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Oigo a los pájaros cantar

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Oigo a los pájaros cantar.

El viento me envuelve y hace estremecerme. Las hojas de los árboles se mueven con un sonido tranquilo.

Al levantarme un poco, noto un dolor de cabeza. Un dolor por todas partes.

Abro los ojos y veo borroso.

Me paso la mano por los ojos y vuelvo a abrirlos.  Observo donde estoy y me pongo la mano en la boca. Esta no es mi habitación.

Me levanto de inmediato.

Mi corazón se acelera rápidamente al no recordar nada de ayer y de que hago aquí.

Me pongo las manos a la cabeza y mi corazón se asusta cuando capto en que habitación estoy.

Mierda, es la habitación de Michael.  ¿Cómo he llegado aquí?

—Que dolor de cabeza—digo en un susurro. Me deshago de las sábanas fresquitas y abro los ojos como platos al verme simplemente con ropa interior—. Ay, mi madre.

Abro el primer armario que encuentro y pillo lo primero que veo.

Cojo una camiseta y la analizo entrecerrando los ojos. Me la pongo de inmediato y me aparto el pelo de la cara. Rebusco por toda la habitación el móvil sin éxito.

Respiro hondo recordando algo que pasó ayer, pero nada, no recuerdo nada. Abro la puerta de su habitación con cuidado y sin hacer ruido, salgo de ella a puntillas. Recorro el pasillo lentamente y bajo las escaleras hasta la cocina.

Encuentro al chico con tatuajes de espaldas, preparándose un colacao.

—Hola —digo un poco nerviosa.

Se da la vuelta y me observa.

—Hola—murmura levantando las cejas y observándome de arriba a abajo. Tengo suerte de que su camiseta azul no me deja ver absolutamente nada. Es bastante larga como para que no vea mis bragas—. Me suena esa camiseta.

Levanto los hombros sin remedio.

Trago saliva e ignoro la incomodidad que siento ahora mismo.

Me acerco a la cocina y me siento en la silla al lado del mármol.

Michael vuelve a darme la espalda y abre la nevera.

—¿Qué hago aquí?

—Ayer ibas borracha.

—Ya—hago una mueca—. No... no recuerdo mucho.

Deja en el mármol una botella de leche.

—¿Y mi vestido? —vuelvo a preguntar.

—Te lo tuve que quitar—me mira a los ojos—. Estaba sucio. De alcohol.

—¿Y dónde está ahora?

El amor por el dineroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora