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Escucho un sonido entre los murmullos más incesantes de mi cabeza mientras descanso

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Escucho un sonido entre los murmullos más incesantes de mi cabeza mientras descanso.

El sonido se esfuerza por abrirme los ojos azules lentamente y cedo. El sonido se encuentra a un costado de mi cama y caigo en cuenta de que es la puta alarma. Alargo el brazo perezoso hasta ella y la estrello con fuerza en la pared.

—Puta.

Gimo y observo el techo , sintiendo mi pulsación acelerada por el ligero sueño en la madrugada. Cierro los ojos con fuerza, sintiendo mi polla dura como una pared por sentir hipotéticamente el coño de Chloe saltando encima de mí.

Carajo.

Imagino que la tomo de sus caderas pequeñas, como empuja hacia adentro y hacia afuera.

Gruño en alto.

Siento la respiración entrecortada, el aire no llega a mis pulmones con fulgor. Separo los labios, el movimiento incrementa , sus saltos son cada vez más directos. Gimo en alto, mi polla se engruesa, se mueve hacia adelante y hacia atrás. Sus gemidos suaves y tiernos me erizan los vellos sin más remedio.

Y me corro.

Abro los ojos rápidamente y me siento en las sábanas , arrugando mis ojos con el dorso de la mano. Joder , necesito tener a rizos en mi cama.

Es mía.

Yo la ví primero que todos ellos.

La anhelo.

La tendré.

Pronto , no sé cuando, pero Chloe será mía para siempre.

Me repito esas palabras frente a el espejo mientras me pongo los lentes con marco negro. Reviso mi móvil despreocupado hasta que escucho un zumbido en la parte inferior de la mansión.

—¿Quién putas anda de gracioso? —murmuro abriendo la puerta con el cejo fruncido.

Camino por el largo pasillo con mis tenis de marca, no obstante, escucho una voz profunda y ronca en una de las puertas laterales.

Stephen.

El timbre de su voz es bajo , tanto que solo habla en susurros, miro hacia los lados con precaución sin que esté su mello cerca y me escondo en el librero.

—Si,... pequeña y...¿compraste las píldoras luego de lo de ayer? —¿Qué cojones? —Perfecto..., bueno nos vemos en la noche...si , yo también te quiero, rizos. Oh y por cierto, no te quites las vendas de las tetas , están sanando..., si , bueno adiós...con cuidado.

Cuelga y sale de su escondite, mientras yo...yo tengo las manos echas puños. Ese engendro demoníaco se atrevió a tocar sus dulces pechos y hacerle daño. ¿Y dijo píldora? ¡¿Se atrevió a correrse en ella?!

Joder. Joder.

He repetido centenares de veces que detesto que toquen mi comida, pero al parecer no son modestos con mis amenazas. ¿Buscan que sus cuerpos queden para las pirañas? Debe ser que si.

La Condena Blackburn ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora