Il funerale. [EDITADO]

15 4 0
                                    

- Querido Amor.

Ya nos encontrábamos en el funeral y durante el trayecto de venida (de la casa del señor Andrés a la funeraria), nos la pasamos conversando. Yo le pregunté si le gustaba pintar, a lo cual él me respondió que sí, que, si no hubiera sido estilista, se hubiera dedicado a realizar lienzos al óleo.

Estando ya en la funeraria, me senté en una silla cercana a los nietos de la señora Margaret. Allí me dediqué a cerrar los ojos, para de alguna manera conectar con ella y poder decirle que estoy agradecida de poder haberla ayudado en su última petición y también por haberme dado la oportunidad de conocer a un gran mentor, como lo es Andrés. Durante ese tiempo ignoré el ruido que me envolvía; tan solo oía a lo lejos el compás de mi respiración al inhalar y exhalar; ese día era la más directa y real despedida, por ello iba a hacerlo como mi corazón lo sentía y de una forma en la que pudiera honrar todo su nombre.

Pasados aproximadamente unos 20 minutos comenzó la ceremonia; se sentía una energía pesada dentro del establecimiento; se escuchaba una música suave y poco a poco pasaban al frente un par de personas para decirle unas palabras a la señora Margaret. Eso es algo que en lo personal me parece banal, porque sabía que la mayoría de personas que estaban dentro de la sala, no habían intercambiado más de tres palabras con la señora Margaret y tan solo se encontraban ahí por deber. No es que simplemente lo supusiera. Lo notaba en su forma de expresarse ante el evento, por sus gestos de desinterés y por su escape en el teléfono. En otro caso no me hubiera importado, pero este caso es distinto. Este es directamente proporcional a mi corazón.

Luego de varios sollozos por parte de los hijos de la señora Margaret y varios consuelos por su pérdida, terminó la velada. Y mientras todo el mundo se iba, yo había decidido acercarme a aquellos tres hombres que habían sido el mundo de una buena mujer. No sabía si hacía lo correcto, si al acercarme podría parecer otra joven ofreciendo consolación, pero, en realidad, solo quería estar, vivir con ellos la muerte de alguien tan especial para nosotros; y sé claramente que, en comparación, la pérdida es más pesada para ellos y sus familias, pero algo dentro de mí me ha hecho tomar la decisión de acompañarlos y si ellos me lo permiten, lo haré.

Ya estando cerca, me senté a su lado y me quedé allí en silencio; no haría más, no era mi fin. Permanecí de esa manera, mirando perdida a lo lejos, tratando de descifrar lo que por momento eran mis pensamientos; lo intenté, pero para cuando ya iba a lograrlo, mi mente ya no daba más, y mis ojos lloraban mares apaciguados de tristeza.

Estuve ahí por tanto tiempo que cuando decidí irme ya era de noche. Nunca dijimos una sola palabra, nunca me sentí incómoda, tan solo existí en la tristeza, cosa que en el fondo no fue mala.

Cuando salí de la funeraria, me di cuenta de que ya era la última en hacerlo y de que todos, incluyendo al señor Andrés, se habían ido. Cosa que no me preocupó mucho sinceramente, pero que terminó por esclarecer mi verdad.

Al llegar a casa, Valentina y Anthony estaban descansando en su cuarto, pero en cuanto Valentina notó mi presencia se levantó y me acompañó en la sala.

¿Cómo estás?

- Estoy bien.

- Josefa, ¿cómo estás?

Sus palabras estaban cargadas de un tono protector y preocupado. La simpleza de su gesto me abrió el corazón ante los hechos de la tarde. No podía ignorarla, no podía cerrarme.

No estoy muy segura, pero quiero descansar; ha sido una tarde un tanto... sensible, y estoy algo agotada.

- Es entendible que estés así; tan solo toma las cosas con calma, y recuerda lo bueno; no sé qué tan efectivo sea, pero sé que eso hiciste con tu padre. Debes descansar, pero antes, ven aquí.

Me extendió sus brazos y yo me adentré en ellos para recibir su cálido tacto; estando entre la familiaridad me sentí mejor, acompañada, segura, menos triste. Lloré un poco inevitablemente, pero luego me sentí bien.

Gracias, valen —dije entre pequeños sollozos—.

- No agradezcas, sabes que estoy aquí para tí; ahora descansa, lo necesitas.

Luego de lo que para mí fueron unos pocos minutos, me despedí de Valentina y me fui a descansar. Estaba lo suficientemente cansada como para quedarme dormida inmediatamente unos segundos después de tocar la cama.

Ahora mientras te relato esta carta en la madrugada, tan solo sonrío por la idea de haber podido conocerla.

Josefa.

CARTAS AL AMOR.[EDITADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora