Capítulo 11.

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York Sidney.

Le he pedido a Andy que me acompañe mientras los de seguridad colocan las cámaras y hacen lo suyo. No he querido molestar a Elijah, debe de estar cansado y él ya ha hecho lo suficiente.

Los de seguridad han entrado de incognito a mi casa, tal y como lo pedí. El auto negro desapareció unos minutos, pero luego volvió a estar estacionado un poco más lejos de mi casa. Eso pasó cuando vieron a Andy entrar a mi casa.

—No podemos enfrentarlos así, deben de ver que no nos hemos dado cuenta que están ahí — Andy habla.

Estamos sentados en el living room.

—Sí. Tenemos que dejarlos pensar que van un paso adelante — murmuro —, aunque sí lo están. Necesito hablar con Brandom y con el alcalde.

Andy hace una mueca al escuchar la mención del alcalde.

—Espero que, a su alcaldía porque en su casa seguramente te echan los perros — comenta.

—A su alcaldía, no quiero pisar su mansión— burlo.

—¿Cómo van las cosas con el diablo?

Pregunta mientras se recuesta más sobre el sofá.

Le doy un sorbo a mi bebida y espero un poco a responder esa pregunta, porque no sé cómo responderla.

—Bien — me limito a decir.

Andy me mira con una ceja enarcada y una expresión de que claramente no me cree una mierda. Suelto un suspiro y rodo los ojos.

—No lo sé, es complicado — respondo mejor.

—¿Te sientes bien con él?

—Siempre me he sentido bien con él, a pesar de lo que pasó, me siento bien con él. Es solo que es... complicado.

Me relamo los labios levemente.

—Las relaciones son complicadas ¿he? — bufa —, por eso estoy soltero desde que nací.

—Eso es porque nunca te han echado los perros — burlo.

—Soy guapo, atractivo — se ofende—, simplemente no tengo cabeza para eso — se encoje de hombros.

—Ya.

Lo miró fijamente sin creerlo. Y es que cada vez que nuestro grupo se junta, él parece estar muy ambientado con Dayana.

—O sea que, no hay ni una rubia de ojos verdes, que te llame tanto la atención ¿no? — hablo como si no fuera de importancia.

Andy se levanta, colocándose recto en el sofá y carraspea un poco.

—No sé de qué rubia hablas, soy daltónico — niega.

—Cuando te conviene — rodo los ojos.

—Es cierto.

—Claro, por eso se la pasan juntos todo el tiempo que se ven, se tiran miradas, se ríen, se sonrojan y jodidamente te gusta Dayana — lanzo un cojín a su dirección que da en su cara.

—¡Oye! — se queja—, no me gusta tu amiga — bufa.

—Ya.

—Es menor que yo.

—¡Por dos años! — lo miro incrédula —, eso no es nada.

—No. Me. Gusta.

Me regresa el cojín.

—Claro y por eso la invitaste a la hacienda a tomar el té.

Burlo, levantándome del sofá.

—¿Quién te contó eso? — exige.

Skyscraper. [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora