Capítulo 22.

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York Sidney.

Siento que me pesa la vida, como si me hubiera embriagado hasta perder la conciencia... ¿no me embriagué? Abro los ojos de golpe y miro hacia enfrente tratando de enfocar todo, mi vista y mi cabeza, los recuerdos de anoche, oh bueno, ni siquiera sé si sigo en el mismo día o es otro.

No, no recuerdo haber consumido alcohol anoche... entonces, ¿por qué me siento así?

Conduje hasta el apartamento de Elijah y... solo, no puedo recordar nada, mi mente se nubla cada vez que lo intento. Me ladeo para quedar de lado y me topo con un Elijah dormido, (muy dormido, sé cuando puede pasar un tractor encima y él ni se entera).

Su brazo está enrollado en mi cintura, su cabello largo me hace cosquillas en la frente, noto sus ojeras de días, los rasgos cansados en su cara. Los dos estamos vestidos y por alguna razón siento nuestra ropa húmeda, ¿por qué nuestra ropa está húmeda? 

Me miro de pies a cabeza, mis uñas están manchadas de rojo, ¿por qué rojo?

Me levanto de golpe quedando sentada, quitando la mano de Elijah de encima de mí. Miro mis manos, están limpias, pero mis uñas tiene rastro de sangre. Miro mis brazos están limpios, solo están un poco rojos y con marcas como si me hubiera arañado.

Ladeo a ver a Elijah, reviso su cuello, todo está bien. Paso a sus manos y todo está bien. Me congelo cuando veo sus brazos, pero más su brazo izquierdo, rasguños, marcas de uñas yacen sobre ellas, largos rasguños con rastros de sangre seca.

Oh Dios, ¿yo hice eso?

No sé en qué momento empecé a arrastrarme hacia atrás, solo lo supe hasta que caí de cuelo al suelo, haciendo un gran estruendo.

—Auch.

—¿York?

Mierda.

Me levanto de golpe tratando de no parecer una estúpida que se acaba de caer de la cama. Levantarme de golpe no ha ayudado mucho, mi cabeza da vueltas y la vista se me nubla por unos instantes, conozco ese horrible sentimiento.

Abro los ojos, Elijah está sentado en la orilla de la cama mirándome fijamente, su facción es seria, es en esas donde se cierra y no puedo descifrar que es lo que está pensando.

Me siento nerviosa, como una niña la cual hizo algo y espera a ser regañada. Aprieto mis manos a los lados, siento mi respiración desenfrenada, no puedo dejar de mirarlo a los ojos, pero tampoco puedo dejar en pensar en que le hecho daño, ¡le he hecho daño! Nunca se me había ido tanto la mano.

—Preparé algo de comer.

Se levanta y da leves pasos a mi dirección. Arrastro la cabeza hacia atrás para no perder el contacto con sus ojos.

Pasa su mano por mi mejilla, la acaricia levemente y baja hasta tomarme del cuello y jalarme un poco más a él.

—Cámbiate, te doy quince minutos para que llegues a la cocina — murmura contra mis labios.

Asiento levemente con la cabeza y él se aleja, siento que no respiro, que estoy aguantando todo hasta el deseo de tirarme al piso y hacerme un rollito y que me trague la tierra.

—No lo pienses tanto, cielo.

Y sin más, sale de la habitación.

¿Qué no piense tanto qué? ¿Qué lo lastimé? No puedo no hacerlo.

Suelto un grito frustrado y camino hacia su armario para tomar de su ropa, luego me adentro al baño para arreglar el desastre que soy, me arranco la ropa con furia como si toda mi vida fuera un desastre (lo es), me limpio el cuerpo, me siento sucia, como si hubiera vuelto a esa oscura asquerosa regadera a desangrarme de nuevo.

Skyscraper. [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora