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Tres años atrás

Apenas podía mantenerme en pie. El alcohol había entumecido mis sentidos, y mis pensamientos eran un revoltijo caótico, como si una tormenta los estuviera agitando sin piedad. La noche había empezado como un intento desesperado por escapar de la realidad, pero, a medida que las copas se acumulaban, el dolor seguía ahí, aunque se escondiera tras la bruma del licor. Había sido un día infernal: mi madre se había suicidado, y esa imagen, ese vacío oscuro que dejó su ausencia, no me soltaba, me seguía a cada segundo.

Me encontré en un bar oscuro, con luces tenues que parpadeaban al ritmo de la música, mientras ésta intentaba ahogar mis pensamientos. Fue ahí donde lo conocí a él: Niragi.

Estaba sentado en la barra, una figura delgada pero imponente, destacando en la penumbra. Fumaba con calma, observando a la gente que se movía por el lugar. Su sonrisa tenía una mezcla de diversión y cinismo, y sus ojos oscuros me miraron cuando, tambaleándome, intenté pedir otra copa.

—Parece que te estás pasando un poco, ¿no? —comentó con un tono burlón, aunque no completamente cruel.

Lo miré, parpadeando para enfocarle. Su cabello oscuro y esa expresión despreocupada me resultaban familiares, como si ya hubiera visto a tipos como él en rincones oscuros de la ciudad. Pero esa noche, en mi estado, no me importaba en lo absoluto.

—Puedo manejarlo —le respondí, aunque las palabras salieron torpes de mi boca. Sabía que era una mentira descarada. Apenas podía sostener el vaso.

Niragi rió, un sonido bajo y gutural, antes de dar un largo trago de su bebida y apagar su cigarro. Se levantó de su taburete y se acercó, inclinándose para mirarme más de cerca, su chaqueta de cuero crujía con el movimiento.

—No parece que puedas, pero te queda bien el intento —dijo, arrojándome su chaqueta sobre los hombros. Olía a tabaco, pero el calor contrastaba con el frío que sentía, un frío que ni el alcohol podía calmar.

—¿Qué haces? —protesté, intentando mantenerme firme, aunque tambaleé un poco al hablar. Me agarré de la barra y lo miré de nuevo—. No estoy borracha —agregué, intentando sonar más convincente de lo que realmente me sentía.

Él alzó una ceja, con una sonrisa burlona que jugaba en sus labios mientras yo tropezaba con mis palabras y mis movimientos.

—Claro que no. Estás totalmente sobria —dijo con sarcasmo, encendiendo otro cigarro antes de ofrecerme su brazo para estabilizarme. Me aferré a él, más por necesidad que por orgullo.

Intenté enderezarme, mostrarle que podía hacerlo, pero fallé estrepitosamente. Tropecé hacia un lado, chocando levemente contra su cuerpo. Nos reímos, esa risa que alivia el peso de la realidad por un momento.

—¿Qué? ¿Vas a hacer que camine en línea recta para probarlo? —dije, sonriendo torpemente, consciente de mi estado, pero aferrándome a un pequeño desafío.

—Dudo que lo consigas —respondió Niragi, con una curiosidad casi burlona. Me miraba de reojo, sus ojos entrecerrados mientras se llevaba el cigarrillo a los labios. Después de un largo silencio, me lanzó una mirada que bordeaba la indiferencia—. Vamos, no puedes quedarte aquí toda la noche, ¿o sí?

A través de la niebla de mi embriaguez, intenté concentrarme en su rostro, pero el mundo giraba a mi alrededor. No tenía a dónde ir, no quería regresar a mi apartamento vacío. No quería enfrentarme a las memorias de mi madre, ese lugar me recordaba que ya no estaba, que se había ido por elección propia. Sentí que lo único que podía hacer era seguir adelante, así que asentí lentamente, demasiado cansada para resistirme.

Toxic Ties [Suguru Niragi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora