Capítulo 7

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Sentí como si estuviera acostada en una nube hecha de seda. Fruncí el ceño, abriendo los ojos. Mi cama no era así de cómoda, y mis sábanas no estaban hechas de seda, satén o lo que sea que fuese esta cosa brillante y resbaladiza. Me senté, mirando toda la
habitación, desorientada. Se parecía a mi habitación pero más rica de alguna manera.
Me bajé de la cama alta. El momento en que mis pies tocaron el frío suelo de madera, recuerdos se precipitaron en mi cabeza. Jadeé al recordar la tierra congelándose y el carro explotando del suelo. Tracé mis temblorosos labios con mis dedos. ¡Él me besó! Bueno, algo así.
Me sentía diferente, más ligera de alguna manera. Por primera vez en mi vida me había despertado sin necesidad de presiones. No estaba hambrienta o sedienta, nada me dolía; me sentía eufórica.
Era enervante. Mis manos temblaban y mi corazón latía tan rápido que pensé que saldría fuera de mi pecho. Tragué saliva, recordando al hombre que me había secuestrado. Desabroché mi teléfono de mi cinturón. Eran las cuatro y cuarenta y cuatro. ¿Había estado inconsciente durante seis horas? Traté de llamar al 911, pero no podía conseguir señal. Caminé por toda la habitación, manteniendo un ojo en mi teléfono. No hubo suerte.
Estudié mi reflejo en un espejo de cuerpo entero que colgaba de la puerta. La tela de mi vestido blanco estaba de alguna manera intacta luego de mi lucha en el parque. Los rasguños en mis piernas hechas por el hielo habían desaparecido; no tenía ningún moretón de la caída o siquiera un pelo de mi cabeza fuera de lugar. Revisé mis uñas, esperando verlas rotas, desiguales y sangrientas. Estaban perfectas. Fruncí el ceño, estudiándolas más de cerca. Mi esmalte transparente había sido incluso restaurado. Solo mis labios estaban diferentes. Estaban tan rojos como una granada y suaves al tacto.
-¿Qué diablos?
Me sorprendí al encontrar que la puerta no estaba cerrada. La abrí y salí a un pasillo enorme que parecía haber sido tallado en ébano. Ni una sola huella arruinaba la reluciente superficie o la plateada tapicería. El piso era un tablero de mármol blanco y negro. Miré hacia arriba, curiosa por si el techo también estaba hecho de mármol, pero no pude saberlo porque estaba muy por encima de mi cabeza.
Memoricé cada detalle, buscando algo que pudiera ayudarme a identificar este lugar con los policías. No podía pensar en un solo edificio en Atenas que fuera de esta altura. ¿Me había llevado a otra ciudad? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? Miré la hora en mi teléfono nuevamente: las cuatro y cuarenta y cuatro.
Debe estar roto. Habría sido más sorprendente si no hubiera estado dañado luego de lo sucedido, pero mientras me desplazaba por la pantalla todo parecía funcionar.
Di pasos lentos y cuidadosos, sabiendo que en un pasillo cavernoso como este mis pasos resonarían. No vi ninguna lámpara y me pregunté cómo los pasillos estaban iluminados. El pasillo no estaba oscuro ni iluminado; la luz solo... existía.
Escuché voces alzándose. ¡Eso suena a mi mamá! Corrí hacia las voces y me detuve afuera de una puerta entreabierta, mirando a escondidas, indecisa.
-... ¿debería haber dejado que Bóreas la llevara? -La voz de Hades retumbó por la pequeña habitación, haciendo eco en los paneles de madera de la pared.
Mi madre, me detuve; no era mi madre. Era una imagen de ella, con colores desvaídos. Su forma vacilaba, un tapiz rojo se hacía visible tras ella, luego se solidificó. Sus labios estaban apretados de rabia.
-¡Claro que no! Pero lo que hiciste fue...
-Nada menos que un milagro, Deméter. Quizás deberías darme las gracias por molestarme.
-Es el porqué te molestaste lo que me asusta, Hades. -Hizo un gesto exasperado con sus manos-. Lo que hiciste fue... -Se interrumpió con un suspiro-. Solo me hubieras mandado a llamar. Yo podría haber...
-Hecho absolutamente nada -espetó Hades. El suave resplandor de las lámparas jugó sobre su rostro. La habitación entera estaba teñida de un rojo por las pantallas-. Apenas tienes el poder de matar a una mosca.
-Pero tú...
-¡Estaría mejor muerta! -tronó Hades-. ¿No lo entiendes? Ninguno de ustedes vio a Oritía luego que él hubiera finalizado con ella, ¡solo yo! Prácticamente tuve que ahogarla en el Lete para borrar esos recuerdos; ¡ya no queda nada de ella! ¿Ese es el destino que hubieras preferido para tu hija, Deméter? Porque eso hubiera pasado si yo te hubiera hecho llamar.
-¿Estoy... muerta? -Mi voz temblaba cuando entré a la habitación. Silencio descendió en la habitación mientras ambos me miraban. Me sentí como un insecto siendo examinado en un frasco. Respiré hondo y me erguí para estar parada a mi altura completa, apretando mis puños para que mis manos temblorosas no delataran mi miedo. Levanté mi barbilla y me encontré con la mirada de Hades, con lo que yo esperaba que fuese una expresión de aburrimiento en mi rostro, pero que probablemente lucía más como un venado atrapado por los faros.
-Perséfone. -Mi mamá respiró, su rostro relajándose-. Gracias a Dios que estás bien.
Traté de apartar mi mirada de Hades para mirarla, pero era difícil. Nunca había visto a alguien que se viera como él. Estrellas de cine, modelos, ellos palidecían en comparación, y tan aterrada como estaba por haber muerto, no podía dejar de mirarlo.
¿En serio? Bien podría ser el diablo. Con ese pensamiento reconfortante llevé mi cabeza hacia un lado y miré a mi madre.
-¿Estoy muerta? -pregunté de nuevo, suprimiendo el tono de pánico en mi voz. Estar muerta explicaría muchas cosas.
-No estás muerta -habló Hades, dirigiendo mi atención de vuelta a él como una banda de goma. Sus labios se curvaron en una sonrisa sardónica-. Gracias a mi intercesión.
Entrecerré mis ojos en disgusto. Así que él era uno de esos chicos.
-¿Así que tengo que darte las gracias por golpearme y arrastrarme hasta aquí en contra de mi voluntad? ¿Dónde estoy, y cómo vuelvo a casa?
-¡Oye, te salvé! -Hades miró hacia atrás y adelante, de mi madre a mí-. Ninguna buena obra, ¿eh?
-No sentí como si hubiera sido rescatada, ¡se sintió como un secuestro! ¡Tú me besaste!
-Acerca de eso... -Mi madre fulminó a Hades.
-Cálmate, Deméter. Esa era la única forma de traerla hasta aquí abajo y lo sabes.
-¿Dónde es "aquí"?
-Estás en el Inframundo. -La voz de mi mamá era gentil-. Pero no estás muerta. Hades ha hecho lo posible para que puedas viajar entre ambos planos.
-Oh -dije, asintiendo como si entendiese-. ¿Puedo ir a casa ahora? - Miré a Hades y agregué de mala gana:
-¿Por favor?
-Puedes ir y venir cuando quieras, pero no creo que eso sea sabio. Has llamado la atención del dios Bóreas. Trató de someterte, pero fui capaz de intervenir. La próxima vez puede que no tengas tanta suerte.
-¿Próxima vez? -No me gustó el sonido de eso.
-Bóreas no es fácil de disuadir una vez que ve algo que quiere -explicó mi mamá-. Es el Dios del Invierno, así que su poder está al máximo ahora. Pero podemos tomar precauciones para mantenerte a salvo hasta que el invierno haya pasado.
-La mejor precaución que puedes tomar es dejarla conmigo -intervino Hades-. Ningún dios puede venir tras ella en el Inframundo.
-¿No puedes hacer algo? -pregunté a mi mamá-. Es decir, eres la Diosa de la Naturaleza, ¿no? ¿Acaso eso no te da poder sobre el invierno?
-Su dominio es sobre los elementos del invierno, no la vida que persiste durante su reinado. Es mejor cuando trabajamos en armonía, pero hace tiempo que el equilibrio se ha perdido. El invierno destruye la vida. La muerte siempre tiene más seguidores que la vida. -Miró significativamente a Hades-. Las personas están asustadas de ella. Para nuestros propósitos, el miedo se traduce en adoración. Bóreas fue difícil de controlar cuando había equilibrio...
-¡Difícil! -resopló Hades-. Eso es un eufemismo, como mínimo. -¿Así que ha hecho algo así antes? -pregunté.
-A una princesa ateniense de una belleza única llamada Oritía -contó Hades en tono cortante-. Aunque ella palidece en comparación a ti.
-Bueno, por supuesto, ella era humana -dijo mi madre.
Parpadeé sorprendida. ¿Era eso desdén en su voz? Estaba tan sorprendida por su asco por la especie con la que más me identificaba que casi me perdí del resto de la historia.
-Ella estaba bailando junto al Río Ilisos cuando Bóreas descendió al claro, congelando todo a su paso -continuó Hades-. Él la capturó en una nube para su uso personal hasta su muerte meses después. La arrojó de vuelta al Ilisos como si nada malo hubiera pasado. Tú, mi querida, no tendrías el lujo de morir.
-Oh -susurré. Miré a mi mamá, que estaba observando a Hades con una expresión indescifrable en su rostro.
-Ella puede quedarse en el Inframundo -dijo mi mamá- cada invierno hasta que Bóreas se canse o hasta que ella tenga sus poderes.
-Que así sea -coincidió Hades.
-¡Esperen un minuto! -protesté-. ¿Acaso no tengo voz en esto?
-No realmente -respondió mamá-. Como tu madre...
-Me mentiste toda mi vida, ¿y ahora estás jugando la carta de madre?
-Dije que eres bienvenida a salir en cualquier momento, y lo dije en serio. - La voz de Hades se alzó para ahogar las nuestras-. No, Deméter -cortó la protesta de mi madre-. No la mantendré aquí en contra de su voluntad.
-Gracias. -Traté de no sonar sorprendida.
Sus ojos azules eléctricos quemaron los míos.
-Antes de que tomes una decisión, déjame mostrarte algo.
-No. -La voz de mi mamá era severa.
-No voy a endulzar esto, Deméter. Ella necesita tomar una decisión de manera consciente.
Una delgada chica de cabello oscuro entró a la habitación, como si alguien hubiera dado una señal silenciosa. Guiaba cuidadosamente a una figura encorvada y temblorosa.
-Oritía. -Hades sonó gentil-. Me gustaría que conozcas a alguien.
La pequeña figura miró hacia arriba, y apenas logré retener un grito ahogado.
-Hola. -La palabra era lenta y cuidadosa, como si no estuviese segura del idioma. Su rostro estaba desprovisto de emociones y parecía cambiar mientras yo miraba. Sus rasgos se modificaron y volvieron a modificarse como si no pudieran alinearse del todo. Luego de un momento ella se parecía a mí. La expresión en blanco en mi rostro me había hecho estremecer.
-Oritía -murmuró Hades-, ¿puedes contarle a Perséfone un poco acerca de ti?
Sus ojos vacíos se encontraron con los de él.
-¿De mí? -Ella probó la palabra y luego se quedó mirando el suelo con el rostro en blanco-. ¿Soy Oritía?
-Sí.
Ella le sonrió, con su rostro cambiando a sus rasgos. Si a Hades le molestaba el reflejo inusual, no lo demostró.
-Me gusta bailar. -Una sonrisa iluminó su rostro. Vi un destello de lo bella que había sido, luego su visión se nubló y sus rasgos comenzaron a cambiar.
Hades asintió y la chica de cabello negro la guió afuera.
-Una eternidad, ¿lo comprendes? Para ella, una eternidad de eso fue mejor que cualquier rastro de memoria de su tiempo con Bóreas.
Me sentí mal del estómago.
-Tengo condiciones. -Mi voz era débil y quebradiza.
Hades levantó una ceja.
-No eres la que tiene derecho.
Reuní confianza y miré a mi madre.
-No nos mudaremos.
-Pirítoo...
-Es mortal y tú eres una diosa. Has lo que tengas que hacer, pero no me iré de Atenas.
Sus ojos brillaron en desafío.
-No sé qué piensas que ha cambiado en estas veinticuatro horas, pero aún soy tu madre. Es mejor que modifiques ese tono, señorita.
Miré con furia el suelo, incapaz de mirarla a los ojos.
Esperó hasta que estuve segura de que no objetaría antes de continuar.
-Haré todo lo que esté en mi poder para asegurar que permanezcamos en Atenas. -Alcé mi vista para verla y ella me dio una pequeña sonrisa-. Sé que estás enojada conmigo ahora mismo, pero no puedes creer que quiero verte forzada a salir de nuestro hogar.
-Gracias -dije aliviada-. Esta solución es a corto plazo en el mejor de los casos. Quiero ser capaz de defenderme de cualquier amenaza futura.
-Tus poderes no se desarrollarán hasta que...
-Lo sé, pero quiero saber cómo utilizarlos cuando aparezcan. Mientras tanto, un poco de entrenamiento de autodefensa...
Hades rió.
-Eso no haría ni una abolladura a Bóreas.
-A ti te frenó. -Hice un gesto hacia los arañazos decorando su rostro angular.
-Yo no estaba tratando de hacerte daño.
-Lo que sea -dije irritada-. Pirítoo es humano. También lo son esos espeluznantes chicos... -Me interrumpí cuando vi la mirada alarmada de mi madre-. En cualquier caso... -Hice un esfuerzo para infundir respeto en mi tono-. Estoy segura de que no tienes escasez de guerreros ninjas muertos o algo aquí abajo. No espero convertirme en algún tipo de gladiador, pero quiero ser capaz de defenderme.
Vi un brillo en sus ojos cuando asintió. Me hubiera gustado pensar que era respeto, pero era más probable que fuese diversión.
-¿Algo más?
Lo miré con sorpresa. ¡Los arañazos se habían ido! ¿En serio, Perséfone? ¿Eso es lo que te sorprende acerca de toda esta situación? Tenía un punto. Estaba en el Inframundo, hablando a un dios. Heridas que se curasen solas no debería sorprenderme a este punto.
-Me gustaría saber quién está aún por ahí... ¿en la parte superior? -Le di a mi mamá una mirada inquisitiva. ¿Cuán patético era no saber cómo llamar a mi propio reino? Ella asintió hacia mí, así que continué:
-No quiero accidentalmente llamar la atención de alguien cuando regrese a casa.
-Eso se puede arreglar. ¿Es todo?
-Um... -Me sentía una tonta por preguntar, pero era importante-. ¿Cuánto dura el invierno?
-Desde el solsticio de invierno hasta el equinoccio de primavera. -Le di una mirada en blanco y él suspiró pesadamente-. Este año es desde el veintiuno de diciembre hasta el veintiuno de marzo. Desde la medianoche hasta el mediodía.
-Tres meses. Puedo hacerlo. -Levanté mi cabeza cuando se me ocurrió un pensamiento-. El tiempo pasa lo mismo que en el reino mortal, ¿verdad?
Él me dio una mirada incrédula.
-¿Perdón?
-Cuando vuelva no será como miles de años después, ¿no? Levantó una ceja y negó.
-Um... no, no hay peligro de eso.
-¿Y él no puede venir hasta aquí? ¿Estás seguro?
-Oh, somos buenos engañando. Solo no podemos decir palabras que no sean verdaderas. Podría desentrañar toda la creación.
Parpadeé. Eso sonaba serio.
-Si te digo que estás segura, estás tan segura como puedes estarlo, ¿está bien?
Salté cuando Hades puso una mano en mi hombro. Mis ojos se encontraron con los suyos y mi corazón cayó a mi estómago. Nadie debería verse tan bien.
-Puedes confiar en mí, ¿está bien?
Había algo en su expresión que me hizo creer en él. -Está bien. Me quedaré.
-Está decidido entonces -dijo mi madre-. Perséfone se quedará aquí por el invierno, pero Hades... -Su voz adquirió un tono agudo-. Si siquiera le pones una mano encima...
-¡Por favor! -se burló Hades-. Ella es una niña incluso para los estándares mortales. Lo que hice no significa nada.
-¿Lo que hiciste? -pregunté.
-Cuando respiré mi esencia en ti -Parpadeé, recordando el extraño beso-, te dio la habilidad de entrar al Inframundo sin morir, y regresar de mi reino ilesa -dudó-. También te marcó como mi esposa.
-¿Qué? -grité. Debía estar soñando. No, había destrozado mi auto cuando Melissa y yo estábamos conduciendo al concierto. Estaba en coma en algún lado teniendo sueños dementes. Pirítoo, lo de ser diosa, el ataque de hielo, no había sido real. Eso tiene mucho más sentido.
-No significa nada. -Hades parecía nervioso-. En título, tú eres mi esposa, y reina de este reino, pero no significa nada. Al igual que el casamiento entre Zeus y Hera. -Él envió una mirada significativa en dirección a mi mamá.
Me pellizqué el brazo, frunciendo el ceño cuando dolió. Quizás los sueños podían lastimarte cuando estabas en coma. Podría estar atrapada, preguntándome eternamente si algo de esto era real hasta que perdiese mi mente.
Mamá sostuvo su barbilla en alto.
-Me gustaría un momento a solas con mi hija.
-Por supuesto. -Hades hizo una reverencia burlona y salió de la habitación.
Mi madre esperó hasta que sus pasos se desvanecieron en el pasillo para hablar.
-No puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti.
Mis hombros se desplomaron.
-No soy así de creativa. -No podría imaginar algo así de loco. Había fallado en cada tarea de escritura creativa que mis profesores habían puesto en mi camino.
Claro, ahora que pensaba en ello, podría tener algo que ver con mi inhabilidad de mentir.
-¿Qué?
Parpadeé para contener las lágrimas. -Mamá, estoy asustada.
-Lo sé, pero estás más segura allí.
¿Más segura, no segura? Miré a mi mamá, preguntándome qué más no me estaba diciendo. No puedo confiar en ella. Ese pensamiento me hizo sentir enferma. Si esto estaba sucediendo realmente, si no estaba coma, acostada en una sala en algún lugar, entonces ella nunca había sido honesta conmigo, aunque pudiese mentir o no.
-Lo sé, pero...
-Una vez que obtengas tus poderes, ya no tendrás más que esconderte. -¿Qué poderes? Soy una diosa, pero, ¿qué puedo hacer?
-Serás capaz de hacer muchas cosas. Eres la primavera. Todo es nuevo en la primavera otra vez; las plantas, los animales...
-¿Puedo controlar a los animales?
Ella frunció.
-No, eso es de otro dios. Piensa más en las líneas de las plantas. -¡Podría erradicar el hambre del mundo!
-En realidad soy la Diosa de la Agricultura, y créeme, la tierra crece lo suficiente para alimentar a todos. Son los humanos los que no han aprendido a compartir.
Me quedé mirándola, desanimada. Lo único que podía hacer era hacer florecer algunas flores bonitas.
-No quiero quedarme.
-Lo sé, pero el tiempo pasará volando antes que lo notes. Me encargaré de resolver todo con tu escuela. -Me sonrió-. Te amo, Perséfone. Tú eres todo mi mundo.
-Yo también te amo, mamá.
Ella sonrió y su imagen parpadeó de nuevo.
-Me tengo que ir. Si me necesitas, Hades sabe cómo hacer esto. -Señaló su imagen oscilante-. Pero necesita mucho poder, así que...
La miré con incredulidad. Realmente iba a estar sola aquí abajo.
-¿No puedo hablar contigo o con Melissa o con nadie de la superficie?
-Puedes, pero es costoso. El poder es todo lo que nos mantiene vivos, cariño. Debemos ser cuidadosos. Pero si me necesitas, podemos hacer esto, o caminar en sueños, o... -Su imagen desapareció y luego volvió-. Lo siento, debo irme. Te amo.
Ella sostuvo su palma en alto. Alcé mi palma, poniéndola contra la de ella, y por un breve instante casi pude sentir su mano contra la mía. Luego mi madre había desaparecido.
Caí de rodillas y lloré.

Persephone. Hija de ZeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora