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Tres años atras

El aula estaba llena del murmullo constante de las voces de mis compañeros, pero yo apenas escuchaba. Estaba absorta en mis propios pensamientos, dibujando garabatos en el margen de mi cuaderno mientras la profesora seguía hablando sobre algún tema de matemáticas que ya había perdido importancia para mí.

Entonces, la puerta del aula se abrió con un crujido que me sacó de mi ensueño. La profesora interrumpió su explicación para mirar a la puerta, y todos los demás siguieron su ejemplo. Una mujer del personal administrativo estaba de pie en la entrada, con el rostro inexpresivo, dirigiendo su mirada directamente hacia mí.

—Inoue Nanami —dijo con voz plana—, necesitas venir conmigo.

Un frío inusual se apoderó de mi estómago. Nunca me llamaban a la dirección. No era una buena alumna, pero tampoco una problemática. No había razón para que me buscaran, a menos que... algo sucediera. Sentí cómo la ansiedad empezaba a apretar mi pecho mientras recogía mis cosas y me levantaba. Mis compañeros me lanzaron miradas curiosas, pero nadie dijo nada.

Caminé detrás de ella por los pasillos del colegio, sintiendo cada paso como un peso en mis pies. No habló durante el trayecto, y yo tampoco pregunté nada. Al llegar a la oficina de la dirección, me detuve en seco al ver a un hombre sentado en una de las sillas.

No era necesario que alguien me lo dijera. Sabía quién era. Había visto su cara una sola vez, en una foto vieja y desgastada que mi madre guardaba en un cajón. Aun así, verlo en persona, después de tantos años, fue como un golpe en el estómago. Mi padre, el hombre que había desaparecido de mi vida desde el día en que nací, estaba allí, en la dirección de mi colegio. ¿Qué demonios estaba haciendo aquí?

La mujer del personal administrativo nos dejó solos en la habitación. El silencio era espeso, incómodo, y podía sentir la incomodidad retorciéndose en mi interior. No sabía cómo hablarle, ni siquiera sabía si debía hacerlo. Él no era nada para mí, solo un extraño con el que compartía algo de sangre, pero no recuerdos ni afecto.

Él fue el primero en hablar, su voz grave y fría, como si todo esto no fuera más que un trámite más en su día.

—Nanami, siéntate —dijo, señalando una silla frente a él.

Me senté, porque no sabía qué más hacer, y lo miré directamente, esperando, con el corazón latiéndome en los oídos, sin saber qué esperar.

—Estoy aquí por que... —comenzó, pero se detuvo. Desvió la mirada hacia la ventana como si las palabras que estaba a punto de decir fueran un peso que no quería cargar—. Tu madre... se ha quitado la vida.

No reaccioné. No sé si era porque no quería entenderlo, porque mi mente simplemente se negaba a aceptar esas palabras, o porque estaba esperando que dijera algo más, algo que lo hiciera menos real. Pero él no lo hizo. Simplemente me miró, esperando algo de mí, alguna señal de que lo había comprendido.

Sentí como si mi cuerpo estuviera entumecido, como si no fuera realmente mío. Las palabras comenzaron a resonar en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez, pero no significaban nada. No todavía. Mi madre no podía estar muerta. No ella, no la única persona que tenía en el mundo.

—¿Cómo? —pregunté, aunque mi voz apenas era un susurro.

—No necesitas saber...

—¿Como? —volví a repetir, mas alto.

—Se colgó en su apartamento —respondió, sin siquiera un atisbo de emoción—. Los vecinos la encontraron esta mañana.

Toxic Ties [Suguru Niragi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora