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La luna llena iluminaba el bosque de Ravenscroft, proyectando una luz plateada sobre el sendero cubierto de hojas caídas. Daynet, con su vestido de seda oscuro ondeando, avanzaba por el sendero con un sentido de aventura inofensiva, ajena a los peligros que acechaban en la penumbra.

De repente, la figura de Sunghoon apareció entre los árboles, su presencia era tan imponente que el aire parecía volverse más denso a su alrededor. Su mirada penetrante se posó en ella, y una sonrisa enigmática curvó sus labios.

─ Daynet ─ se adelantó con un paso firme, como un depredador que encuentra a su presa. ─ ¿qué haces aquí a estás horas?, este bosque no es lugar para una dama sola.

Daynet sonrió.

─ El bosque me ha parecido un lugar tranquilizador en la noche.

Sunghoon se acercó, su mano envolviendo la de ella con una firmeza que no dejaba lugar a la duda.

─ ¿Tranquilizador?, el bosque está lleno de peligros y bien lo sabes. ¿Cómo puedes decir que es tranquilizador sin mí?

Daynet sintió un nudo en el estómago al notar la intensidad en su voz.

─ No sabía que te preocuparas tanto. Me has acompañado muchas noches y siempre he estado a salvo.

Sunghoon inclinó su rostro hacia el de ella, sus labios rozando ligeramente la mejilla de Isabella mientras susurraba con un tono que bordeaba el rencor:

─ Te he cuidado porque no puedo permitir que nada te haga daño. Eres mía, y cualquier cosa que amenace tu seguridad amenaza también mi paz.

Su cercanía era tanto confortante como opresiva, y Daynet, al no captar la manipulación sutil, se sintió reconfortada por su posesiva protección.

─ Sunghoon, tu preocupación es un alivio. Nunca había sentido tanta seguridad.

Él le sonrió, sus ojos destilando una mezcla de satisfacción y posesión.

─ Mi amor por ti es más grande que cualquier otra cosa. Cada momento que pasas alejada de mi vista es un tormento para mí. Debes saber que todo lo que hago es por ti, para protegerte de los peligros que tú misma no puedes ver.

Daynet asintió, embargada por un sentimiento de gratitud y devoción que la impedía cuestionar la intensidad de su amor.

─ Confío en ti por completo, Sunghoon.

Él la rodeó con un brazo, su abrazo apretado y posesivo.

─ Así debe ser, querida. No puedo soportar la idea de que mi amor no sea correspondido con la misma devoción. No te alejes de mí, ni siquiera en pensamiento. Porque mientras tú estés conmigo, todo estará en su lugar.

Mientras el bosque susurraba a su alrededor, Sunghoon mantenía a Daynet bajo su control, manipulando cada palabra y gesto para consolidar su dominio. La luna, como siempre, observaba en silencio, testigo de una relación donde el amor y la posesión se entrelazaban en una danza peligrosa y cautivadora.

Bajo La Luna|Park Sunghoon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora