Que llame a aquel, que organice tal cosa, que haga el análisis de tal informe, etcétera.
Los siguientes dos días no tuve tiempo ni para respirar. El miércoles incluso no pude ir a almorzar porque mi jefe seguía y seguía mandando cosas que hacer. No me quejaba de tener trabajo, me quejaba de que la persona que me daba las órdenes pensara que de repente me había convertido en un pulpo con ocho manos.
Había cosas con las que parecía que se burlaba de mí como, por ejemplo, hacerme preguntar a los encargados del comedor si estaban sacando la basura todos los días. ¡¿Desde cuando mi puesto se convirtió en policía de seguridad e higiene del edificio?!
Para colmo, tuve que soportar a la chismosa de mi hermana llamándome infinidad de veces para que le explicara cómo demonios era que mi cara estaba en los diarios. No quise ni pensar en enfrentar a mi familia el fin de semana y a sus ansias por que les contara el chisme.
—Sofía. —Su voz grave en el intercomunicador hizo que un ojo me palpitara del estrés. Sabía que me encomendaría otra nueva tarea, ¡Y todavía no había terminado las últimas cuatro!
—White. —Contesté, imaginando cómo alzaba su ceja derecha. Lo había hecho cada vez que lo llamaba por su apellido y me permitía gozar por un segundo el pensamiento de que yo podría irritarlo aunque fuera una centésima parte de lo que él lo hacía conmigo.
—Al manojo de informes que te indiqué entregarme, agrégale el informe de las ventas anuales del año pasado.
Lo anoté en mi lista –ahora extensa– de tareas por hacer.
—Y no te olvides del archivo gerencial. ¿Ya pediste las bases del sistema para compararlo?
Cerré los ojos con fuerza, haciendo memoria de que había sido de ese pedido.
—Envié un correo al equipo de bases pero aún no responden.
—Pues vuelve a insistir. Necesito eso para dentro de diez minutos. —Tomé una inspiración.
—Suelen responderme rápido. Si no lo hicieron aún es porque están ocupados y pensarán que soy una impaciente.
Apenas lo había pedido hacía media hora. Era entendible que se tardaran un poco y no quería quedar como una pesada. Siempre trataba de llevarme bien con todas las áreas pues eran las que me proveían la información.
Su silencio solo confirmó que mi respuesta no le gustó para nada.
—Tu jefe sí es un impaciente. Si tengo que hacerlo yo, la cosa se pondrá peor.
Agradecí no tenerlo de frente. Su tono de voz frívolo y amenazante me hizo remover incómoda en mi asiento.
—Volveré a pedirlo.
—Esa contestación está mejor.
Traté de contenerme pero tuve que soltar una maldición, frustrada. Era eso o explotar ahí mismo, como una olla a presión.
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El diablo viste de traje
RomanceAl jefe de Sofía lo despidieron. Ser secretaria de un anciano machista nunca había sido de su agrado así que, al volver a la oficina, lo hizo con la expectativa de que se encontraría con una persona más capacitada y menos odiosa. Solo para encontrar...