Amar a Niragi era como bailar en el filo de una navaja: emocionante y mortal, donde cada paso prometía tanto éxtasis como dolor.
«El era el fuego que la quemaba, mientras ella era
la ceniza que aún se aferraba al viento».
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Aquella noche, al igual que la mayoría de los jugadores presentes, me había tocado enfrentar un desafío en un parque de diversiones. El lugar, que ya de por sí tenía un ambiente vibrante y caótico, había sido transformado por la aparición repentina de nuevas arenas, cada una más compleja y desorientadora que la anterior. Estas arenas, que surgieron en los días recientes, eran verdaderos laberintos de obstáculos y trampas, diseñadas para poner a prueba incluso a los jugadores más experimentados.
«Nivel de dificultad: 3 de picas ♤♤♤
Nombre: Cazador de monstruos.
Reglas:
Cazar a los "monstruos" para obtener puntos.
Puntos para lo cazadores:
Tigre: 100 puntos
Pantera: 100 puntos
Jabalí: 50 puntos
Águila: 30 puntos
Cuervo: 1 punto
Condición para ganar:
Eliminar a todos los monstruos.
Tiempo límite:
30 minutos. Después de ese tiempo todos los jugadores serán eliminados.
El jugador que mas puntos obtenga será el ganador de la carta»
Esta noche, el juego era mío, y sabía que no podía permitirme perder. No estaba dispuesta a dejar escapar esa carta tan crucial, por lo que debía esforzarme al máximo. Me habían permitido elegir entre un cuchillo y un arma de fuego para esta partida, y aunque al principio no era particularmente hábil con ninguna de las dos, el tiempo que llevaba en este lugar me había forjado. Con la práctica constante y la necesidad de sobrevivir, había perfeccionado mis habilidades hasta el punto de sentirme competente, casi peligrosa con ambas armas en mis manos.
A pesar de los duros entrenamientos y de haber perdido bastante peso, mi cuerpo había cambiado de maneras inesperadas. Los músculos que nunca imaginé tener comenzaron a formarse, y con ellos vino la capacidad de controlar mi físico para soportar las duras exigencias de estos juegos. Siempre había preferido jugar en las arenas de picas, tréboles o corazones; esas eran mi fuerte, donde podía destacar y sobrevivir. Sin embargo, sabía que el día que me tocara enfrentarme en una partida de diamantes, probablemente sería el día en que encontraría mi fin.