Su juego

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En la oscuridad del lugar pude ver en el juego de caballos un cartel gigante con palabras escritas en rojo. Entonces agarrando todo el valor que tenía me acerque un poco para ver mejor.

Reglas del juego:

1.El juego empieza al cruzar la línea amarilla.

2.No puedes huir luego de iniciar.

3.Gana quien sobreviva.

El miedo recorrió mi cuerpo ante aquella regla, la verdad no quería morir, pero no tenía de otra para salvar a mi hermana.

4.Si traes algún invitado sera parte del juego y deberá seguir las reglas.

Ahí entendí que estuvo bien no decirle a nadie, eso era entre nosotros; no podía involucrar a alguien más sabiendo que podría salir herido.

Respiré profundo y a pasos lentos crucé la línea amarilla que estaba pintada en un gran césped; tan alto que juraría que no lo habían cortado en años.

Con cada paso que daba sentía un incómodo cosquilleo en mi pecho. Veía poco con las luces de los juegos que por las sombras de la noche, provocaban terror. El susurro del viento acariciaba mis oídos y el frío no me estaba ayudando en nada. Más cuando di otro paso cercano al juego de tasas, alguien apareció a una distancia muy corta de mí. Levante la cara enseguida, se trataba de un payaso muy feo, así como el una vez se disfrazó.

Al ver el cuchillo en su mano salí corriendo sin pensarlo dos veces y como era de esperarlo, me siguió.

Cuando ya habían pasado alrededor de quince minutos de estar corriendo y escondiéndome, sentía que mi pecho iba ha estallar, estaba tan agitada que ya se me dificultaba respirar.

-No vas a llegar muy lejos -dijo muy cerca, ahí me di cuenta por su voz; que no era él.

Al escuchar sus pasos acercarse intenté seguir, pero algo se me enredo en los pies provocando que cayera, tuve que ahogar un quejido de dolor causado por el golpe que me di en la cara y que hizo sangrar mi frente; porque justo ahí me di con una piedra, en vez de lloriquear me quite como pude la cuerda que me detenía y a gatas me adentré en la casa embrujada ya que no tenía más opciones.

Todo estaba a oscuras, no había ni una luz, nada que me permitiera guiarme. Cuando me puse de pie, di un brinco al sentir algo pasar por mis dedos.

-Si te rindes todo será mucho más fácil -la cercanía de su voz me hizo temblar.

Apresuradamente avance a ciegas por el lugar, él ya estaba dentro, podía sentir su presencia y eso me asustaba a pesar de hacerme la fuerte.

Como el gato y el ratón nos mantuvimos por mucho rato más, hasta que me sorprendió tomándome por el brazo, intenté safarme de su agarre, pero era inútil.

-No por favor -suplique al sentir la punta del cuchillo en mi cuello-. No me hagas daño por favor... -callé cuando esté presionó aún más.

Como pude empecé a forcejear, tomé entre mis manos aquel cuchillo, pero él no lo soltaba y con eso parte de mis dedos salieron lastimados.

-Ahg! -gritó, y se apartó; el también se había cortado.

Entonces aproveche el momento, salí corriendo hacia la salida de la casa embrujada y cuando llegue afuera me adentré en la casa de los espejo porque noté que había otro sujeto. A diferencia del otro lugar, ese si tenía algunas luces. Con pasos rápidos avance, verlo todo reflejado en los espejos me provocaba algo de pavor. El crujir de las maderas con cada paso que daba no me estaba ayudando, ya que hacían muchísimo ruido.

Al pasar varios minutos me sentía más nerviosa por el silencio existente, pero me mantenía alerta y de pronto las luces se apagaron, de inmediato retrocedí par de pasos. Entonces mi espalda choco contra algo.

-Hola pequeña -su voz áspera me hizo temblar y más aún cuando las luces se volvieron a encender pudiendo verlo.

En ese preciso momento los recuerdos querían nublar mi mente, pero no lo permití, sería muy estúpido de mi parte dejar que se saliera con suya.

Cuando intenté huir me tomó con fuerza de los hombros impidiendo que avanzara.

-Tantos años sin verte, pequeña Sophia...

-Por favor no me hagas daño -supliqué mirándolo a los ojos, esos que me veían fríos y llenos de maldad-. Te lo ruego no me hagas daño... ¿Dónde está Addison?.

-Esa traidora ya te la mostraré.

Este apretó más fuerte su agarre arrastrándome hasta el fondo del lugar, se detuvo frente a una puerta y la abrió. Mis ojos se agrandaron al verla arrodillada en el suelo, con sus manos atadas al igual que sus pies y en su boca reposaba un pañuelo que le impedía hablar. Verla como estuve un día me destrozó el corazón, la verdad hubiera dado todo por cambiarla de lugar.

-Sueltala por favor, yo tomaré su lugar, pero déjala ir -supliqué.

-¡No!.

-¿Qué?¿Por qué no? -pregunté sin obtener respuesta-. Eres un desgraciado ¿Cómo eres capaz de hacerle eso a tu propia hija? -grité por la mezcla de impotencia y rabia.

-Es el precio que debe pagar por preferir irse contigo en vez de quedarse con su familia...

-¿Cuál familia? Lo que ustedes tienen no puede llamarse así, además ¿Qué te hice yo?¿Por qué te enseñaste conmigo? -lo miré con la ceja alzada, esperando su respuesta.

Esa respuesta que siempre había esperado ¿Por qué tanto odio hacia mi?¿Qué fue lo que hice para merecer todo eso?.

Cicatrices Donde viven las historias. Descúbrelo ahora