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Daynet, arrodillada en el banco de oración, murmuraba sus plegarias con fervor, tratando de hallar paz en sus palabras.

El sol que se filtraba a través de los vitrales proyectaba un brillo tenue sobre el banco de madera y el altar, pero la sensación de paz que antes sentía había sido reemplazada por una creciente inquietud. Sus rezos eran ahora susurros de duda y desasosiego.

Sunghoon, oculto entre las sombras del bosque, su presencia, cuidadosamente oculta, permitía que sus ojos se posaran en Daynet sin ser visto. La expresión en su rostro era una mezcla de satisfacción calculada y frialdad meticulosa. Cada gesto y palabra de Daynet le proporcionaba información valiosa sobre el estado de su fé y su creciente dependencia.

Daynet se arrodilló frente al altar, sus manos unidas en una oración que había perdido su fervor. Las palabras que solían fluir con facilidad ahora se arrastraban, marcadas por una vacilación evidente. No podía evitar las dudas que se habían acumulado en su mente, alimentadas por las insinuaciones sutiles de él.

─ Señor guíame ─ murmuró con la voz quebrada ─ ayúdame a encontrar la paz en medio de esta confusión.

Mientras ella oraba, Sunghoon se movió silenciosamente a través del bosque, regresando a la mansión con ciertas intenciones.
Al llegar, Sunghoon encontró a Daynet sentada en el jardín, rodeada de flores que no parecían alegrar su ánimo, se acercó con una expresión de preocupación fingida.

─ Daynet ─ suavizó su voz ─ pareces preocupada. ¿Cómo te encuentras hoy?

Ella levantó la vista, sus ojos cansados y llenos de un desconcierto que él había trabajado para fomentar.

─ Siento como si estuviera perdiendo mi camino, me siento más perdida que nunca.

Sunghoon se inclinó hacia ella, tomando su mano con un gesto que pretendía ser consolador.

─ Comprendo tu angustia, deliciae. La fé puede ser una carga cuando no encontramos respuestas.

─ ¿Qué debo hacer entonces?, ¿Cómo puedo encontrar mi paz?

─ Deja que te guíe ─ dijo, su tono lleno de una certeza engañosa. ─ la verdadera paz se encuentra en la compañía de aquellos que te aman y te comprenden. Yo te ofrezco ese consuelo. Permíteme ser tu refugio y tu guía. Tu bienestar es lo único que importa.

─ Si tú lo dices Sunghoon, debo confiar en tí.

Sunghoon sonrió, satisfecho con el progreso que había hecho. Su influencia sobre ella se había consolidado aún más. Mientras ella se inclinaba hacia él en busca de consuelo, él se retiró con una sensación de triunfo. Su control sobre la mente y el corazón de Dayney estaba cada vez más firme.

Bajo La Luna|Park Sunghoon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora