Capítulo 20

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Cuando me desperté unas horas después, Hades me sugirió que sería bueno para las almas verme por el reino, si estaba dispuesta a hacerlo. Estaba lista para salir de mi habitación, y después de estar segura de estar estable sobre mis pies, salí en busca de Cassandra.
No estaba en los alrededor del palacio, así que decidí ir a los suburbios.
Encontré a Tánatos. Sus ojos se veían tan aliviados cuando me vio que le di un abrazo.
—Estas bien —susurró agradecido, abrazándome de vuelta.
—Lo siento tanto. No pretendía meterte en problemas...
—No tienes nada de qué disculparte.
Saludé a Caronte mientras caminaba a lo largo del río. Trajo su barco a mi lado.
—¿Quieres un paseo? —preguntó, desafiándome con sus ojos. —¿A dónde vamos?
—Por allí. Pensé que debería mostrarte el resto de tu reino. —Asentí y él me ayudo a subir al barco.
Tánatos sonrió. —Te alcanzaré.
—¿Te está gustando el palacio? —preguntó Caronte mientras nos sacaba de la orilla.
—Me encanta. No es nada como me lo esperaba.
Él asintió.
—También hay un lado oscuro del Inframundo —dijo señalando el agua—. Este río está hecho de las lágrimas de las almas mientras dejan el reino viviente.
Pensé en Hades.
—Sé que hay un lado oscuro. Él asintió.
—Siento lo de las almas que usamos para practicar. Las dejé a todas en el mismo lugar, solo que nunca esperé que tú terminaras allá con ellas.
Me encogí de hombros.
—No podías saberlo.
—Bueno, sí, Hades le puso fin a esa parte de nuestras lecciones.
Dejé salir un suspiro de alivio, Carote entró en el vapor causado por el río de fuego y el de hielo reuniéndose en el pantano.
—Ahí está la orilla. No estoy recogiendo ningún alma ahora —dijo, respondiendo mi pregunta no formulada—. Aunque contigo aquí, ellas podrían venir con mucho gusto.
Mis mejillas se calentaron, y él me sonrió.
—Hades es un buen tipo —dijo Caronte después de un momento de silencio—. También tiene un lado oscuro, pero no es nada por lo que debas preocuparte. Él es bueno. No es como los Olímpicos.
—Lo sé.
Me miró por un momento. —Creo que sí.
Caronte me llevó de vuelta a la orilla y me contó una de sus historias antes de dejarme con Tánatos. Aún me estaba riendo mientras caminaba hacia la florería.
Las almas me saludaban, expresando su preocupación. Todos sabían que algo había pasado en el palacio, solo que no sabían qué. Les aseguré que yo estaba bien y entregué las peticiones de flores. Helena apareció al mediodía, abriéndose paso a través de los bienquerientes para llegar al mostrador.
—¿Cuándo me hice tan popular? —pregunté riendo. —Desde que te convertiste en la Reina del Inframundo.
—No creo que sea eso —dije empujándola tras el mostrador antes de que pudiera ofender a alguien—. Ellos no están pidiendo nada.
—No quise decir eso. Eres nuestra reina. Cuando alguien se mete contigo, se meten con todos nosotros.
—Oh. —Sonreí—. Eso es tan tierno.
—Eso hará a Hades incluso más detestable —dijo Cassandra, apareciendo tras Helena—. Alimentando su ego heroico y todo. —Ella solo sonaba un poquito amargada.
Le sonreí, incapaz de encontrar las palabras para disculparme por lo que había pasado.
—Necesitas una corona —musitó Helena. Reí.
—Me sentiría tan ridícula usando una corona. Oh mis dioses, ¿y qué si la gente me hiciera una reverencia? Me sentiría tan avergonzada.
—¿Cuándo empezaste a decir eso? —dijo Helena.
—¿Oh mis dioses? —Me encogí de hombros—. Supongo que he estado pasando mucho tiempo con Cassandra.
—Nunca algo malo. —Cassandra se rió—. Hades moriría de vergüenza, también. A él nunca le ha gustado las cosas de poder y eso. Aunque, no deberías estar avergonzada. Eres la reina. —Su tono era ligero, pero escuché un trasfondo que me puso nerviosa.
—Eso es solo técnicamente. Una vez que termine lo de Bóreas...
—Aún serás la Reina del Inframundo.
Espera, ¿qué? Eso no sonaba temporal. Se suponía que todo esto terminaría cuando Bóreas no fuera una amenaza. Mi mente retrocedió hasta mi despertar al lado de Hades. ¿Realmente quiero que esto termine?
—¿Y qué si Hades se quiere casar con otra persona?
—Él puede tener un amante, pero el matrimonio es algo para siempre en el reino de los dioses. Ustedes no mueren, así que nunca dejan sus puestos.
—Él me dijo que el matrimonio no significa...
—No es así. No en el sentido en el que lo dices. Puedes salir con otras personas, y él también. Pueden no estar involucrados amorosamente, como Zeus y Hera, o puede ser todo política, pero aún es permanente.
No sabía qué pensar sobre eso.
—¿Entonces, soy la reina... para siempre?
—Eres un buen partido para Hades —señaló Helena tímidamente tocando un lirio blanco—. Esto es tan lindo. —Ella me vio mirándola—. Oh, vamos, ¿no puedes verlo? Ustedes dos son perfectos juntos, ¿no lo son, Cassandra? Vida y muerte. Se equilibran el uno al otro.
—¡Perséfone! —llamó una austera morena desde el mostrador—. ¿Qué te pasó? ¡El palacio ha sido un alboroto de rumores toda la semana!
—Hola, Gloria —dije con una sonrisa, dándole un arreglo de tulipanes. Ella y su banda de corredoras habían sido mis primeras clientas. Me deshice de sus preguntas, insegura de saber qué querría Hades que yo le dijera a quien sea—. ¿Cómo está el esposo?
—Oh, él está bien, gracias. Fue a un viaje de pesca con el resto de su grupo. Estoy pensando tomar clases de repostería mientras él no se encuentra.
—¡Eso suena divertido! Siempre he querido aprender a hornear.
Hicimos una pequeña charla por unos minutos más. No podía creer que alguna vez estuve intimidada por el Inframundo. Era como vivir en el reino viviente. La vida continuaba, por así decir. Las personas seguían siendo personas, y continuaban haciendo las cosas que los hacían felices.
Le tendí un arreglo de margaritas a una Segadora. Ella sonrió y me agradeció, saliendo de la tienda con una rápida mirada en dirección a Cassandra, Cassandra entornó sus ojos, girándose para hablar con Helena.
Me reuní con Helena y Cassandra, quienes me miraban con diversión. —¿Repostería?
—¿Qué? Pensé que podría ser divertido. Podría hacer lindos pasteles y... —Ah, más decoración —rió Helen.
—Sabes todos sus nombres —observó Cassandra, luego de verme hablar con un par más de clientes.
Me encogí de hombros.
—Es una florería. La gente habla cuando hace sus órdenes, y uno aprende mucho de ellos.
—Tenemos que ir a la corte —dijo Cassandra. Su voz dejaba claro que estaba horrorizada de ver a Hades.
Puse un brazo protector alrededor de sus hombros. —Estarás bien, él ahora está de mejor humor.
Grité una rápida despedida a las almas y me despedí de Helena con la mano antes de caminar devuelta al palacio con Cassandra.
—Hola, Moirae. —Me dirigí a mi trono. Cassandra tomó su asiento. Hades aún no había llegado.
—¿Cómo está? —me preguntó Moirae. Su voz estaba muy cerca.
Giré mi cabeza y salté cuando vi sus ojos a un pelo de distancia de los míos.
—Bien, gracias. —Le sonreí, insegura de si estaba más sorprendida por su presencia o su repentina gentileza.
—Manejó bien a Orfeo. Las almas podrían necesitar un toque compasivo.
—Gra-gracias —tartamudeé, mirando a Cassandra sorprendida. Ella parecía tan sorprendida como yo, pero me enseñó discretamente sus pulgares arriba. Moirae sonrió hacia mí y tomó su asiento. Un momento después la puerta se abrió y Hades entró, seguido por Eáco y Rhad.
—Señoritas —dijo Hades inclinando la cabeza.
Le sonreí mientras se sentaba a mi lado. Inclinó su cabeza hacia los jueces, y las puertas se abrieron revelando las almas que recientemente habían terminado la Orientación.
—Ahora, estamos de vuelta en el salón del trono —dijo Minos alegremente—. Por su puesto ya conocen a Moirae, pero ahora permítanme presentarles a los gobernantes del Inframundo: el Señor Hades y la Reina Perséfone.
Nos pusimos de pie, y las almas torpemente eligieron entre inclinarse o asentir. Las costumbres modernas no permitían mucha exposición a la etiqueta real. Sonreí hacia ellos y se relajaron visiblemente.
—Bienvenidos —los saludó Hades con su vozarrón—. Les deseamos un feliz más allá.
Me resistí a poner los ojos en blanco. Había tomado mi despedida cursi de mi primer día de la corte, usándola en cada corte.
—Si alguien tiene alguna pregunta o preocupación, mis amigos jueces estarán más que felices en asistirlos mientras se acostumbran.
—¿Puedo hablar a la reina? —dijo una mujer desde el fondo de la multitud.
—Claro.
Minos se llevó al resto de las almas del salón. Solo un puñado decidió quedarse con inquietudes dirigidas a Hades o a mí. Estaba intrigada por esta mujer y se inclinó hacia delante cuando Hades le hizo una seña al piso.
—Seño..., Su Majestad.
—Perséfone está bien —le aseguré.
Ella asintió con la cabeza.
—Morí mientras dormía. —Hizo una pausa cuando la gravedad de esa declaración la alcanzó—. Yo, um, morí en medio de la noche. —Parpadeó para contener sus lágrimas mientras yo murmuraba mis condolencias—. Tuve una bebé hace tres semanas, y todavía está en mi casa. Nadie sabe que estoy... —Su voz se quebró—. Ella está sola. Por favor, ¿hay alguna manera de que pueda volver?
Hades sacudió su cabeza solemnemente.
—No. Lo siento.
—¡Por favor! No tengo familia en el área, no tengo muchos amigos. ¡Su padre fue asesinado durante su despliegue militar, y si yo no regreso, ella puede morir antes de que cualquiera me encuentre!
Asentí. Esta era exactamente el tipo de situación que podía manejar.
—Moirae tomará toda tu información. Necesitamos tu dirección, número de teléfono, y si tienes alguna llave de repuesto escondida en algún lugar, sería útil. Enviaré a alguien.
La mujer palideció y me apresuré a continuar.
—Viva. En el reino viviente, para recoger a tu hija inmediatamente. La llevaremos con tu familia a salvo.
—No hay nadie más. —Se echó a llorar.
—Está bien. Ella estará en buenas manos. —Le conté sobre mi madre y sus sacerdotisas, finalizando con:
—Quizás tenga una oportunidad de ser bendecida con la inmortalidad. La mujer se tomó un segundo para procesar esto.
—¿Nunca la veré de nuevo?
—Eso dependerá de ella.
—Ella no me recordará —dijo parpadeando para contener las lágrimas—. Quiero lo que es mejor para mi hija, pero desearía poder abrazarla una vez más. ¿¡Por qué fui alejada de ella!? Solo teníamos tres semanas... —se interrumpió cuando las lágrimas la abrumaron.
Yo quería abrazarla, u ofrecerle algún tipo de condolencias, pero ¿qué se podía decir en una situación como esta? Apestaba más allá de descripción.
La mujer se recogió y le dio a Moirae la información correspondiente. Luego se retiró para reunirse con su marido.
—Qué agridulce —dijo Hades luego de contactamos a mi madre—. Reunirte con un amor, mientras pierdes otro para siempre.
Asentí, parpadeando para contener mis propias lágrimas. ¿Qué derecho tenía yo para llorar por esto?
—¿Es por eso que los dioses ven la inmortalidad como una maldición?
Hades se encogió de hombros.
—Mayormente cuando las personas fueron maldecidas con la inmortalidad, fue hecho con ira. Los malditos vivirían, y verían a todas las personas que querían morir con el tiempo. Nadie lo usó como lo hace tu madre. Ella formó una comunidad. Siempre ha sido diferente a los demás. —Me sonrió—. Vamos. Es hora de cenar y luego, hacer tu entrenamiento.

Persephone. Hija de ZeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora