Bajo la lluvía

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En aquel silencio su mirada se encontró con la mía, sus ojos brillaban y me admiraban como si fuese una obra de arte.

Una sonrisa se formó en sus labios al darse cuenta que yo también lo contemplaba, era imposible no hacerlo y más cuando nuestros rostros estaban tan cerca.

Sus labios carnosos eran provocativos, tanto que invitaban a probarlos una vez más, por más besos que nos diéramos siempre quería más de ellos y era algo que me daba miedo, tenía miedo a la atracción tan grande que sentía hacia el y más aún el apego a Lyam; a su presencia, a su cariño.

—Creo que lo del alga solo fue una escusa para treparte sobre mí —pase de ver sus ricos labios a reencontrarme con su mirada pícara y seductora, la cual causaba un torbellino de emociones en mi.

—Ya quisieras tu —rode los ojos.

—Si quieres estar sobre mí no es necesario utilizar escusas, lo puedes hacer cuando quieras —aquel tono sexual y seductor hizo arder mis mejillas.

Sabía que me estaba provocando y eso me gustaba mucho.

—Soy tuyo cuando quieras —de solo escucharlo uní mis labios con los de él.

Al mismo tiempo subí mi mano por su cuello hasta detenerme en su cabello y enredar mis dedos en ellos.

Sin soltarme un segundo Lyam comenzó a acariciar mi espalda y toda mi piel la cual se erizó con la calidez de su tacto, al igual que mis pezones, los cuales se asomaron en la delgada tela de mi bikini.

—Me vuelves loca —gruñí sin separar nuestros labios.

Lyam separo su rostro por un momento mirándome sonriente. Sus ojos se centraron en los míos, eso fue suficiente para sentir un cosquilleo en mi estómago.

Y de pronto ambos miramos el cielo al sentir pequeñas gotas caer sobre nosotros, las nubes estaban grises y el sol estaba oculto, se veía muy hermoso; más aún admirándolo desde la playa.

Los dos estábamos tan concentrados besándonos; que no nos dimos cuenta en que momento el clima cambio radicalmente.

—Bonito clima para hacerlo en la playa  —sus palabras hicieron arder mis mejillas.

—Pienso igual que tú —bastaron esas palabras para que volviera a besarme, está vez con más ansías, con más pasión.

En seguida correspondí, mis labios lo atacaron desesperados, y mis manos bajaron a su espalda la cual acaricié abiertamente, todo de él me fascinaba de una manera increíble.

Lyam no se quedo atrás, con la mano que tenía libre recorrió mi piel, su tacto suave y cálido me hacía estremecer.

—Me encantas Sophia —mi corazón se aceleró al escucharlo.

Lo miré por un instante, su rostro estaba empapado por la lluvia, aún así no dejaba de lucir jodidamente hermoso y tentador.

—Y tu me encantas aún más—solté plasmando mis labios en los de él.

Luego de muchos besos y de caricias desenfrenadas. Me encontraba deseosa de más, y quería sentirlo en mí.

Ansiosa introduje mi mano en su bermuda, me encontré con su miembro erecto, y lo acaricié par de veces. Lyam conoció mis intenciones, por lo que con sus dedos apartó cuidadosamente mi bikini y para que yo pudiera introducirlo en mi interior.

Cuando esté se encontró dentro de mí y empezó a moverse, los gemidos escaparon de mi boca, jamás lo había hecho dentro de la playa y menos bajo la lluvía, pero era una sensación extraordinaria.

A pesar de aquel clima frío, nuestros cuerpos ardían de deseo.

—Lyam —se escapó su nombre y pude ver la sonrisa que se formó en sus labios, por los cuales corría el agua.

Pasaron unos minutos muy placenteros y nuestros gemidos se intensificaron; le di gracias al cielo por el ruido de la lluvia.

No podía negar que escuchar gemir y gruñir a Lyam me volvía más loca, un hombre así era algo muy dificil de encontrar.

—Llename —pedí casi sin aliento, ya yo había llegado varias veces, y ya estaba deseando que lo hiciera él también.

Azotó con lo mano varias veces mi trasero por la excitación. Entró y salió repetidas veces de mi para poder cumplir mi petición.

Me embistió tan duro que cuando se corrió dentro de mí, las piernas ya me temblaban. Sentir lo caliente de su semen dentro de mí y el palpitar de su miembro era como una droga.

—La lluvia se puso de acuerdo —soltó casi suspirando por lo cual reí.

Era la verdad, miré al cielo y la lluvia estaba cesando, pero el sol seguía oculto entre las nubes grises.

—A lo mejor se lo pediste mucho al cielo —al escucharme se formó en sus labios una sonrisa burlona.

Allí permanecimos por un momento mientras nuestras respiraciones se calmaron.

—Llevame a la arena.

—Con gusto —agilmente me acomodo en sus brazos como si fuera una bebé.

Cuando llegamos a la orilla, se agachó y me coloco con cuidado en la arena. Él hizo lo mismo, se acomodó a mi lado y ambos nos dedicamos a observar el vaivén de las olas.

—Sophi —su voz llamo mi atención, de inmediato voltié a verlo.

—¿Si?.

—Temprano te pregunté si podíamos conversar algo... —esas simples palabras bastaron para acelerar mi corazón y ponerme súper nerviosa.

—Dime —un suspiro escapó de mis labios. No podía posponer más la conversación.

Pude notar notar que el también estaba nervioso por la vacilación de sus labios antes de hablar, no podía ser muy bueno lo que me diría.

—Sophia esto no puede seguir así, bueno yo no puedo seguir así —arrugué las cejas confundida, no entendía de que hablaba—. No puedo conformarme con esto, yo quiero todo contigo, no quiero ocultar lo que siento.

Mi boca se abrió levemente al escucharlo, de eso tenía miedo, por eso quería evadir el tema; ahora todo tenía sentido.

El silencio se hizo presente entre nosotros por unos segundos, estaba intentando articular palabra; no sabía que decirle.

—Lyam... —mi voz de apagó—. No podemos ser más que esto...



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