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Me paso la mañana entera ayudando a mi padre a limpiar toda la casa

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Me paso la mañana entera ayudando a mi padre a limpiar toda la casa. 

Papá quería apartar cosas innecesarias que tenía mamá y dejarlas en una caja de recuerdo; no quería romperlo ni tirarlo y la mejor opción es dejarlo todo en cajas en el trastero. 

Me daba pena tener que guardarlo, pero era peor si cada mañana lo veía por casa. 

Todo el dolor y recuerdo que tenía al encontrarme a la vista cosas de mamá, me hacía sentir mal. Muy mal. 

Estuvimos organizándolo todo sin mirarnos, sin hablar, sin soltar ningún comentario de ningún tipo. En algunas ocasiones quise hacerlo, pero solo de ver el rostro de papá sabía que no era el momento. 

Las imágenes de él, tumbado en el sofá viendo videos de mamá, me rondan por la cabeza y se me hace un nudo en la garganta. 

Sé que no lo ha superado. Yo tampoco. 

No olvidaré nunca el accidente que tuvo mamá. 

Nunca.

Respiro hondo e intento olvidarlo. 

Al terminar de dejarlo todo en el trastero hago un esfuerzo para no derrumbarme. Subo las escaleras, me meto en el cuarto de baño de mi habitación, cierro la puerta y me miro. 

Dejo que las lágrimas mojen mi rostro y me tapo la cara. 

Me apoyo en la puerta del baño y dejo escapar todo el dolor que me trago cada día. Dejo que fluya, que me desahogue todo lo que pueda.  

Además, no quiero que me vean como una persona débil. 

Siempre me han dicho que las personas que lloran son débiles, por eso no quiero mostrar a nadie lo mal que estoy. 

Si estuviera Celia en estos momentos conmigo me diría que no esté así. Ella es la única persona que me hace brillar. 

Respiro todas las veces que hagan falta hasta que me tranquilizo. 

Me levanto y suspiro. 

Tengo que salir de casa y que me dé el aire.


—¿Me has seguido?

Chico alto con el pelo rapado. No tenía que ser otro.

—¿Beatriz?

—¿Cody? —entrecierro los ojos y me muevo de lado—. ¿No llevarás a tus amigos "tocapelotas" verdad?

—Sabía que algún día ibas a estar por aquí—suelta esa sonrisa contagiosa—. ¿Estás sola?

Niego.

—Tengo compañía—le enseño el libro que llevo entre las manos—. Mejor que un libro no hay nada.

—¿Vienes a Dunkin Donuts para leer? —se acomoda en la silla del frente—. Suena interesante.

Leer en mi cafetería favorita es lo que me hace brillar un sábado por la mañana.

El amor por el dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora