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Eunha se despertó y tuvo la mala suerte de recordar todo lo que hizo y dijo, cada cosa que hizo y dijo, y cómo se sintió cada cosa anoche.

Oh Dios... ¿por qué no se había olvidado de todo?

Lentamente abrió los ojos y con la misma rapidez quiso cerrarlos. Pero ya era demasiado tarde. Sowon ya la había visto. Estaba frente a ella, con el pecho desnudo y luciendo demasiado malditamente preciosa como para alguien con el pelo revuelto del sueño para lo que debería tener derecho a hacerlo. Tenía la cabeza apoyada en un brazo a su lado, con el rostro ilegible.

Y entonces sonrió. —Buenos días, sol.

Ella gimió y trató de esconderse debajo de las sábanas. Sowon parpadeó y luego se echó a reír y tiró de las mantas retirándolas.

—No puedo creer que yo... —ella volvió a gemir. Se detuvo tratando de alejarse de la manta lo suficiente como para pedir cordura.

—¿Entonces te acuerdas de todo?

El silencio que siguió, tuvo a Sowon conteniendo la respiración por alguna razón. Y ella susurró con tristeza: —No.

Sowon suspiró, incapaz de creer lo aliviada que se sentía. ¿Qué diablos le pasaba? Ella se estremeció ante el sonido. Se escondió debajo de las mantas, Eunha sentía que así era más fácil hablar.

—Todavía estoy enamorada de ti, Sowon. He estado enamorada de ti, desde hace mucho tiempo.

—Eunha...

—No, espera. Primero déjame terminar. —ella también respiró hondo— Estoy enamorada, pero no estoy ciega. Sé que no me puedes amar... —tragó saliva— lo acepto. Así que ya lo sabes, he decidido...

—Después de una noche de copas —se burló la alta.

Ella hizo una mueca, aunque no podía verla. —Bueno, de todos modos, he decidido...

Sowon tuvo la sensación de que no quería escuchar sus siguientes palabras, pero se mantuvo en silencio. Eunha cerró los ojos. —He decidido hacer todo lo posible para dejar de estar enamorada de ti.

Sowon se quedó en blanco. —Ah... —no sabía qué más decir. Todavía estaba adormecida por la conmoción ante sus palabras. Eunha surgió de las sábanas y sonrió temblorosamente hacia ella.

—Sé que no soy del tipo que renuncia. Quiero decir, tú me conoces. "Aja, aja", ¿correcto? —era una expresión popular en Corea, que significa "buena suerte" o "mantén el ritmo" y se utilizaba con frecuencia en los dramas coreanos que veía.

Sowon se reiría de la forma en que lo dijo, pero esta vez ni siquiera esbozó una sonrisa. Eso dolía mucho, mucho.

Eunha se encogió de hombros en un gesto torpe.

—Yo no soy una mártir. He tratado de ser paciente, pero ya sabes, la paciencia no ha sido nunca mi mayor talento. —tomó una respiración profunda— Supongo que lo que digo es que... he terminado de obligarte a que me amaras.

[...]

—¡Buenos días!

Eunha sonrió alegremente a Sowon una hora más tarde, ocultando el dolor que sentía ante la mera visión de la mayor mientras ella y su amiga Mina, se alineaban detrás de ella en la cafetería. ¿Quién podía saber que la angustia era un gran remedio para la resaca? Le dolía tanto recordar la forma en que Sowon no podía decir que la amaba, que el dolor sólo limpió totalmente los efectos restantes del licor de su sistema.

Sowon gruñó en respuesta.

Oh, bueno. Gruñona Sowon, estaba de regreso con una venganza.

Ella y Mina se miraron. Fue pura suerte que Eunha y Mina tuvieran esta cita para desayunar desde hace años. Sowon sabía de eso, por lo que no sería capaz de acusarla de estar haciendo algo para evitarlo. Y ella tendría que hacerlo si quisiera.

Sowon y Eunha │[GP]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora