como si me tuviera su merced.

Pasó más rato del que me hubiera gustado conmigo allí parada, observando a los dos besarse mientras él me miraba.

Por suerte, al final, él hizo un movimiento brusco, ella abrió los ojos, y vio que él ya los tenía abiertos. Por lo que lo empujó rápidamente y le soltó de sopetón:

—¿Qué te pasa?

Por suerte, la chica estaba de espaldas a mí. Así que no me vio mientras Blackwood hablaba.

—¿Qué pasa?

—Estabas abriendo los ojos.

—¿Y?

—Que dicen que si abres los ojos no sientes nada. ¿Entonces qué coño haces conmigo?

Él no dijo nada. Me miró de reojo, pero rápidamente se acercó a la chica, suspiró pesadamente y le susurró muy, muy flojo que casi no lo oí:

—Joder, mira, lo siento, en serio. Ahora mismo voy muy borracho y no sé qué hago con mi vida. Lo mejor... lo mejor será que no sigamos con esto. ¿Vale? En realidad no busco nada. Perdón por todo esto, no quería darte falsas esperanzas, perdóname —murmuró con una sonrisa triste en los labios.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora