+Capítulo 5+ Jimin

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Durante los diez minutos que duró el camino hacia los dormitorios, Yoongi siguió el ritmo de mis largas zancadas, mientras empujaba su labio inferior hacia delante en señal de descontento

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Durante los diez minutos que duró el camino hacia los dormitorios, Yoongi siguió el ritmo de mis largas zancadas, mientras empujaba su labio inferior hacia delante en señal de descontento. O tal vez su labio descansaba naturalmente de esa manera.

Puchero. Sexy.

<No, Cristo.> Me deshice de ese pensamiento antes de que se asentará en mi mente. No podía pensarlo, fuera cierto o no. Pero había algo más atractivo en él en ese momento. Su silencio. Dulce y glorioso silencio.

Cuando no hablaba, lucía diferente. Con un andar seguro, se comportaba con refinamiento y gracia. No de forma deliberada. No, se esforzaba mucho en exudar desafío y hostilidad. Pero cuando bajaba la guardia, su educación brillaba.

La obediencia era algo natural para él.

Obediencia sumisa.

Ese susurro de la verdad era más difícil de apagar. Hablaba directamente a las partes de mí que anhelaba olvidar.

—¿Decías la verdad sobre los halcones? —preguntó, observando el lado de mi cara con atención. Su cercanía me inquietaba de algún modo que no lograba descifrar aún.

—No te mentiría. Ni sobre eso ni sobre nada. —respondí, sin detener mi andar. Decidí acelerar más el paso para que le fuera difícil seguir haciendo preguntas.

—Ah, claro. ¿Porque los sacerdotes no mienten? —su voz salió con un deje de burla, pude darme cuenta de que le estaba costando andar tan rápido y hablar al mismo tiempo. Pero aquí venía de nuevo intentando desafiarme.

—Porque no miento. A la izquierda.

Giró hacia el siguiente pasillo, privándome de la vista de su rostro.

—¿Podré ver a los halcones fuera? ¿Los polluelos vuelan cerca del colegio? —preguntó con lo que pude identificar como entusiasmo.

—A veces. —respondí, sin darle mucha importancia.

—Genial. —su columna permaneció rígida y su tono terso. Pero la mención de los pájaros pareció mejorar su estado de ánimo en un pequeño grado.

—Vamos a dejar el edificio principal ahora. —lo acompañé a un pasillo vacío. —Allí están las aulas, las oficinas, la biblioteca y el comedor. Más adelante está la residencia. Todas las estudiantes deben estar en sus habitaciones a las nueve. Las luces se apagan a las diez. De lo contrario, son libres de vagar entre los muros del campus.

—¿Cuándo se nos permite salir de los muros para recorrer el resto de la propiedad?

La Academia Sion era uno de los dos internados de nuestro pequeño pueblo, era para donceles y doncellas. Nuestro colegio hermano, St. John de Brebeuf, era un colegio exclusivo para varones dirigido por el Padre Kim Namjoon. Los muros no escalables rodeaban cada campus. A la vez que eran estéticamente agradables, proporcionaban seguridad contra las amenazas externas e impedían las interacciones no autorizadas.

PECADO - JIMSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora