Halloween

27 8 9
                                    

Pasaron dos días desde aquella noche que me desahogue con Aiden, debo reconocer que sentí un alivio al hacerlo.

Lyam siguió distanciado de mí, se la pasaba con los demás, hasta que yo aparecía; entonces se retiraba. Eso me hacía sentir muy incomoda y triste, pero debía aceptar su decisión.

—Apurate que ya va empezar la gran fiesta —gritó Emma soltando en el aire un montón de arañas de juguetes.

Se veían tan reales que me daban asco y a las vez me hacían recordar uno de los momentos más horribles que viví.

—¡Carajo! —grito Emily al sentir que las arañas caían sobre ella.

La muy boba ni cuenta se dio cuenta que eran de juguete, entonces comenzó a pegar brincos y sacudirse como loca.

—Son falsas muñeca —le dije casi inaudible por mis carcajadas.

Rápidamente se quedó quieta y le dedico una mirada asesina a su hermana; quién ya se encontraba en la planta baja admirando la decoración.

La verdad todo le quedó espectacular, desde las telarañas, los bichos raros, las trampas y hasta los candelabros de calaveras. La mansión ya no se veía pintorescas, pues Emma se había encargado de ensombrecer cada rincón de esta.

—Chicas, hay que arreglarse ¡Ya! —Emma captó nuestra atención, se encontraba mirando la hora en su teléfono, ya eran poco más de las seis de la tarde —Y nuestros padres ¿Dónde están?.

—Fueron por sus disfraces.

—Bueno... —volteó hacia mí—. Y ¿los chicos? Y ¿Las chicas?.

—Las chicas ya se están alistando y los chicos estaban en el jardín colocando las últimas decoraciones —dije rápidamente—. Todo saldrá genial —le dediqué una calidad sonrisa; la cual me devolvió.

—Se que sí, y todo gracias a ustedes —casi llora al decirlo—. Vengan aquí —extendió sus brazos, a lo que correspondimos de inmediato con un fuerte abrazo.

—Chicas vamos —dijo Emily casi sin aliento.

Las tres salimos corriendo por las escaleras hacia la primera planta. Al estar allí cada una tomó una habitación diferente para ahorrar tiempo.

Cuando terminé de ducharme, me coloque el disfraz que reposaba sobre la cama.

Era un traje de conejita, o mejor dicho un intento. Ya que era un simple top blanco, un tutú con cola de algodón, unas medias pantys tejidas y un cintillo con grandes orejas.

—Por los cielos —exclamé al verme en el espejo.

Me veía hermosa y atrevida, jamás en mi vida me había disfrazado, pero está vez Emma me obligó. Aunque en ese momento ya no tenía de que quejarme.

—Divina —gritó Jess al abrir la puerta—. Chulada de mujer la amiga que me gasto yo —se acercó a mí, mirándome de arriba abajo.

Yo también hice lo mismo ya que ella también iba vestida igual, pero a diferencia de que su disfraz era rosado.

—Te vez guapa —le sonreí abiertamente—. Y mi cosita también se ve guapa —dije acariciando su pequeña barriguita, a Jess se le iluminó el rostro.

Se podía notar de lejos el amor tan grande que sentía, por el fruto que crecía poco a poco en su vientre.

—Wow, wow —ambas volteamos hacia Rihanna quien entró por la puerta y tenía la boca abierta.

Ella iba disfrazada de ángel, probablemente eso era ya solía ser tan correcta.

—Hoy van a buscar zanahoria —saltó Emily entrando también a la habitación, le dedicamos una mirada asesina a lo que ella rió.

—¿Qué puedes decir tu Gatúbela?.

—Pervertida —intervino Jess mirándola de reojo.

—Ustedes son las pervertidas, yo no dije nada malo — dijo haciendo un un puchero.

—Vamos a creerte para que no llores.

—¡Chicas! —gritó Emma desde el pasillo, llamando nuestra atención.

Estaba vestida de la mujer maravilla, la verdad se veía muy bien.

Todos salimos a su encuentro, y nos dedicó una amplía sonrisa. Era evidente su felicidad y aunque no me gustara mucho Halloween por ella hice una exención.

—Ya están llegando los invitados —anunció su padre apareciendo por la escalera, también estaba disfrazado.

—Vamos —todas seguimos a Emma y bajamos las escaleras en fila.

Ya habían muchas personas en la mansión, desde hombres lobos, hasta hormigas.

Sí, hormigas.

Tuve que aguantar la risa, para no llamar la atención.

Al llegar a la planta baja, nos recibió Aiden  con gran sonrisa. Poco tardo en comenzar a sisearnos.

—Mis chicas son las más guapas —dijo para todas—. Mi corazón es grande nenas, aquí entran las cinco.

—Hombre tenías que ser —rode los ojos y no tardo en acercarme a él rodeando mis hombros con su brazo.

—No todos los hombres somos iguales mi reina hermosa —noté que no solo se refería a él—. Vamos a disfrutar —cambió de tema, y le hizo señas al DJ para que colocara la música.

Este de inmediato lo hizo y mis oídos empezaron a retumbar.

Poco a poco el lugar se fue llenando de personas, tanto que en un momento sentí la necesidad de salir a tomar aire.

Caminé entre la gente y me dirige hacía la parte trasera donde creí no había nadie, pero me equivoque.

Su maquillaje daba miedo, su ropa desgastada, la manera en que volteó a mirarme.

Un payaso...

Al verlo, sentí que mi corazón empezaba a latir demasiado rápido, mi cuerpo empezó a temblar y mis lágrimas corrían sin parar, mi mente se aisló en ese recuerdo; ese momento que viví que me marco para siempre...

—¡Un payaso! —grité emocionada, lo pedí tantas veces y por fin habían cumplido mi deseo.

El payaso se encontraba de espaldas y al escuchar mi grito volteó, pero mi sonrisa se desvaneció al verlo de frente, no era para nada lo que esperaba, su traje estaba sucio y desgastado, su cara era horrible; su cara daba mucho miedo.

—Hola pequeña —dijo con voz macabra.

Lo único que pude hacer fue salir corriendo para evitar verlo, pero mi sorpresa fue mayor al escuchar sus pasos detrás de mí; era tan pequeña que ni corriendo a toda velocidad podría huir, pero lo intenté.

Subí las escaleras de prisa y me encerré en mi habitación, entrar en el clóset fue mi única opción, tenía tanto miedo que empecé a llorar incontrolablemente, hasta que tuve que tapar mi boca con mis manos, ya que pude ver por las ligeras rajas de la puerta que este, ya se encontraba en el lugar.

Trague en seco y mis nervios se pusieron de punta cuando se perdió de mi vista, mi corazón empezó a latir tan rápido que pensé que saldría de mi pecho

—Hola pequeña —dijo dibujando una sonrisa macabra en su rostro a tiempo que abrió las puertas del clóset.

—No me hagas daño por favor —supliqué al ver el cuchillo en sus manos, pero este solo rió fuertemente y me tomo bruscamente hasta hacerme quedar de pie. Grité y patalié, pero fue en vano; tomó mi brazo y lentamente paso el cuchillo por este, la sangre no tardó en asomarse—. No, por favor —dije entre lágrimas volteando a otro lugar, no quería ver lo que me estaba haciendo, ya era suficiente con el dolor insoportable que me estaba causando.

—No... por favor —suplique entre lágrimas, no lo podía controlar.

— Tranquila, no tengas miedo, yo estoy contigo —dijo abrazándome y haciendo que volviera a la realidad...







Cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora