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Niragi estaba golpeando la puerta con una urgencia que parecía traspasar la madera

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Niragi estaba golpeando la puerta con una urgencia que parecía traspasar la madera. Cada golpe resonaba en la pequeña habitación, reverberando en mis huesos mientras me acurrucaba en el suelo, espalda contra la puerta, sintiendo el peso de su desesperación.

—¡Nanami! —su voz era un ruego quebrado—. ¡Por favor, déjame entrar!

Mi corazón latía con fuerza, cada latido una punzada de dolor. No podía dejarlo entrar, no después de todo lo que había pasado. Pero escuchar su voz, tan llena de desesperación, me hacía dudar. Me mordí el labio, con mis lagrimas deslizándose por mi rostro, mi mente dividida entre el miedo y el anhelo.

—No puedes pasar —dije, mi voz apenas un susurro, pero sabía que él podía oírme.

Hubo un silencio, un momento de quietud antes de que Niragi hablara de nuevo. Esta vez, su voz era suave, casi un murmullo cargado de vulnerabilidad.

—Nanami, por favor —su tono era suplicante—. No puedo respirar... Necesito estar cerca de ti. Te prometo que no te tocaré, ni te miraré... Solo necesito estar contigo. No diré nada, lo juro. Solo... déjame estar cerca de ti.

Me quedé allí, escuchando su respiración agitada al otro lado de la puerta, sintiendo su desesperación como si fuera mía. Las lágrimas rodaban por mis mejillas mientras intentaba decidir qué hacer. Había tanto dolor entre nosotros, tanto daño causado, pero escucharlo en ese estado me partía el corazón.

—Niragi... —mi voz temblaba, llena de emociones encontradas—. No sé si puedo...

—Por favor —interrumpió, su voz casi un susurro—. Solo quiero estar cerca de ti. No haré nada, te lo prometo.

Cerré los ojos, tomando una decisión que no sabía si era la correcta. Lentamente, me levanté del suelo y giré la empuñadura, abriendo la puerta solo lo suficiente para que Niragi pudiera entrar.

Él entró con pasos vacilantes, su mirada baja, evitando mis ojos. Se movió con cuidado, como si temiera romper la frágil tregua entre nosotros. Se dejó caer en el suelo, a unos pasos de mí, y se quedó allí, respirando con dificultad, como si solo el hecho de estar en la misma habitación que yo le diera el aire que necesitaba.

Nos quedamos en silencio, un silencio pesado pero no incómodo, simplemente compartiendo el espacio. Sentí su presencia como un consuelo y una carga al mismo tiempo.

Pasaron varios minutos antes de que se atreviera a romper el silencio.

—Gracias —dijo en un susurro, su voz cargada de gratitud y alivio.

No respondí, simplemente asentí débilmente. Mis emociones eran un torbellino, y no sabía cómo manejar la complejidad de lo que sentía por él en ese momento.

El mantuvo su promesa. No intentó acercarse, no dijo nada más por un largo rato. Simplemente se quedó allí, respirando lentamente, como si cada inhalación fuera un esfuerzo consciente para mantener la calma. Yo también trataba de calmarme, mi mente repasando los recuerdos dolorosos y los momentos de ternura que habíamos compartido.

Toxic Ties [Suguru Niragi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora