Hawksley & Blackwood

42 8 5
                                    

Hawksley

No sabía si había hecho bien o mal en devolverle su collar, pero lo había hecho. Ya no había vuelta atrás. En realidad, mis acciones no habían sido impulsadas por el remordimiento o la culpa. Me daba igual tenerlo yo. Que se jodiera. Venganzaaa... vale no.

Pero ya me había resistido mucho. Y cunado me dijo que ese diminuto objeto era especial para él... pensé en mi anillo. Mi anillo con forma del infinito, cuyo paradero desconocía. Lo echaba muchísimo de menos, a pesar de que sabía que no lo iba a recuperar.

Era un anillo muy importante para mí. Era un recordatorio de... bueno, que era importante. Y si yo hubiera sido Blackwood, me hubiera gustado tenerlo de vuelta.

Sabía cuán importante eran algunos objetos con valor sentimental.

***

Ya de vuelta, al bajar del autocar, me encaminé directamente hacia mi casa, feliz de que las colonias ya se hubieran acabado. Era demasiado para mí convivir con Blackwood. Tenerlo a tan cerca y tener que reprimir mi tentación de...

Dios, le odiaba todavía más solo por provocar eso en mí.

Así que allí estaba yo, con una feliz sonrisa en mis labios, metiendo la llave en la puerta de mi casa... Cuando descubrí que la puerta ya estaba abierta.

Y la sonrisa se me borró al instante.

Porque eso solo significaba una cosa.

Mis padres habían vuelto.

Mierda.

Cautelosa, abrí la puerta haciendo mucho, mucho ruido. Tanto como me fuera posible. Pero no vi a nadie en casa. Todo estaba desierto, y eso solo me dio más mala espina. Me había pasado eso antes. Muchas otras veces. Así que, con miedo, cerré la puerta tras de mí y, mirando el piso de arriba, grité:

—¡¡¡HOLA!!! ¡¡¡YA HE VUELTO!!!

Pero el silencio volvió, y eso solo me hizo sentir más mal. Cuando no contestaban, significaba que...

Me llevé un alivio enorme cuando entré en el salón y me los encontré allí mirando la tele a todo volumen. Menos mal, no tenía que tragarme otra bronca por interrumpirles haciendo... lo que siempre hacían.

Aun así me incomodó encontrarlos de esa manera en el sofá. Estaba acostumbrada, pero me seguía incomodando. Absortos en la tele, papá estaba sentado como si fuera un rey, sin camiseta y todo relajado, con ambos brazos en los reposabrazos del sofá. Mientras que mamá estaba sentada con las piernas por encima de las suyas y dos copas de vino en la mano.

Frustrada, tuve que gritar otra vez:

—¡HOLA DE NUEVO!

Ambos giraron su cabeza hacia mí y, como siempre, lo primero que hicieron fue fruncir el ceño y poner muecas. Ni siquiera bajaron el volumen de la tele. Primero se miraron entre ellos desconfiadamente, y luego por fin apagaron la tele para que mi madre hablara:

—¿Evelyn? ¿Qué haces aquí?

—¿Pero tú no estabas de colonias? —reprochó mi padre con una mueca.

—Pues sí —dije yo a la defensiva—. Pero hoy volvía.

—Mierda —murmuró mi madre para sí misma. Luego miró a papá y dijo—: Lo calculamos mal.

—¿El qué calculasteis mal? —exigí.

Mamá y papá se miraron una vez. Al final, ambos suspiraron frustradamente, como si fuera la aguafiestas que les jodía la diversión. Se levantaron, y papá maldijo para sí mismo mientras se ponía una camiseta.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora