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—Aun no puedo creer que tuvo los huevos para besarla

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—Aun no puedo creer que tuvo los huevos para besarla.

Elevo mis vista hasta Nolan, de verdad, mis ganas de lanzarle un puñetazo y que se pierda en algún punto lugar del mundo para que cierre la puta boca son enormes. Da un calada a su cigarrillo eléctrico, el humo impacta en mi mejilla a lo que gruño.

—Si tienes la buena educación de fumar en la azotea y no en mi cara , te lo agradecería.

—¿No ves que se relaja con mis maravillosos masajes?

Giro mi cabeza y noto como mantiene los pies descalzos de rizos que al mismo tiempo masajea con suavidad. Supongo que el shock de ver un cadáver tuvo que haberla dormido por unas buenas horas.

También noto como su ceño se frunce y gime por el toque de Nolan que levanta las cejas.

Ladeó mi cabeza, recordando lo que dijo Adham y sus tantas de muchas amenazas si tendríamos sexo con ella. ¿Y si todo me diera por el culo? Es notable que deje de masturbarme desde hace meses por querer el cuello uterino de Chloe rodeando mi polla.

Una sonrisa se forma en mis labios.

Acomodo mi miembro que se aloja entre mis piernas , esperando que despierte.

Haber besado los labios de mi hermano menor sin mi consentimiento le traerá unas serias consecuencias en sus trompas de Falopio.

—¿Qué tanto piensas , Stephano? —pregunta Nolan , tomándome del pelo con ese puto nombre.

—Creo que voy a sacar a Marccelo de la tumba y entrarle en el puto cerebro que la peor decisión en su vida fue haberte engendrado.

—Por favor, no vivirías sin mí un día.

—Puedo hacerlo perfectamente teniendo a Chloe chupándome la polla todo el rato.

—¿Ves? Necesitas de una distracción para no pensar en mí, Stephano.

Ruedo los ojos sin poder evitarlo.

—Hasta yo mismo sería voluntario para lanzarte del Támesis.

Hace una mueca.

—No serías voluntario, serías cómplice de suicidio y lo sabes más que nadie, Stephano.

Que sea policía no significa que no haga mis travesuras fuera de la central. Sin embargo, antes de responderle , Chloe se remueve en el sofá parpadeando hasta enfocarnos a los dos.

Sus rizos disparados hacia todas partes la hacen ver tierna y adorable. Restriega el dorso de su mano en sus ojos avellanas hasta recomponerse.

—¿Qué hago aquí?

No es posible.

—Estás en casa , rizos.

Me observa y percibo algo de miedo, pero al mismo tiempo se contiene en no dejarlo ver. Lo huelo: el miedo y la valentía en su esencia. Sus ojos vidriosos se clavan en sus manos hasta que comienza a moverlas con inquietud. Los engrajes en su mente los puedo ver , como sus pensamientos vuelan a kilómetros, aprieta los puños y vuelve su vista a el frente.

La Condena Blackburn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora