+Capitulo 29+ Yoongi

57 14 0
                                    

Dos horas después, un conductor de los Min discretamente armado llegó para llevarme a Bishop's Landing

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Dos horas después, un conductor de los Min discretamente armado llegó para llevarme a Bishop's Landing.

No había visto a Jimin desde el confesionario, y todo entre nosotros se sentía tenso y sin resolver. No solo me había dejado absolutamente hambriento, sino que además no podía sacar de mi mente esa mirada sombría. Su aversión y su culpa, no dirigida hacia mí sino a sí mismo.

Al salir del edificio principal con mi maleta, busqué su presencia en el campus. Autos de lujo con chóferes personales se alineaban en el camino hacia la puerta. Un mar de acero negro, esperando para llevar a los estudiantes de vuelta a sus mansiones.

No quería ir.

Qué jodidamente irónico. Había invertido tanto tiempo y esfuerzo en que me expulsaran para poder volver a casa. Pero nada cambiaría mi futuro en este momento. Solo quería pasar el poco tiempo que me quedaba con Jimin. Excepto que no estaba a la vista. Eso era extraño. Normalmente estaría en la entrada principal, despidiendo a todo el mundo.

Me estaba evitando.

Saqué mi teléfono y le envié un mensaje.

¿Dónde estás?

Apareció leído en cuestión de segundos.

—Buenas noches, joven Min. —mi guardaespaldas armado y conductor se acercó a mí y tomó mi bolso. —Acercaré el auto.

—Puedo caminar. —respondí irritado. No extrañaba la sobreprotección de mi madre.

—Está más allá de la puerta. Si no le importa esperar...

—Puedo caminar. —repetí, pasando junto a él y mirando mi teléfono. Jimin no respondió. No es inusual. Rara vez nos comunicamos de esta manera. Demasiado incriminatorio.

Envié otro mensaje.

Quiero despedirme.

Su respuesta fue inmediata.

Vete a casa, Yoongi.

Mi pecho se apretó dolorosamente. Me volví hacia el edificio principal y sondeé las ventanas del tercer piso hasta llegar a la suya. Reconocería su severa silueta en cualquier lugar, y allí estaba, de pie tras el cristal, envuelto en inquietantes sombras. Observando. Evitándome.

—Oh, ¿Eso quieres? —levanté la mano y le hice la seña del corazón. Y no hablaba de la buena.

A mi lado se oyó un grito ahogado, el de la madre de alguien que tenía los ojos muy abiertos y se aferraba a sus perlas. También la hice callar. Sin comprobar su reacción, giré caminando con la dignidad de un Min, sabiendo que observaba mi culo en mis ajustados pantalones, dándole una visión burlona durante todo el camino a través de la puerta y hasta el auto que esperaba más allá.

PECADO - JIMSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora