|15| La lujuria es un pecado mortal ©

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    Dirijo con sigilo mi mirada hacia esa voz.

    Se me hace tan raro que me llamen por ese nombre.

    —¿Qué... quién... Por qué luzco de este modo?

    Entre tartamudeos, le intento preguntar.

    Me es difícil concentrarme cuando se encuentra delante de mí vistiendo una bata de dormir translúcida, dejando al descubierto su cuerpo. La miro directamente a los ojos, todo en ella grita sensualidad.

    Se acerca a mí contoneándose, con un aura de color negro azuleado emanando de ella. Su larga cabellera se mueve de un lado al otro. Meciéndose junto al viento. Estando a poca distancia, se coloca de puntillas, apoya sus manos sobre mis anchos hombros, y dice, en mi oído:

    —Ven conmigo.

    Su voz, a pesar de ser muy sensual,  suena como un mandato.

    Autoritaria.

    Dudo por unos segundos, solo bastó mirar sus ojos negros y perderme en la profundidad de los mismos.

    Me lanzo al abismo cuando acepto su mano.

    Voy detrás suyo seducido, controlado y a su merced, así como el pirata por el canto de la sirena o la polilla por la luz del foco.

    Me sienta en un sillón, yo caigo encima de este sin fuerzas, agotado. Mi cuerpo se siente pesado, como si hubiese caminado durante horas sin parar.

    Ella se coloca semidesnuda delante de mí.

    Quita su ropa con soltura, disfrutando que la observe. La sequedad en mi boca hace que trague continuamente, pero algo me obliga a quedarme observándola.

    La luz se intensifica, ese preciso instante en que el sol atraviesa tus párpados haciéndote lagrimear. Pero de igual manera no puedes dejar de mirarlo porque es cautivador. Esa luz cegadora que te incita a que te atrevas a seguir observando sus majestuosos rayos de oro.

    Como si el mirarla no estuviera apto para cualquier mortal, solo a quién ella escoja.

    Un doloroso placer.

    Sus movimientos son hipnotizantes.

    Recorre sus senos por encima del sostén realizando pequeños círculos, acompañado de cortos gemidos. Muerde sus labios. Y me mira, me mira mientras se los retira con una dolorosa lentitud.

    Me seduce invitándome a descubrir los más recónditos placeres. Algo deberé de dar a cambio. La muerte porta su máscara disfrazando su acto de copular. El placer más exquisito al que está expuesto todo ser viviente.

    Se acerca y se sienta encima de mí.

    Acomodándose sobre mis fornidas piernas. Solo la observo, sin atreverme a tocarla. Comienza a moverse buscando provocarme el alma, o arrancármela.

    No confío en ella, ni en sus curvas ni en su seductora sonrisa.

    En mi corta búsqueda de la sexualidad he descubierto que nunca me sentí atraído por las personas de mi sexo opuesto.

    «¿Por qué tiene tanto poder sobre mí?».

    «¿Quién eres?».

    Intento preguntar pero como si de una vil brujería se tratase, como si hubiesen tomado mi cuerpo y dominado cada uno de mis sentidos, no logro hacerlo. Me pide que me entregue, que me entregue al placer.

    ¿Cómo hacerlo?

    Mi corazón, mi ser y mi alma le pertenecen a alguien más.

    No soy tuyo y ni siquiera soy mío, soy de alguien a quién no debería de amar.

Descendientes de la luna  +18 [P.1] BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora