En las horas que avanzaban hacia la media tarde, el caos se apoderó de la playa con la muerte del Sombrero. Chishiya, ante la urgencia, se vio obligado a poner en marcha el plan que venía maquinando.
Para cuando llegó la media tarde, me encontraba junto a Arisu en la opulencia de la suite real, respaldados por Kuina y Usagi, quienes cubrían estratégicamente la puerta. Yo había conseguido la llave de manera ingeniosa, facilitando nuestra entrada.
Chishiya sabía que formaba parte de los militares, pero no tenía la menor idea de cómo lo había logrado. Decidió no preguntar, consciente de mi astucia.
Arisu sostenía el walkie-talkie, a través del cual el rubio nos comunicaba los movimientos de los militares mientras entraban. Mientras tanto, yo exploraba la habitación con meticulosidad, examinando cada rincón de manera metódica y cuidadosa.
—La caja está en el armario —le indiqué al moreno una vez que cruzamos el vestíbulo; él frunció el ceño.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Soy parte de los militares, imbécil —dije, rodando los ojos y haciendo un ademán con la mano—. No soy yo de quien deberías desconfiar. Rápido.
Arisu siguió mis indicaciones, abrió el armario y apartó varias camisas; efectivamente, la caja fuerte se encontraba allí.
—¿Y la clave? —preguntó en voz alta, para que Chishiya, al otro lado de la línea, pudiera oírle.
La respuesta llegó a través del comunicador. —¿La tienes? —el rubio me preguntó.
No planeaba hacerle las cosas fáciles, así que mentí: —¿Por qué crees que me la darían a mí?
—8022 —se escuchó por el altavoz, y Arisu asintió con un gesto.
Pero fui yo quien volvió a hablar.
—Chishiya.
—Dime —me instó desde el otro lado.
Me tomé un momento, como si sopesara mis palabras, antes de continuar. Arisu seguía concentrado en abrir la caja fuerte, sin sospechar nada fuera de lo común. Sonreí de lado, con la mirada afilada como una navaja.
—Es curioso cómo la gente a veces guarda lo más valioso en los lugares más obvios, ¿no crees? —dije con una aparente inocencia en mi tono—. Pero claro, sólo alguien que sabe jugar con la mente de los demás podría encontrarlo, incluso cuando está justo delante de sus ojos.
Chishiya sabía cómo manipular a la gente, pero yo sabía muy bien cómo manipularlo a él, porque era una experta en manipular a las personas.
Al otro lado, Chishiya permaneció en silencio por un instante, lo suficiente para que supiera que había captado la insinuación.
—Es cierto—respondió finalmente Chishiya, con una voz neutral, pero con un matiz que solo yo pude detectar—. Aunque a veces, lo más obvio también puede ser lo más peligroso, sobre todo cuando confías en la persona equivocada para guiarte.
Dejé escapar una risa suave, casi imperceptible. —Sin duda. Aunque también depende de quién esté dispuesto a correr el riesgo, ¿no? —respondí, con una ambigüedad que parecía perderse en las ondas del comunicador, pero que en realidad era una advertencia velada.
El rubio no volvió a hablar. En ese instante, Arisu se puso en movimiento, sus dedos danzando sobre la superficie de la caja fuerte mientras comenzaba a marcar el código. Sin embargo, tras presionar la tecla numeral, lo último que hizo fue abrirse. Una alarma ensordecedora estalló por toda la habitación, alertándonos a ambos.

ESTÁS LEYENDO
Toxic Ties [Suguru Niragi]
Fiksi PenggemarAmar a Niragi era como bailar en el filo de una navaja: emocionante y mortal, donde cada paso prometía tanto éxtasis como dolor. «El era el fuego que la quemaba, mientras ella era la ceniza que aún se aferraba al viento».