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Papá, hace dos meses, decidió hablar seriamente conmigo

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Papá, hace dos meses, decidió hablar seriamente conmigo. 

Al fin acepté y decidimos hoy, cinco de junio, ir a visitar a mamá al cementerio. He tenido mucho tiempo para pensarlo y procesarlo. 

Por otra parte, las clases ya han terminado y los exámenes ya han finalizado. 

La llegada de junio ha sido inesperada. Así que, hasta el próximo septiembre, no iré. 

Voy a tener más tiempo de ir más de seguido aquí.

Desde marzo que mamá murió, no fuimos más de una vez a visitarla. Hoy he tenido las fuerzas, junto a papá, de ir al cementerio. 

Al llegar allí, respiro hondo antes de entrar. 

Observo a mi padre y con una sonrisa le indico que puede ir él primero. Me quedo unos metros atrás y me miro las manos. 

Estoy temblando.

Ver tantas tumbas de gente que ya no está en este mundo me arde el pecho.

Me estremece ver a papá levantado mirando la tumba de mamá mientras le cuenta su vida sin ella, o la vida que ha tenido que soportar desde que mamá no está. 

Sin embargo, él no es de llorar, pero ahora mismo lo está haciendo.

Al instante, se limpia los ojos con un pañuelo y me indica que ya es mi turno.  Papá se queda al lado del árbol donde estaba yo antes y me sonríe para que me tranquilice. 

Veo la tumba de mamá y me siento a lado.

  Ingrid Clinton
1984-2022

Respiro hondo antes de hablar.

—Hola mamá—trago saliva—. No sé por dónde empezar.

Intento tranquilizarme.

—Cuando tuviste el accidente en coche y lo supimos, se me rompió el corazón. Papá se volvió loco. Lo que menos quería que pasara era perderte y al final es eso lo que pasó.

Me muerdo el labio inferior.

—Te perdimos mamá y pasó tan rápido...—me paso las manos por la cara—. Creo que papá es el que más ha sufrido. Ahora veo que lo lleva mucho mejor, pero...—me aclaro la garganta—. Lo noto raro y tengo miedo.

El viento sopla hacía mí.

—Tengo mucho miedo—volteo para ver a papá y desde lejos me sonríe. Le imito y vuelvo a mirar la tumba de mamá. Me cruzo de piernas y observo su nombre en la tumba—. Te echo de menos.

Una lágrima recorre mi mejilla mientras me la moja. Me muerdo el labio interior tembloroso mientras jugueteo con una piedra pequeña.

—Te tengo que contar tantas cosas....

Me limpio el rostro y la vuelvo a mirar.

—Papá consiguió trabajo—sonrío—. En una empresa que al parecer es de un amigo de la infancia.

Me tapo la boca, perdiendo el control mientras mis lágrimas recorren todo mi rostro.

—Perdón, pero me cuesta hablarte así—suspiro—. Te echo mucho de menos. No sé cómo hacer las cosas, sin ti. Ojalá estuvieras conmigo y me abrazaras como siempre.

Me limpio los ojos y me aclaro la garganta. Respiro hondo antes de volver a hablar.

—Lo siento mamá, pero aún estoy igual. Sé que te vas a enfadar conmigo, pero aún no tengo autoestima—me mojo los labios—. Me siento inferior en muchos casos.

De la nada aparece una pequeña mariposa azul, interrumpiendo mis jugueteos con la piedra pequeña. 

Al ver la mariposa tan pequeña como me hace apartarme de la piedra y quedándose apoyada en mi mano, aparece un gran nudo en mi garganta.

—¿Qué me intentas decir?

La mariposa vuela a mi alrededor y hace que se me dibuje una sonrisa en el rostro.

—Te quiero—La mariposa azul vuela hacia la tumba de mamá—. Siempre lo haré.

Empieza a moverse a su alrededor y hace que saque el móvil para hacerle una fotografía.

—Mamá—acerco una mano a su tumba y la acaricio con muchísimas más ganas de llorar—. Tú me viste nacer y yo te vi morir.


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