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                                                                     Michael

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                                                                     Michael


Entro a mi habitación y la cierro. 

Muy lentamente la dejo, cogiéndole de la cabeza, en mi cama. 

Me pongo las manos en la cabeza y hago una mueca. Se ha manchado el vestido de alcohol y lo tiene todo mojado. Con cuidado de que no se despierte, se lo quito. 

Con suavidad, me decido a quitarle los tirantes del vestido y lo acerco hacia mí. Su vestido se desliza y me deja ver su cuerpo desnudo. 

Por una vez intento mantenerme y no mirar tanto sin su consentimiento. 

Lo doblo y lo dejo en una silla a mi derecha. Hago lo mismo con sus sandalias blancas. 

Abro las sábanas y la cubro con cuidado. Prefiero que esté cómoda cuando se levante. 

Me separo de ella sin hacer ruido, pero ya me ha oído.

—¿Quién eres?

Aprieto la mandíbula girándome hacia ella.

—Deberías dormir.

Me reconoce al instante.

—¿Por qué me llevas aquí? —suelta esa risita de niña pequeña que tanto me irrita—. Estaba bailando.

—Estás borracha—le confieso—. Duerme.

—No tengo sueño.

—Me da igual—digo—. Duérmete de una vez.

Parpadea muy lentamente.

—¿Me vas a dejar sola?

Suspiro.

—Si.

—¿Y si entra alguien?

—Nadie va a entrar.

Arqueo una ceja parpadeando muy lentamente.

—En mi habitación no entra nadie.

—Si, yo, yo he entrado—confirma con una sonrisa borracha.

Como se nota que va borracha.

—Venga, déjate de tonterías.

Gruñe y se deja caer. 

La vuelvo a observar y ha cerrado los ojos. Bufo y me pongo las manos en la cara. 

Joder, por fin.

Me siento en la silla del frente y me quedo observándola. 

El color blanco de las sábanas favorece su piel clara. Sin embargo, mueve su mano para apartar su pelo rubio de la cara. 

Oigo unos gritos exagerados fuera de mi habitación que me llaman la atención. Sin pensármelo dos veces, salgo al balcón como una bala. 

El amor por el dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora