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Sowon estaba de camino al salón de Eunha cuando el sonido musical de su risa la alcanzó. Al doblar la esquina que daba al pasillo de su clase, vio al profesor de Eunha salir a toda prisa. Miró su reloj con el ceño fruncido, preguntándose si estaría llegando tarde, pero su reloj le dijo que estaba llegando, de hecho, quince minutos antes.

Cuando más se acercó a su clase, la conversación se hizo más definida, y fácilmente reconoció la voz de Eunha junto con la de las demás personas en su clase.

—Espera, Eunhita —sin lugar a dudas ese era Hiroshi. Sowon no trató de sisear con lo familiar que ese "Eunhita" sonó al caer de los labios del joven.

Eunha le había hablado del muchacho de pelo oscuro, medio japonés medio neozelandés, que había declarado impúdicamente su amor eterno por ella delante de toda la clase hacía unos días.

Sowon estaba bastante segura que Hiroshi no era el único que había caído bajo el hechizo de Eunha. Siempre que encontraba tiempo para pasarse por la clase de Eunha, se daba cuenta de que cada vez más hombres, y ahora también unas cuantas mujeres, estaban abiertamente frunciéndole el ceño, en una segura señal de celos.

—¿Qué sucede? —la voz de Eunha le hizo detenerse en seco.

—Estaba pensando que podría acompañarte al trabajo hoy... ahí es a donde te diriges, ¿verdad?

Hubo una pequeña pausa, y Sowon podía imaginar la sonrisa de Eunha volviéndose tensa. Siempre se congelaba cuando cualquier chico, incluso alguien tan inofensivo como Hiroshi, trataba de acercarse a ella. Tendría esa loca mirada en sus ojos, como si cualquier gesto explícito de los hombres le hiciera sentirse sofocada.

Hizo que Sowon viera rojo, pero incluso ella sabía que era imposible mantener a los hombres y mujeres lejos de Eunha todo el tiempo. No era sólo porque era hermosa y sexy. Ciertamente lo era. Sino que Eunha también tenía el tipo de magia y encanto que atraía a los chicos hacia ella como polillas a una llama. Resultado final: era agradable estar con ella, y era su compañía lo que la mayoría encontraban difícil de resistir.

Sowon se estaba preparando para irrumpir cuando Eunha contestó.

—Lo siento. Pero ya me acompañará Sowon. Siempre lo hace —le recordó a Hiroshi— ya lo sabes.

Hiroshi dejó escapar un profundo suspiro. —Es injusto. ¿Por qué ella tiene ese privilegio todo el tiempo?

Eunha se echó a reír. —En realidad, si se lo preguntas, no creo que lo cuente como un privilegio. Es más como una maldición para ella, sabes.

—¡Entonces déjame hacerlo por ella! —le espetó Hiroshi.

Sowon decidió que esa era su señal para entrar. Dobló la esquina, pero lo que vio la hizo detenerse a media zancada. Al parecer, Hiroshi no era el único que intentaba tener suerte con Eunha. Ella estaba literalmente rodeada por los chicos de su clase, y estaban mirando a Eunha aferrados a cada palabra suya como si fuera una diosa.

—¿Qué tal si llevo tus bolsas hasta fuera de la escuela? —negoció un tipo.

—¿Podría tal vez invitarte en algún momento? —preguntó otro.

La rubia negó. Todos eran unos idiotas, todos ellos. A pesar de que se sentía sexualmente atraída por Eunha, no era ciega. ¿No sabían que el dulce atractivo exterior de Eunha escondía una niña mimada en el corazón?

La mayor se dio la vuelta y empezó a alejarse. A ese ritmo, ella no la necesitaba para acompañarla al trabajo.

—¡Sowon!

Sowon se debatió consigo misma si fingir o no sordera. —¡Kiiiiiiiim!

Eunha sonrió cuando a Sowon le tomó varios segundos darse la vuelta y mirarla. Ella estaba bastante segura de que la alta era reacia a hacerlo, y la exasperación en sus ojos lo confirmó. Eunha rio.

Sowon y Eunha │[GP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora