Capítulo 19

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Me desperté en mi cama, la luz entraba dolorosamente brillante por mi ventana. Parpadeé, desorientada, y después el dolor me golpeó. Era como si alguien me hubiera golpeado en la sien con una piqueta y los siete enanos estuvieran cantando "¡Hi-ho!" en la cima de mis pulmones mientras bailaban Tap. Me doblé de dolor,
agarrándome la cabeza con las manos. La tela verde del vestido estaba deslumbrantemente brillante. Apreté los ojos cerrados, incapaz de pensar.
—Iré a decir a Hades que estás despierta —susurró Cassandra desde la silla.
Hice una mueca ante su voz, pero conseguí asentir.
Segundos después Hades irrumpió en la habitación. Me quejé por el ruido y Cassandra golpeó su hombro, haciendo un gesto de silencio con la otra mano.
—¿Qué hay de malo conmigo?
Hades se sentó junto a mí y me cogió la mano. —Orfeo lo ha hecho público.
Me esforcé por recordar lo que era un Orfeo.
—Perséfone. —Su voz autoritaria llevó mis ojos a los suyos—. Necesito que te concentres durante un minuto. Toma una respiración profunda.—Respiró profundamente, observándome para asegurarse de que yo hiciera lo mismo—. Toma todo ese dolor en tu cabeza y empújalo hacia mí.
Me quedé mirándolo.
—Creo que necesita que le aclares eso —dijo Cassandra amablemente.
Él se veía frustrado.
—Mira, yo no soy el Dios de la Poesía o de las Buenas Descripciones, ¿de acuerdo? Solo hazlo. Voy a explicar lo que significa más tarde.
Cerré los ojos. Sin Hades como una distracción el dolor en mi cabeza volvió en olas que amenazaban con ahogarme. Me esforcé por aferrarme a la conciencia. Me concentré en mi mano estrechada entre las suyas. A pesar de su actitud calmada, su fuerte agarre me dijo que estaba preocupado.
Reuní energía en mis manos, sorprendida cuando se calentaron. El dolor en mi cabeza disminuyó cuando imaginé más llenando mis manos. Por un momento, lo mantuve allí, sintiéndolo como una goma estirada. Luego lo lancé a Hades.
—Eso es todo —murmuró, liberándome.
—¿Para qué vas a usar eso? —preguntó Cassandra.
—Un bosque de árboles cerca del palacio.
—¿Eso es lo mejor que se te ocurrió?
—Bueno, por los dioses, Cassandra, si tienes alguna idea mejor me encantaría escucharla.
—Mi cabeza se siente mejor. —Abrí mis ojos—. ¿Qué estabas diciendo acerca de Orfeo?
—Él lo hizo público.
—Sí, ya dijiste eso —dijo Cassandra—. Creo que ella quiere más detalles.
—Cassandra —replicó Hades—. Te puedes ir ahora.
Mis ojos se abrieron. No había sido una petición. Casandra parpadeó, sorprendida, y le lanzó una mirada herida.
—Ahora, Cassandra —dijo Hades con los dientes apretados.
—Como usted desee, Su Alteza. —Su pelo oscuro se encendió detrás de ella
mientras giraba sobre sus talones para salir de la habitación. Hades volvió su atención hacia mí.
—Orfeo le ha dicho a todos los medios de noticias importantes y a sus fans acerca de sus aventuras en el Inframundo. Habló de ti en particular.
—¿Por qué? —Cualquier otro día me sentiría halagada de que Orfeo estuviera hablando de mí, pero a juzgar por la expresión en la cara de Hades no era algo bueno. Mi garganta se secó y tragué saliva. Lo que sea que fuera a decir Hades a continuación no iba a ser bueno.
—Al parecer, su esposa no lo logró. Él la vio mientras ella estaba saliendo del Inframundo. Está en coma.
Mi boca se abrió. —¡Eso no es justo!
Hades se encogió de hombros.
—No, pero no hay nada que podamos hacer al respecto. Su alma volvió a su cuerpo, y ella está con suficiente vida como para que yo no la pueda alcanzar.
—Eso apesta. —Me sentí enferma. Él había venido al Infierno por ella solo para que lo echara a perder en el último segundo. Cerré los ojos. Pobre Orfeo. Debía sentirse tan culpable.
—Sí. Al parecer, piensa que tú, tu madre o yo podemos ayudar. Él lo ha estado diciendo al mundo a nuestro alrededor. Ha escrito su experiencia entera en línea, y ha dado entrevistas todo el día tratando de llamar nuestra atención. La mitad de la gente piensa que está loco, pero parece que algunos le creen. O por lo menos todos están hablando de nosotros lo suficiente como para constituir un culto.
—¿En serio?
—Buenas noticias para tu madre y para mí. Lo más probable es que Orfeo lo piense como un favor, o tributo, así estaríamos más dispuestos a ayudar a su esposa. Por desgracia, no es bueno para ti.
—¿Por qué no?
—No has alcanzado la madurez. Eres un poco más que un ser humano dotado a este punto, y tu cuerpo no es capaz de manejar a los adoradores.
—Seguramente habían dioses que eran niños.
—¿Alguna vez has oído hablar de ellos? —Parpadeé, tratando de recordar—. Eso es porque nosotros los mantuvimos fuera del público hasta que fueron capaces de manejar a los adoradores. En cuanto a lo que los seres humanos pensaban, ellos solo aparecían un día, ya crecidos.
—¿Como mi mamá?
—Nosotros somos diferentes.
—Pensé que habías dicho que como reina tendría mis propios adoradores.
—Eso es canalizado a través de mí. Te doy lo suficiente para que puedas practicar con tus habilidades, pero no lo suficiente como para hacerte daño.
Algo en su expresión me llamó la atención. Mi cabeza estaba empezando a doler de nuevo, pero empujé eso a un lado.
—¿Qué quieres decir con que me das suficiente?
Hades suspiró.
—Eso no es importante ahora.
—Yo creo que sí.
Él suspiró.
—Cuando Bóreas te atacó y yo respiré mi esencia en ti.
—¿El beso?
Él asintió con la cabeza.
—Te di lo suficiente de mí mismo para que pudieras venir aquí sin daño. Puesto que se supone que es un intercambio, yo tenía que tomar algo de ti.
Vagos recuerdos de la noche anterior subieron a la superficie.
—Pero tú necesitabas mi consentimiento.
Su agarre se apretó aún más en mi mano.
—Y no estabas siendo cooperativa. Más importante aún, no quería tomar nada de ti. Lo que necesitaba hacer para salvarte era bastante malo.
—Ya veo. —Era una tontería sentirse herida. Aún no creía que nuestro matrimonio improvisado fuera una situación ideal, pero el oírle decir que era "bastante malo" igual dolió.
Rodó sus ojos.
—Eso no es lo que quise decir, y lo sabes. De todos modos, tomé algo que podía controlar, que también aseguró que no te dañaría. Tú obtuviste poderes, pero ellos no pudieron quemarte.
—Eso no tiene sentido.
—Es doblar las reglas, pero funciona. Tuve la idea de Zeus. Es la forma en la que él y Hera fueron vinculados. —Su boca se torció en una mueca amarga.
—¿Qué suelen intercambiar los dioses?
—Depende. Algunos hicieron todo lo necesario para llegar a ser iguales. Algunos intercambiaron prácticamente nada para que pudieran conservar sus propios poderes. Otros vaciaron completamente a su cónyuge de todos sus poderes... —Su voz se apagó, y miró hacia otro lado—. Al igual que Zeus. Ese bastardo lo tomó todo.
Me moví, y él bajó la mirada sorprendido al ver lo fuerte que estaba agarrando mi mano.
—Lo siento —dijo liberándome.
Me froté la mano.
—Entonces, ¿qué fue lo que te di ahora? ¿Qué tomé?
—Todo lo que tu cuerpo no podía manejar. Yo no lo tomé, simplemente lo canalicé a través de mí. Eso no fue un intercambio. Tu poder continuará regresando a ti hasta que el nivel de adoración se apague.
—¿Tú estabas en mi cabeza? —No estaba segura de que esa parte hubiese pasado.
Él asintió con la cabeza.
—¿Qué fue eso?
Se rascó la parte de atrás de su cabeza luciendo avergonzado.
—Esto podría ser permanente si nosotros alcanzamos alguna vez el equilibrio. De lo contrario, solo ocurrirá cuando estemos en contacto el uno con el otro.
Me eché a reír.
—¿Así que si choco contigo voy a ser capaz de leer tu mente? —Algo en su rostro me hizo parar de reír—. ¿Qué?
Hades se sonrojó.
—Er... contacto íntimo. En este caso, un simple beso fue suficiente.
Levanté una ceja. Contacto íntimo. Le di una mirada especulativa a Hades. Mis mejillas se calentaron cuando se encontró con mi mirada.
—Oh. Bueno... uh... —Cambié el tema—. ¿Qué pasaría si no sigues canalizando mi poder? —Tragué saliva, recordando la agonía de la noche anterior—. ¿Qué tan malo puede ser?
—No hay palabras para lo que te podría pasar. —Él apartó los ojos—. Empeoraría. Muy mal. Podría... destruirte.
—¡Destruirme!
—No voy a dejar que eso suceda. Ven a mí cuando los síntomas comiencen, y yo me encargaré de eso.
Suspiré, dejándome caer de nuevo en la cama. —Otra cosa de la que tengo que ser rescatada. Hades frunció el ceño.
—Podrías verlo de esa manera, o podrías ver esto como una oportunidad para usar tus poderes. Simplemente estoy canalizándolos. Tienen que ir a alguna parte.
Miré hacia arriba.
—¿Yo podría usarlos para lo que quiera? Él rió entre dientes.
—Dentro de lo razonable.
—Bien. Vamos a ir tras Bóreas.
Él suspiró.
—No estás en forma para ir tras Bóreas.
—Estoy bien —insistí, balanceando las piernas fuera de la cama y parándome. Puntos negros nadaron en mi visión y mis rodillas se doblaron. Hades estaba a mi lado en un instante, ayudándome a volver a la cama.
—Date un poco de tiempo para recuperarte. Tómatelo con calma hoy. ¿De acuerdo?
Asentí con la cabeza.
—Mañana...
—¡Perséfone!
—¿Qué pasa contigo? —exigí—. ¿Primero con Cassandra, y ahora conmigo? —Cassandra se excedió.
Junté mis cejas en confusión.
—Ella es Cassandra. Es solo lo que ella hace. Tú eres el que está actuando de manera extraña.
Dejó escapar un suspiro y sus hombros cayeron. En ese movimiento vi toda la tensión que había estado tratando de mantener a raya.
—Perséfone, podrías haber muerto. —Él no se encontró con mis ojos—. Tanto poder, muy rápido, antes de que maduraras... —Hizo un gesto de impotencia con las manos—. Eso podría haber quemado directamente a través de tu alma. Podrías haber sido destruida, y me tomó con la guardia baja. Has estado desmayada durante una semana, y para ser honesto, no estaba seguro de que volverías a despertar.
—Tú me salvaste —le recordé, alcanzando su mano. Agarró mi mano con tanta fuerza que tenía miedo de que mis dedos se rompieran—. Estoy bien, y voy a estar bien, gracias a ti.
—He existido desde el principio de los tiempos, y nunca he tenido miedo hasta que te conocí.
Yo no sabía qué decir, así que me acerqué más. Nos sentamos juntos en la cama tomados de las manos, hasta que ya no podía mantener los ojos abiertos.
—No quiero ir a dormir de nuevo —murmuré.
—Necesitas descansar —me recordó Hades—. No puedes permitirte el lujo de estar a la mitad de tus fuerzas.
—No te vayas.
—No se me ocurriría.
Él pasó un brazo a mi alrededor e inició una historia sobre el semidiós Arcas, que mató al primer hombre lobo y se reunió con su madre en las estrellas. Luché para mantenerme despierta, escuchando su sonora voz, pero pronto cedí al sueño apoyada en su hombro.

Persephone. Hija de ZeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora