Capítulo 14

1.4K 88 6
                                    

—No tienes ningun talento para caminar en sueños —siseó Hipnos con frustración.
—Diré —refunfuñó Hades desde el diván.
—Tal vez mi destino estuviera realmente dormido —repliqué.
—Solo puedo dormir mucho en un día. Si duermo más tiempo voy a estar en estado de coma.
—Vamos a intentarlo otra vez —suspiró Hipnos—. Hades, duerme.
Hades misericordiosamente se quedó en silencio, y me hundí en el suave sofá de cuero. La habitación que Hipnos había elegido para enseñarme a caminar en sueños parecía pertenecer a un terapeuta. Las cortinas aguamarina cubrían las ventanas, dándole a la habitación un resplandor azul suave.
Cerré mis ojos y sentí los poderes de Hipnos sobre mí, tirándome a través de capas de sueño. Hades. Dirigí mis pensamientos. Podía sentir la energía de otras deidades dormidas. Era una sensación extraña, como atrapar un vislumbre de algo por el rabillo del ojo, solo que se movía antes de que tú giraras la cabeza.
Las mentes de los dioses brillaban en la oscuridad, recordándome a estrellas dispersas en el vasto vacío. Hipnos había pasado el último mes llevándome al punto en el que podía sentir quién era quién. Era más fácil identificar a los dioses que había conocido. Tánatos era un custodiado manto de oscuridad; Hipnos brillaba como el sol, Hestia ardía en la noche; Caronte emitía un brillo amistoso. Encontré a mi madre, verde y floreciente, y la fortaleza congelada de Bóreas.
A pesar del nombre, caminar en los sueños no era nada como caminar. No podía mantener mi distancia de los dioses que no me gustaban, o acercarme a otros. Todos ellos existían, suspendidos en este espacio desconcertante, lo único que cambiaba era mi conciencia de ellos. Si dejaba de concentrarme en ellos, se desvanecerían en la oscuridad y podría caer en mis propios sueños sin el miedo de que Bóreas me siga.
Bóreas no había intentado nada desde aquel último sueño horrible. Quizás Hades estaba equivocado. Tal vez Bóreas se echaría atrás, ahora que estaba protegida en todos los frentes. Dudaba que él quisiera que Hades viniera detrás de él, pero tal vez estando sin protección en mi sueño había sido demasiado para que él resistiera.
—¡Perséfone! —La voz frustrada de Hipnos me asustó cuando éste inundó mi consciencia
Cierto... se suponía que debía estar concentrada.
Ya que era la mitad del día, no había tantos dioses para navegar. Fue fácil encontrar a Hades. Él era un bulto de energía oscura. Me concentré en enviarle un pequeño pulso de energía hacia él. Era una sensación extraña, recoger la energía en mi mente y apuntarle alguien sin intención.
Para hacer cualquier otra cosa con mis poderes, la intención era la mitad de la batalla. Tenía que mantener mi mente exactamente en lo que estaba haciendo y en lo que era el resultado deseado. Era la diferencia entre planear un arreglo, colocar cada flor solo para completar mi visión, y lanzar una flor en la dirección general de un florero.
Después de varios intentos, me encontré en la biblioteca. Las estanterías estaban borrosas a mi alrededor y froté mis ojos.
—Gracias a los dioses —dijo Hades. Él estaba bien enfocado en el centro de la habitación borrosa.
—Está bien. —Aplaudió Hipnos. Miró a Hades y luego alrededor de la biblioteca con una ceja levantada en cuestión.
Hades se encogió de hombros, girando su cabeza hacia mí.
—Lo hiciste.
—¡Lo hice! —Sonreí—. Ahora, ¿qué puedo hacer?
—Nada —dijeron Hipnos y Hades al mismo tiempo. Fruncí el ceño ante ellos.
—Puedo seguir trabajando contigo si quieres.... —Hipnos sonó menos que emocionado con la perspectiva—. Pero tengo que ser honesto, no tienes absolutamente ningún talento natural para caminar en sueños. No es tu culpa; solo no está en tu línea de sangre.
—Oh.
Mi ego se desinfló. Nunca había sido mala en algo antes. Siempre había tomado cualquier deporte o habilidad que había estado tratando de aprender como si fuera una segunda naturaleza. Pero esas eran las habilidades humanas. Las cosas divinas eran diferentes. Incluso aprender a usar mis poderes era difícil, y caminar en los sueños era la especialidad de Hipnos. Taché mi plan formado a medias de no dejar mi mente desprotegida y emboscar a Bóreas en un sueño. Él tendría mucho más práctica en esto de lo que yo tenía.
—Gracias Hipnos —dijo Hades.
—Es un placer. Ustedes dos deben despertar en unos minutos. Nos vemos más tarde.
Se desvaneció y Hades y yo nos miramos.
—¡Él se fue! ¿Qué pasa si me quedo atascada o algo así?
—Salir es mucho más fácil que entrar. Creo que Hipnos necesita un descanso. —Hades se rió, agarrando un libro—. Nunca lo he visto tan estresado. Eres realmente terrible en esto.
Me senté sobre el borrón marrón de una silla.
—Sí, me lo dijiste. —Tomé un marco simple de madera que sabía que no existía en la biblioteca.
—Has aprendido bastante para protegerte y comunicarte con otros dioses. Eso es todo lo que alguna vez necesitarás. —Sus ojos se agrandaron cuando él me vió con el marco—. ¡Oye, deja eso!
Miré fijamente la foto en estado de shock. Era yo, y sin embargo no era así. Yo estaba en el claro, rodeada por el hielo y la nieve. Me veía radiante y desafiante. La imagen era tan vívida y clara que me llevó de vuelta a ese momento aterrador cuando por primera vez había visto a Hades.
—¿Es así como me ves? —Bajé el marco. La chica en esa foto no era solamente bonita, ella se veía etérea y segura y completamente fuera de sincronía con la imagen mental que tenía de mí misma.
—Supongo. —Hades se encogió de hombros ante mi expresión confusa—. No sé lo que hay en ese marco. Los sueños son extraños. Recuerda, esta no es mi mente, es un espacio neutral. Mi mente simplemente lo decoró. Esa imagen fácilmente podría proceder de ti.
—Dudo de eso.
Hades se puso de un rojo brillante y me arrebató el marco. Sus hombros se relajaron al ver la imagen. Incliné mi cabeza hacia un lado. ¿Qué pensaba él que estaba en ese marco?
—Reglas de etiqueta —explicó él, dejando el marco—. Nunca mires demasiado de cerca cualquier cosa en el paisaje de ensueño si estás usando esto como un medio de comunicación. Es de mala educación.
Mis mejillas se calentaron.
—Lo siento.
—No te disculpes. En realidad, esto trae a colación un buen punto. Hay que protegerse y no solo crear un espacio neutral y bloquear tu mente. Si realmente decides encontrarte con otro dios en tus sueños, debes estar en guardia. No quieres revelar demasiado sobre ti. —En un instante el marco de la imagen había desaparecido—. ¿Hipnos te mostró cómo crear un paisaje de ensueño? —Cuando asentí, Hades preguntó:
—¿Podrías enseñarme?
Cerré mis ojos y el espacio cambió a un prado simple lleno de flores silvestres. Las briznas de hierba amarilla eran un borrón indistinto con toques de blanco, amarillo, rosa y verde aplicados al azar. No tenía el poder para hacerlo más detallado.
—Bien. No hay datos de carácter personal para recoger aquí, pero no es tan impersonal como para que parezca un insulto. Tiene sentido que eligieras un prado.
—Así que, ¿por qué elegir la biblioteca? —le pregunté, sorprendida. La habitación era su santuario. No podía pensar en un lugar más personal para él en el Inframundo entero.
—Ese no es mi punto de encuentro habitual. Me imaginé que estarías más cómoda allí.
—Creo que puede ser uno de mis lugares favoritos. —En verdad no era la biblioteca lo que me gustaba, sino mis lecciones con Hades. Eran siempre el final perfecto para un día agitado desde un desayuno con Cassandra, la jardinería, lecciones de sueño con Hipnos, lecciones de historia con Hestia, de autodefensa con Caronte, correr, y una cena con el grupo.
Hades y yo bromearíamos el uno con el otro por un rato, y luego él me enseñaría de lo que era capaz. El culto de las almas me daba suficiente impulso para poder practicar. Todavía estaba aprendiendo los aspectos más sutiles del encanto, y Hades me mostraba cosas que solo podía hacer en el Inframundo, como tele transportarme.
—¿Mi biblioteca es tu lugar favorito en el Inframundo? ¿No los jardínes?
Hades me había dado rienda suelta sobre los jardines para practicar mi habilidad para hacer florecer las delicadas flores. Tenía una pizarra en blanco para crear arreglos vivos en cualquier lugar que quería.
Trabajar con la tierra me recordaba a mi madre. Me la imaginaba sentada en el suelo cubierta de tierra, atendiendo a algún árbol joven y precioso. Esto me hacía sentirme conectada a ella.
Me pregunté qué pensaría ella de todo el tiempo que pasaba con Hades. Pasaba el tiempo justo tanto con Casandra y Helena, y Tánatos se había convertido en mi compañero constante. Pero era diferente con Hades.
Él me estaba mirando, esperando que le respondiera, y de repente no estaba segura de qué decir. No era la biblioteca o las lecciones que hacían de este mi lugar favorito. Era él.
Sentí que mi cuerpo despertaba y el sueño se desvanecía a mi alrededor. Me senté. Al otro lado de la habitación Hades hizo lo mismo. Sonreí ante su cabello despeinado.
—Lindo look.
–Sí, tú también.
Mi mano fue a mi pelo y mi mente volvió a la imagen. No pude evitar preguntarme cómo él me veía en este momento. Hubo un silencio incómodo cuando salimos de la habitación. Encontré a Tánatos y me dirigí al jardín.
~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.
Cavé en el suelo, sintiendo la energía que pulsaba a través de la tierra apisonada. Me concentré en dar una nueva vida a este pequeño pedazo de tierra y sonreí cuando un diente de león floreció.
—Vas a llegar tarde —bostezó Tánatos.
Me sorprendí. No había tenido la intención de permanecer en el jardín todo este tiempo. Me levanté y me sacudí.
Tánatos rió.
—Aquí. —Él alcanzó mi rostro y limpió la suciedad de mi mejilla—. No puedes aparecer así en la corte.
—¡Qué hermoso! —dijo una voz, seguido por sonidos de aprobación.
Tánatos se movió delante de mí, y miré por delante de él a un grupo de mujeres de mediana edad con un chándal de trotar.
—¿Quieren ver estas flores? —Una mujer en un chándal morado dejó escapar un silbido. El grupo se fijó en mí y Tánatos, y escuché entre jadeos y susurros que mencionaban la reina.
—Oh, no —dije, acercándome a ellas—. Llámenme Perséfone. —Tendí mi mano y una mujer que llevaba tenis de color rosa la estrechó.
—Bueno, hola, Perséfone. Soy Gloria.
—Vamos a llegar tarde —me recordó Tánatos.
—Me encantan esas flores —dijo la mujer señalando al grupo de dientes de león formando un diseño del sol, rodeado de campanillas—. Me gustaría tener algunos de estos y decorar mi casa, ya sabes, una de esas jardineras de ventana, pero pareciera que no puedo mantener nada con vida. ¡Incluso aquí!
Las mujeres detrás de ella se echaron a reír.
—Yo podría hacer uno para ti, si quieres.
—La corte.... —Tánatos sonaba impaciente.
—Más tarde —corregí—. Voy a poner una tienda en los suburbios. —Oh, eso sería maravilloso, querida.
Le sonreí, haciendo un gesto apresurado con la mano cuando Tánatos me llevaba al palacio.
—No sé por qué voy a la corte —admití tocando mi cara para comprobar si había suciedad.
—No tienes nada —me aseguró—. ¿Por qué no? Me puse a caminar a su lado.
—Realmente no hago nada. Simplemente me siento allí. No soy de ayuda para las almas.
—Eres una diosa. Puedes ayudarlos tanto como Hades puede. Quizás más. ¿Qué es lo que piden?
—Ir a casa.
Tánatos reflexionó un poco más
—¿Algo más?
Pensé durante un momento.
—Ellos quieren asegurarse que sus seres queridos están a salvo.
—Bueno... ¿por qué no ayudar con eso? Tienes gente en la superficie, ¿no?
No había pensado en eso. Me había dejado conducir ciegamente por Hades todo el mes, asumiendo que si él no actuaba, yo no debería tampoco. Era estúpido. Él podría tener más experiencia, pero Tánatos tenía razón. Yo tenía muchos más lazos en el mundo exterior que Hades.
¿Y si su gente no está segura? ¿Debería pedirle a mamá intervenir?
Consideré eso. Esto sería pedirle a mi madre tomar una cantidad colosal de trabajo, y parecía ser el tipo de cosa que rápidamente podría irse de las manos.
Somos diosas. ¿No es esta nuestra responsabilidad?
Sí, decidí. Mientras permaneciera en el Inframundo, haría lo que pudiera por ayudar a las almas. Si a mi madre no le gustaba, bien, después de mentirme durante dieciséis años, ella podría superarlo.

Persephone. Hija de ZeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora