Al jefe de Sofía lo despidieron. Ser secretaria de un anciano machista nunca había sido de su agrado así que, al volver a la oficina, lo hizo con la expectativa de que se encontraría con una persona más capacitada y menos odiosa. Solo para encontrar...
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"El empresario Thomas White visto con una publicista de Aimage, ¿Es el nuevo crush del Otoño o solo son negocios?"
Eso es lo que el diario digital al que estaba suscrita, me notificó. Era sábado y después de correr un poco por el parque, me había relajado al darme un baño caliente. Bueno, me duró poco la tranquilidad. Mis hombros se habían vuelto a poner tensos.
Durante el resto de la semana mi relación con Thomas fue "Hot and cold" como diría Katy Perry. No hablamos mucho más que por trabajo pero, a la vez, cada vez que lo tenía enfrente notaba en su forma de mirarme un destello que hacía que aumentara la temperatura en el ambiente. O quizás solo lo estaba imaginando.
Seguí con la farsa del novio y, aunque me insistió varias veces que le confesara el nombre, me las arreglé para desviar la conversación. Estaba mal, ya lo sabía. Incluso me daba vergüenza ajena tener que mentir sobre mi vida amorosa. Después me llegaba algún mail de la publicista destruye-brownies y la vergüenza era suplantada por la determinación de mostrarle que yo también podía tener citas. Thomas era reservado con su vida privada y no alardeaba de lo que hacía fuera de la oficina pero la perra Blackwater... ella lo mencionaba como "Thomi" en los correos en los que yo estaba agregada y me ponía los pelos de punta. Eso era claramente un alarde.
Me dejé caer en el sillón después de haber almorzado una de mis nuevas viandas para la semana y abrí mi laptop. Mi prima Fernanda ya había enviado las fotos de su boda por correo, así que revisé el compilado y guardé aquellas fotos en las que aparecía.
Me reí al ver una mía bailando con mi hermana, otra de mi padre dando un trago a una copa de alcohol con cara de que su hígado ya pedía que por favor se detuviera. En la siguiente mi madre cotilleando con mis tías y...
Mi dedo se congeló antes de apretar la flecha en el teclado para continuar.
La imagen nos mostraba a Thomas y a mí sentados en la mesa. Fue una foto que nos tomaron sin ser conscientes de aquello y lo que me hizo inclinarme para ver mejor la pantalla, fue la forma en que él miraba mi perfil. Si yo no supiera el contexto, podría sacar la conclusión temprana de que aquella era la expresión de un hombre enamorado. Reí para mis adentros y negué con la cabeza al instante, descartando la idea.
Apreté la flecha al costado y esta vez fue mi respiración la que se congeló en mi garganta. Abrí mis ojos bien grandes y admiré la fotografía del beso que Fernanda prácticamente nos obligó a darnos delante de todos. Sus ojos, usualmente intimidantes como caer por un acantilado, estaban cerrados. Su expresión, relajada. De hecho debió ser de las pocas veces que su entrecejo no se fruncía. Su dedo pulgar descansando en mi barbilla mientras nuestros labios encajaban con sutileza y a su vez transmitían una promesa. Una promesa de que mi corazón le pertenecía. Y fue notoria la forma en la que en ese instante yo solo existí por sus labios pues una Sofía entregada completamente a él en cualquier forma posible, me causó escalofríos a través de la pantalla.