+Capítulo 23+ Yoongi

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La mortificación se hundió en mis músculos y se dio un festín en mi vientre

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La mortificación se hundió en mis músculos y se dio un festín en mi vientre. No podía respirar, no podía reaccionar. Los sonidos en mis oídos palpitaban como disparos amortiguados. Daniel se limitó a mirarme con los ojos muy abiertos y desconcertados.

Y con vergüenza. Lo humillé. Le quitaba totalmente el estilo. Apuesto a que ahora mismo se estaba arrepintiendo de la fusión Kang-Min.

<Que se joda> No, no sabía que ocurriría si esto llegaba a oídos de mi madre. Estaba acabado. Con los dientes al descubierto, se giró y se marchó furioso. Jodidamente se fue.

—Vamos, Yoongi. —sentí un delicado toque sobre mi mano.

Congelado por el shock, mantuve los pies plantados.

—Realmente maleducado y corriente, hermano de Kihyun. —se burlo Nayoung, moviendo sus caderas al ritmo de la música, la cual, aun no se había detenido. 

—¿Maleducado? ¿Acaso tú no fuiste suspendida hace poco? ¿Crees que tienes derecho a juzgar la conducta de alguien más? —arremetió Wendy, en su contra. 

—Yoongi es un malcriado caprichoso y vulgar. —ella arrugó el rostro. — Todos aquí lo saben.. —me dirigió una mirada de desprecio. A lo cual, mi amiga se tensó como si estuviera a punto de atacarla físicamente. Apreté mi mano, diciéndole en silencio que no se fuera de mi lado.

¿Qué haría mi madre en esta situación?

Ella no haría nada. Tenía gente. Un asistente personal y un equipo de relaciones públicas para amortiguar el desastre. Y un esbirro devoto para matar a cualquiera que hablara de ello. Yo tenía a Wendy, que se lo estaba pasando muy bien bailando con un chico hasta que le arruiné la noche.

Y tenía a Jimin.

Como si lo hubieran conjurado mis pensamientos, apareció entre la multitud, abriéndose paso con los hombros, entre el creciente número de espectadores. Empujaba con brusquedad a los estudiantes que se interponían en su camino, con los ojos fijos únicamente en mí.

—¿Estoy en problemas? —susurré cuando me alcanzó.

—No, no lo estas. —dijo serio. — Acompáñame.

Quise alargar la mano y pasarla por su cabello. ¿Cómo se sentiría? ¿Era tan espeso y suave como imaginaba?. Estaba muy contento de que me sacara de aquí.

—Cuidado, padre. —gritó uno de las defensas del equipo de St. John entre la multitud de estudiantes. —¡Si lo hace enojar, tal vez lo golpee en sus partes nobles!

Los músculos de los hombros de Jimin se tensaron peligrosamente bajo los límites de su camisa negra. Detuvo sus pasos inmediatamente, enderezándose. Cada centímetro de altura era un recordatorio visceral de que ese hombre no era alguien a quien molestar.

Demasiado tarde para el defensa.

Se adentró en la multitud repentinamente silenciosa y agarró al chico por el cuello. Esto fue más allá de un apretón de advertencia. El chico no podía respirar, sus manos arañaban sus vías respiratorias mientras movía la mandíbula como un pez moribundo.

PECADO - JIMSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora