----• 01

27 4 0
                                    

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

El ruido sacudió a Sowon, despertándola, causando que casi se cayera de su corta y estrecha cama. Siempre había tenido debilidad por lo japonés. Su niñez aquí había sido más que feliz, pero ahora, al llegar a Osaka como estudiante de intercambio, le tomó sólo unos días darse cuenta de una cosa: la memoria de una niña es radicalmente opuesta a la realidad de una mujer.

Japón, como vio después, no era tan perfecto como le había parecido en ese entonces. En aquel tiempo había sido una niña. Ahora medía uno setenta y dos, y había una cosa sobre Japón que detestaba absolutamente: sus camas estilo Western.

Las camas de Japón apestaban. ¿Nunca habían visto a alguien de más de uno sesenta? Por amor de Dios. Ya había ordenado una cama King Size, pero como esto era Japón y toda la nación prefería dormir en una alfombra llamada tatami, su orden especial tardaría dos semanas. Dos semanas más durmiendo con casi la mitad del cuerpo fuera de la cama. ¡Maldición!

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

¿Quién diablos hacía todo ese ruido?

Poniéndose unos pantalones de chándal Sowon caminó fuera de su dormitorio acechando y crujiendo los nudillos, quien quiera que la estaba haciendo acababa de firmar su sentencia. Ella no era una jodida persona mañanera y ésta definitivamente no era una buena manera de despertarla.

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Se detuvo cuando alcanzó el rellano que conducía al siguiente tramo de escaleras.

Una chica estaba de pie en el altillo de arriba, haciendo su mejor intento de no arrastrar dos maletas de cuero, de marca y aparentemente muy pesadas. Una cortina de cabello oscura caía hasta su media espalda escondiendo su cara muy efectivamente.

—¿Por qué no usas el elevador?

Eunha saltó sorprendida ante el gruñido de acento ligero. Conocía muy bien el acento asiático desde que se había tropezado con una caja de juegos del drama taiwanés, Meteor Garden, en una venta de garaje de regreso a casa. Fue amor a primera vista, y después de eso había devorado todo lo asiático desde el J-pop al K-drama e incluso esas maravillosas y espeluznantes películas de terror Thai.

Su acento definitivamente era coreano. Se atrevería a apostarlo. Y esa voz sonó gruñona. Demasiado. Lo que la hizo sentir incluso más molesta.

Eunha finalmente miró bien, era más como mirar por debajo de las pestañas para averiguar cómo lucía la idiota. Después de todo, sólo las genuinas idiotas preguntaban cosas idiotas.

Su mirada se encontró con la otra y le sorprendió encontrarse a una alta y ceñuda chica con el pecho cubierto solo por un sostén que la miraba desde el rellano inferior.

Le frunció el ceño incluso estando momentáneamente impactada. Sonaba coreana, pero lucía todo menos eso. Si no se equivocaba era nórdico. Sí, esa era la palabra. Se parecía a la despampanante Taylor Swift. Una versión más joven, pero por lo demás, copia al carbón. Pechos bien formados, abdomen y cintura firmes, incluso tenía la clásica mirada aguda que uno esperaría de un vampiro. Su cabello estaba revuelto, una clara indicación de que la había sacado de la cama, pero incluso la peor marca de almohada de la historia no podía disfrazar lo hermosa que era, como para desencajar la mandíbula.

Eunha hizo su mejor esfuerzo para no mirarla aunque podía sentir la piel de gallina por todo el cuerpo. No era porque estuviera medio desnuda. Estaba también el hecho de que los pantalones de chándal quedaban tan abajo en sus caderas que estaban a un pelo de mostrar lo que ella no quería ver.

"Presumida", pensó con repugnancia y el humor más negro. Era su primer día en Japón y, hasta ahora, todo era un desastre. Se había perdido en el aeropuerto y de camino a la universidad. Y para rematar, se había perdido también para llegar aquí, a los dormitorios que llamaría hogar por los próximos dos años.

Sowon y Eunha │[GP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora