La fiesta estaba en su apogeo en el momento que en que Helena me liberó. Agarré con fuerza su mano mientras caminábamos hacia el salón de baile. ¿Y qué si mi mamá tenía razón? Yo realmente no había querido sorprender a Hades así. Solo necesitaba verlo, hablarle y saber que todo iba a estar bien.
Helena se había superado a sí misma con mi vestido. Era un hermoso vestido de cuerpo entero de tafetán amarillo sin tirantes. El material alrededor de mi estómago estaba realzado por racimos de diamantes que formaban margaritas. Las cuerdas del corsé ataban el vestido por la espalda, y empezaban justo debajo de los omóplatos. Mi cabello caía hacia abajo, y las mismas margaritas de diamantes estaban salpicadas por todas partes, formando una corona floja. Y llevaba una pulsera a juego.
—Hades puede hacerse cargo del anillo —bromeó Helena.
La puerta del salón de baile se abrió y Tánatos salió a trompicones, riéndose de algo que Caronte había dicho.
Ambos se detuvieron cuando me vieron.
—Vaya —dijo Caronte, mirándome una vez más antes de darme un abrazo rápido de lado—. Es bueno ver que estás bien.
—Gracias. —Miré a Tánatos—. Estoy tan...
—Fue un honor ayudarte. —Juntó sus manos—. Estuviste increíble allá afuera.
—¿Aún estás...?
—No —me aseguró. Echó un vistazo a Helena, Cassandra y Caronte—. ¿Podría hablarte en privado un momento?
La sangre abandonó mi rostro.
—¿Melissa?
—Está fuera de mi alcance. Solo quería preguntarte algo acerca de Bóreas. Su inusual... muerte ha hecho que su alma sea difícil de clasificar y me gustaría resolverlo antes de irme.
—¿No puede esperar? —preguntó Cassandra.
—Será solo un momento —prometió Tánatos.
—Adelántense —dije con una sonrisa a Helena y Cassandra—. Probablemente sea mejor que no aparezcamos todas juntas. Hades no puede estar muy contento conmigo después de lo que hice.
Mi corazón se hundió cuando no discutieron. Caronte asintió y caminó a la sala del trono. Caronte no podía mentir, pero le hubiera dado la bienvenida a los falsos clichés de Helena y Cassandra.
—¿Vas a alguna parte? —le pregunté a Tánatos.
—Estaré de vacaciones en la superficie durante un rato. A no ser que me necesites como guardia aquí abajo, ¿me necesitas?
—No. Voy a pasar la mayor parte de mi tiempo en la superficie a partir de ahora.
Tánatos asintió.
—De alguna manera, Bóreas murió como humano. Él no tenía ni un gramo de divinidad. ¿Sabes lo que hizo con sus poderes antes de morir?
—No, pero apuesto a que tenía algo que ver con Zeus. ¿Le has dicho a Hades lo que Bóreas dijo de él?
Tánatos negó con la cabeza.
—Él necesitaba saber que estabas bien antes de manejar una noticia así. No está feliz porque te escapaste, pero realmente se preocupa por ti.
Sonreí.
—Bien, espero que disfrutes tus vacaciones. Espero contarle a Hades sobre Zeus sin meterte en problemas.
—Realmente no soy tan útil para Hades. —Tánatos miró el suelo de mármol, arrastrando sus zapatos negros de un lado a otro—. ¿Le has dicho... a alguien que me encantaste?
Fruncí el ceño, recordando. Le dije a mi madre y a Melissa sobre la pelea con Bóreas, pero entre presenciar y luego cometer un asesinato, encantar a Tánatos no fue tan memorable. Estudié a Tánatos. Era memorable para él. Su rostro estaba enrojecido, sus manos estaban muy apretadas y no quería mirarme a los ojos.
Él estaba avergonzado. Me acordé de él diciendo que lo superaba, en cuanto a la línea de sangre, lo hacía, pero sabía que tener la voluntad controlada por una diosa que aún no había obtenido sus poderes no podía sentirse muy bien.
—No se lo he dicho a nadie.
—¿Existe alguna manera de que...? detesto pedirte esto, pero, ¿podrías prometer que no le dirás a nadie acerca de mí? Es solo que nunca alcanzaría borrar si alguien se entera de que he sido encantado.
Le sonreí.
—Lo prometo. Pero no puedo prometerte que Hades no lo averigüe, aunque no tendrá ningún tipo de ayuda de mi parte.
Una sonrisa cruzó su rostro. —Gracias.
—Es lo menos que puedo hacer. Realmente siento haberte utilizado así. No fue lo correcto.
Tánatos sacudió la cabeza.
—Solo no vuelvas a hacerlo, ¿de acuerdo?
Abrí la boca para aceptar, pero la puerta se abrió, pegándome en el codo.
—Auch —murmuré, frotándolo. Salí del camino mientras un grupo de almas dejaba el salón de baile, riéndose entre ellos.
Eché un vistazo por la puerta abierta y vi a Hades en el centro del salón. Sus ojos se encontraron con los míos.
—Me voy a ir ahora —dijo Tánatos—. Adiós, Perséfone.
Asentí, mi boca secándose, y atravesé la puerta. El salón de baile había sido re-decorado por el Equinoccio. Las flores cubrían todos los rincones. A mitad del camino del salón de baile, el piso daba paso a la hierba, y el techo se alternaba con el cielo abierto, con las estrellas colocadas sin orden decorando el cielo. Las almas me sonrieron, pero yo solamente tenía ojos para Hades.
El pulso me martillaba en la garganta.
—¿Me concedes esta pieza? —Me atrajo hacia él, poniendo sus manos en mi hombro y en mi cintura con rigidez—. No esperaba verte de nuevo.
—No voy me voy a disculpar contigo. Lo haría todo de nuevo si tuviera que hacerlo.
—Esa es una idea aterradora. ¿Cómo te la arreglaste para matar a Bóreas?
—No lo lamento —dije rápidamente—. Se lo merecía. ¡Se merecía algo peor! Él mató a Melissa y quién sabe a cuantas personas más durante la tormenta de nieve. Por no hablar de lo que me tenía preparado. No lo lamento.
—No tienes que hacerlo. —La voz de Hades era suave—. No tienes que explicármelo.
Levanté la vista hacia él.
—No lo lamento. —Mi voz temblaba—. No lo hago. Eso no me hace un monstruo. Sé que estás decepcionado o lo que sea, pero si tuviera...
—¿Qué? —Levantó mi barbilla para poder verme el rostro—. ¿De qué estás hablando?
—Querías que fuera diferente...
Hades sacudió la cabeza.
—Te defendiste. No creo que seas menos tú por eso. —La canción cambió y nosotros nos balanceábamos con la música—. Solo quería saber cómo lo hiciste.
—Le dije que muriera —tragué saliva duramente—. Y se derrumbó.
—Él estaba encantado, supongo.
Asentí.
—Eso no debería ser posible. —Me miró con recelo—. Nunca trates de encantarme.
Lo fulminé con la mirada.
—¿Sabías que Zeus está vivo?
Se tambaleó, pisando de lleno mi pie. —Supongo que no —murmuré.
—¿De qué estás hablando?
—Me lo dijo Bóreas cuando lo encanté. Dijo que estaba trabajando para Zeus. —Me encogí de hombros—. Él me quería para algo. Pero Zeus está muerto, ¿no es cierto?
La cara de Hades se endureció.
—Llegaré al fondo de esto. Pero al menos explica cómo fuiste capaz de encantar a Bóreas y matarlo. Él había jurado lealtad a Zeus.
—¿Qué significa eso?
Hades dio un vistazo al salón de baile, y después tomó mi mano y me llevó afuera.
—Un dios puede jurar lealtad a otro dios, y este transfiere toda su adoración y poder a ese dios. A cambio, se le pude dar más fuerza de la habitual, pero ya no son ellos mismos. Están unidos a ese dios. Tienen que cumplir su voluntad. —Me dio una mirada plana—. Éste está prácticamente renunciando a su divinidad. Cuando le pediste que muriera, él probablemente le dio parte de su poder a Zeus.
—¿Por qué Bóreas haría eso? Hades se encogió de hombros.
—Quién sabe lo que Zeus le prometió. En todo caso, Bóreas solo sería vulnerable a Zeus o a sus descendientes.
—Él hizo todo eso —gruñí—, y ahora está viviendo la gran vida en el Olimpo.
—En realidad, su alma está en el Tártaro. Murió sin divinidad. Fue juzgado como un humano lo sería. —Hades me dio una sonrisa tan oscura que envío escalofríos por mi espina dorsal—. Luego de que yo tuviera una larga charla con él.
—¿Y él no te contó sobre Zeus? —No estaba de acuerdo con la tortura, pero me imaginé que si Hades lo hizo... lo que sea que él hubiera hecho en la charla, daría resultados.
—No pensé en preguntar si un dios podía de alguna manera arreglárselas para volver a la vida. —Hades sonó a la defensiva—. Tendremos que tener otra charla. Pero en cualquier caso, él está en el Tártaro, así que ten cuidado yendo y viniendo del Inframundo.
—Me alegro que fuera juzgado como un humano. —Miré a Hades directo a los ojos—. Los dioses no deberían tener un trato especial al ser juzgados.
Hades me dio una amarga sonrisa.
—Entonces todos iremos al infierno. Así que, ¿a tu madre no le importa que vengas aquí?
Me encogí de hombros, no apreciando su implicación con ese particular cambio de tema.
—No es de su agrado, pero lo superará. Yo soy la reina aquí, ¿no es así? — Me miró de una forma que no pude descifrar, y exhalé impacientemente—. ¿No creíste que sabía que esto era para siempre?
Sus ojos se clavaron en el suelo.
—Iba a decírtelo, pero estaba buscando una manera de revertirlo...
—No quiero que lo hagas.
Levantó la mirada.
—Me encanta aquí. Siento como si perteneciera a aquí.
—Entonces, ¿por qué simplemente no te quedas? —Su voz era brusca—. Si te gusta tanto, ¿por qué correr hacia el peligro?
—Porque Melissa me necesitaba, y ella significa más para mí que cualquier otro ser humano en cualquier reino. Y estoy contenta de haber sido capaz de detener el sufrimiento de las personas en el reino de los vivos, porque me preocupo por ellos tanto como por las almas. Ellos no se merecen congelarse por mí, y sí, en un punto más egoísta fue realmente lindo volver a ver el sol de nuevo. Pertenezco a la superficie tanto como lo hago aquí. — Puse una mano en su mejilla—. Si todavía quieres deshacerlo, adelante. Pero no por mi cuenta.
Él me sonrió.
—No pude haber pedido una mejor reina.
—Te amo. —Las palabras dejaron mi boca por su propia voluntad. Tragué el aire vacío, tratando de hacerlas regresar.
Él se congeló.
—No estoy aún cien por ciento segura —balbuceé—. Bueno, supongo que debo estarlo si en realidad lo dije, pero no soy estúpida. Sé que solo te conozco hace, como, tres meses, y la diferencia de edades es un poco descomunal. Pero sé que te sientes de la misma forma.
—Perséfone...
Levanté una mano para detenerlo.
—Estás a punto de recordarme que no quieres tomar ventaja de mí, pero estamos como casados.
—El matrimonio no significa nada para los dioses.
Me acerqué a él, poniéndome de puntillas hasta que nuestros labios estuvieron a centímetros de distancia.
—Tal vez no, pero significa algo para ti.
—Difícilmente eres la primera mujer en la que he demostrado interés —se burló Hades. Sus ojos brillaban con desafío. Él no iba a alejarse de mí. Se acercó más—. Estaba Minthe, Leuce y ...
—¿Minthe? —interrumpí su lista. Él me miró con curiosidad y sacudí mi cabeza. Era solo una extraña coincidencia—. Olvídalo. No te casaste con ellas.
—Ellas fueron convertidas en plantas —se quejó Hades.
—Te amo —dije firmemente—. Eso podría cambiar con el tiempo, pero ahora mismo, eres la primer persona en la que pienso cuando me despierto y la última antes de irme a dormir. Cuando estoy feliz, quiero contártelo, y cuando estoy asustada o molesta, sé que eres el único que puede arreglar las cosas. Puede que nunca funcionemos como una pareja, pero estamos ligados por el resto de la eternidad. Y no sé tú, pero para mí es demasiado tiempo para preguntarse "¿qué pasa si...?"
—Perséfone...
—No hay presión sobre hacer algo al respecto. Solo pensé que deberías saberlo. Yo...
Hades me besó, sus manos ahuecando mi rostro. Fue un beso suave, pero no uno rápido. Con pesar, terminé el beso.
—Desafortunadamente, tengo toque de queda. ¿Te veo durante la semana?
—¿Durante la semana? —preguntó Hades, tocando aún mi cara.
—Mmm, corte —le recordé, acercándome a su tacto—. Tendrás que re- programarlo, sin embargo. Tengo escuela.
—Nos las arreglaremos.
Un pensamiento se me ocurrió y di un paso fuera de su alcance, así podría continuar sin distraerme.
—¿Solo puedo encantar a Bóreas porque él le había jurado fidelidad a Zeus? ¿No hay otra manera?
—Con poder suficiente, quizás serías capaz de encantarme a mí, dado que estamos juntos, pero, ¿alguien más? —Negó con la cabeza—. No que yo sepa.
Mi corazón comenzó a golpear.
—¿No es sobre el poder? Canalicé todo lo que tenía para encantarlo. Me sentí como si fuera a explotar o algo.
Hades miraba a la distancia, pensando.
—Los Titanes tenían poder suficiente para encantar a los dioses menores. Zeus a menudo manejaba a algunas de las deidades menores. Así que teóricamente, es posible tener el suficiente poder puro para abrumar a otro dios, pero tú no.
Él lo sabría. Él había estado canalizando mis poderes durante semanas.
—¿Por qué? —preguntó Hades.
Abrí mi boca para contarle mi horrenda suposición, pero las palabras no quisieron venir. Oh dioses, prometí que no lo diría.
Tánatos le había jurado fidelidad a Zeus. Había estado trabajando para él todo este tiempo. Él me había dejado junto al río de fuego. ¿Qué había hecho luego de eso? Pirítoo simplemente no estaba en el lugar correcto en el momento adecuado; él había sido conducido directo a mí. Tánatos no interfirió con mi escape del Inframundo, incluso luego de que Cassandra gritara por él. Él había sabido que yo iba tras Bóreas. Pensé en todas las conversaciones que habíamos tenido. Las palabras de repente parecían retorcidas y manipuladoras.
—Oh, dioses —suspiré. Las lágrimas se reunieron en mis ojos.
—Sé que tienes miedo de Zeus. —Hades malinterpretó mi pánico. Le dio un apretón a mis hombros—. Pero no tienes que estarlo. Puedo protegerte. —Él sonrió—. No es que no puedas protegerte tú misma.
Traté de corregirlo, de explicarme, pero las palabras no salían. Quise pronunciar las palabras. Tánatos está trabajando para Zeus. Sentí mi cabeza ligera, la sangre rugió en mis oídos, y mi estómago se revolvió. No podía respirar, no podía pensar.
Tenía que decírselo. Tánatos era un psicopompo. Él podía ir y venir del Inframundo cada vez que quisiera. Miré el salón de baile, mi sangre congelándose ante el gran número de Segadores mezclados con la multitud. Succionando la luz alrededor de ellos.
No podía hablar. Mi mano se agarró al único pensamiento de escribir. Busqué frenéticamente algún tipo de escapatoria, pero no podía pensar ni nada.
—¿Estás bien? —me preguntó Hades, con preocupación en sus ojos. —Estoy cansada —susurré.
Él asintió.
—Han sido un par de semanas muy duras. Ven, vamos a tu casa. ¿Dijiste algo sobre un toque de queda?
Asentí, adormeciéndome mientras él me conducía lejos. No me atreví a sonreírles a las almas que pasaba. Todas estaban en peligro debido a mí. Porque había sido una idiota y me permití encerrarme en una promesa.
Qué reina.
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Regresar a la escuela era extraño. El campus que una vez sentí tan extenso, me parecía minúsculo ahora. No me había perdido de mucho. La escuela había estado cerrada durante la tormenta. El clima era cálido de nuevo, por lo que Melissa y yo comimos el almuerzo afuera, en nuestra manta de picnic y repasamos para nuestro examen de anatomía humana del próximo período.
—Bueno, mira quién regresó —dijo Rachel en tono sarcástico mientras pasaba por allí. Su rostro bajo una máscara de falsa simpatía—. Escuché que tú estuviste... viajando.
Le sonreí, deleitándome solo por un momento de saber que podía encantarla para que saltara de un acantilado. Yo sabía sobre todos los rumores circulando por la escuela.
Mi madre no pudo mentir, así que dijo en la oficina central que tuve una rara oportunidad de explorar fuera del país. Lo cual era verdad, por así decirlo. Nosotras habíamos pasado el fin de semana tele transportándonos a todos sus lugares favoritos en Grecia y Roma antes de que yo regresara a la escuela, por lo que yo en realidad tenía algo que contarles a los profesores. Había sido divertido hasta que me di cuenta que tendría que pasar toda una noche en vela para escribir mis reflexiones de un invierno lleno de viajes antes de que comenzara la escuela.
—La pasé fenomenal —le respondí, mirándola directo a los ojos—. Nos vimos atrapadas en un poco de nieve, lo cual fue raro. ¿También fue bastante malo aquí, verdad?
Sus pupilas se dilataron y se retractaron. Ella me miró, confundida.
—Uh, sí —respondió, sentándose en la manta—, fue tan aterrador, no podíamos ir a ningún lado.
Le sonreí a Melissa mientras ella hablaba. La escuela era más agradable desde que había conseguido manipular mi encanto. Estaba tomando tiempo, pero estaba trabajando en la liberación de los estudiantes que, sin saberlo, había tenido bajo mi poder. Con un poco de suerte, Rachel sería más como ella solía ser.
Saqué seis semillas de granada de mi bolsa de plástico. Mi mano se congeló a mitad de camino hacia mi boca, la piel de gallina ascendiendo por mi cuerpo. Una fresca brisa cosquilleó mi cabello, susurrando mi nombre en el viento. Me puse de pie, mirando hacia la arboleda en la distancia.
Alguien estaba mirándome.
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Persephone. Hija de Zeus
Novela JuvenilHay peores cosas que la muerte, peores personas también. La "charla" fue bastante mala, pero, ¿a cuántas adolescentes se les dice que son una diosa? Cuando su madre se lo dice, Perséphone está segura que su madre se ha vuelto loca. No es hasta que B...