Llegada inesperada

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Nos quedamos en la habitación porque la abuela de Lyam se encontraba enferma. Ambos conversaron de muchas cosas por aproximadamente dos horas, yo solo hice comentarios cuando me lo pedían; no quería ser imprudente y no lo fui, pero basto una sola pregunta por parte de la señora Margaret para que el ambiente entrara en tensión.

—Hijo ¿Cuándo irás ha ver a tu padre? —la cara de Lyam se ensombreció de inmediato.

—Creo que nunca, no tengo porqué —contestó serio.

—Lyam, es tu padre —tomó la mano de este y lo miró fijamente a los ojos con un poco de preocupación.

—¿Y ella? Era mi madre y la mató —esta intentó decir algo, pero no la dejo—. Él también murió para mí aquel día —al escuchar aquellas palabras, lo miró asombrada.

—El rencor no es bueno mi niño.

—Lo sé, pero aún no puedo perdonar lo que hizo, han pasado poco más de once años y aún siento que fue ayer —dijo dejándola de mirarla para fijar la vista en su reloj de mano—. Ya es tarde abuela, será en otro momento que vuelva ¿Si?.

—Esta bien hijo, pero no olvides que te quiero —este asintió y la abrazó como despedida.

—Adiós señora Margaret —dije amablemente.

—Mejor tuteame querida, no me hagas sentir vieja —asentí dedicándole una sonrisa—. O mejor llámame abuela, ya que eres parte de la familia...

***

4 semanas después

Los días después de aquella noche pasarón volando, entre la universidad, visitas a la casa de la abuela, citas románticas, salidas con nuestros amigos y mucho más. En ese tiempo transcurrido conocí un poco más acerca de Lyam y su pasado. Me enteré que se fue de casa junto a su tío a los doce años ya que no soportaba vivir en el lugar donde ocurrió aquella desgracia, y también porque en la escuela le hacían bullying por lo ocurrido. Por fin supe el significado de su tatuaje; era la fecha de nacimiento y la fecha de muerte de su madre. Otra cosa que me sorprendió fue, enterarme que Lyam volvió a la ciudad de donde prácticamente huyó solo por mí, porque me extrañaba, algo que aveces me hacía sentir mal al recordar lo que me hice.

—¿Esta buena la novela? —preguntó a mi lado levantando una ceja.

—Buenisima que está —me centre nuevamente en la lectura.

Pude ver a Lyam acomodar su cabeza en medio de mis piernas y subir una mano por estás.

—Amor ya nos bañamos, recuerda que ahorita vamos a salir —protesté.

—No importa, nos volvemos a bañar. Además tú sigue leyendo que sigo en lo mío —dijo a tiempo que bajaba mi braga con cuidado.

La piel se me erizo cuando sentí su mano adentrarse en mi sexo, y luego acercó su boca en este. Empezó a lamerlo lentamente para luego al encontrarse con mi clítoris; aumentar el ritmo, el cual provocó un cosquilleo intenso en mi vientre.

—Amor —susurré tirando el libro hacia un lado y aferrando mis uñas en su espalda.

Este siguió deleitándose entre mis piernas y cuando sentí sus dedos adentrarse, gemí de placer.

—Lyam... —mi protesta solo consiguió que moviera su lengua aún más rápido; haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera—. Me vas a volver loca... —chillé haciéndolo parar.

Se incorporó, salió de la cama poniéndose de pie y se quitó la ropa, yo no perdí tiempo; lo observé de pies a cabeza.

—Vamos a bañarnos amor —me extendió la mano y nos dirigimos al baño.

Cuando entramos rápidamente me quité la ropa. Al tirarme en sus brazos, este me recibió gustoso; aguanto mis piernas con sus brazos para que no me cayera y enseguida comenzó a besarme. Entre besos, y caricias desenfrenadas hicimos el amor. Cada día era distinto; sentía que la pasión y el deseo se intensificaban en los dos.

—Amor voy a despedirme de Jess, te espero en la sala —grité para que me escuchara y sin esperar respuesta salí de mi habitación.

Busque a Jess por el departamento y la encontré en la cocina, preparándose un sandwich.

—Mis dos amores tienen hambre —la sonrisa de mi amiga se amplió cuando me vio escorar en el mesón.

—Si tenemos, cada día me da más hambre —cerró el pan y le dio un mordisco de inmediato.

—Ya falta poco —dije emocionada.

Ya Jess se encontraba en la semana 26 de gestación, todos esperábamos ansiosos la llegada de la bebé.

—Sí, ya quiero que llegue el día —sus ojos brillaron al decir esas palabras.

Cuando estaba por contestarle, escuché el timbre, así que salí corriendo hacia la puerta y la abrí.

Llegué a pensar que era Aiden, pero me equivoque y al ver quién era mi sonrisa se desvaneció por completo.

—Hola Sophia —dijo sonriente.

—Hola —contesté por educación, pero sin una pizca de emoción—. ¿Qué haces aquí?.

Eso era lo que quería saber ¿que carajos hacia ahí?. Cuando bien sabía que no lo quería ver ni en pintura.

—Alguien quería verte —Ethan se hizo a un lado y una chica apareció.

Tarde poco en reconocerla, pero cuando lo hice mi corazón empezó a latir con fuerza.

—¿Addi? —pregunté incrédula a ver su carita hermosa; esa que no veía desde que ella tenía siete años.

—Sí, soy yo, Addison —ambas nos acercamos y nos abrazamos muy fuerte.

Las lágrimas se hicieron presentes en aquel momento, seguía sin creer que mi hermana estuviera allí. Ya había crecido mucho, tanto que casi alcanzaba mi estatura, sus cabellos ya no eran largos como cuando era una niña, ahora los llevaba más abajo de los hombros y sus ojos, seguían siendo dos luceros que me alegraban al verlos.

—Te extrañe tanto —dije entre sollozos.

—Y yo a ti hermana —me separé un momento y la miré de pies a cabeza sin poder creer que era ella.

Pero de pronto el miedo golpeó mi cabeza sin piedad.

—Addi ¿Cómo llegaste aquí? ¿Alguien te siguió? —pregunté asustada mirando por el pasillo con temor a que apareciera en cualquier momento y nos pudiera hacer daño....














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