Evelyn

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Me levanté de la mesa de escritorio en cuanto oí el timbre de mi casa. Incluso aunque me encantara la paz que tenía en la burbuja de mi habitación, notaba como la alegría y la emoción consumían mis venas siempre que estaba a punto de ver a mi preciado grupo de amigas. Por lo tanto, junté todos los papeles desperdigados de la mesa con rapidez, y guardé tales deberes de mates en una carpeta del escritorio.

Papá y mamá se habían vuelto a ir de viaje esa misma mañana, así que dudaba que volviera a subir aquí. Pero me gustaba tener el escritorio organizado igualmente.

El timbre volvió a sonar.

Tras mirarme un segundo en el espejo y arreglarme el pelo levemente, bajé corriendo las escaleras para abrir la puerta de mi casa. Cogí el pomo y la abrí de un golpe con el corazón latiéndome a toda prisa.

Una sonrisa automática se dibujó en mi rostro en cuanto vi a mis tres amigas preciosas en el umbral.

—¿Lo tenéis? —pedí.

Naomi me sonrió maliciosamente y asintió.

—Claro que lo tenemos, guapa.

Azahara, por su parte, empezó a dar saltitos hacia mí hasta que se me abalanzó encima con un abrazo.

—¡¡Qué emoción!!

No pude evitar reírme.

—Recuerda que solo son mascarillas faciales, Aza, no cinco millones de dólares.

—Shh —me siseó ella, poniéndome un dedo en los labios—. A Naomi le ha costado tres horas y mucho de tu dinero encontrar y comprar las mascarillas de esta marca exclusiva. Así que te vas a callar, te vas a poner el potingue en la cara, y mañana, en el baile, las cuatro vamos a ir con la plus parfait cara.

¿Plus parfait? —me reí—. ¿Desde cuándo eres tu francesa?

—Desde que estas mascarillas lo son —señaló con un dedo la bolsa que llevaba Naomi.

—Lo que tú digas —rodé los ojos, sin poder reprimir una sonrisa—. En fin, oye, id al comedor y eso. Mis padres no están, así que somos libres de mirar la tele y estar en sofá, amigas.

La cara de Naomi pareció iluminarse.

—Te lo juro, amo cuando tus padres están fuera —sonrió, antes de acomodarse la bolsa sobre su hombro e irse caminando hacia el salón.

Me quedé mirando cómo desaparecía tras la puerta, porque, sí, también me gustaba cuando no estaban allí. Aunque ella nunca podría entender que el hecho de que estuvieran fuera, por mucho que implicara menos discusiones, también implicaba que nunca tendría unos padres normales. Unos padres que me quisieran. Unos padres que, por una vez en su vida, invirtieran algo de su dinero en mí y me ayudaran a que fuera a la universidad de mis sueños en vez de obligarme a currármelo muchísimo, sabiendo que posiblemente no me darían la beca al ver los fondos de mis padres. Me obligarían a pagar. Y ellos se negarían.

Adiós a la beca. Adiós a Yale. Adiós a mi futuro.

Estuve en mi cabeza un rato, sin poder evitar que mis pensamientos volvieran a ese tema. Así que me quedé allí, mirando esa puerta por donde acababa de pasar una persona que nunca entendería mi situación... hasta que la voz de Azahara me hizo volver a la realidad.

—Te quiero mucho, ¿lo sabes, no? —repitió ella, refiriéndose a todo lo de las mascarillas.

Me giré hacia ella y le sonreí.

—Tú a lo que quieres es a mi dinero —rodé los ojos, aún sujetando la puerta.

—Bah, no te ofendas. Yo necesitaba dinero y tú amigas. Era un buen trato.

La Noche Que Nunca Existió (Enemies-To-Lovers)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora