-Capítulo XXVI-

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Cierro la puerta principal y, de inmediato, el olor a cigarrillo invade el aire, penetrando en mis fosas nasales. Escucho las voces de Robert y Brand en la parte trasera de la casa, y de ahí proviene el aroma amargo. Camino hacia mi habitación, agotada. Ha sido una semana pesada con los exámenes, y las emociones de hoy han terminado por drenar mi energía.

Aún me cuesta creer que tuve la valentía de pedirle un beso a Matthew. Pensar en ello dibuja una sonrisa un poco tonta en mi rostro, pero también deja una estela de preguntas. ¿Ahora somos algo más que amigos? Esa duda se instala en mi pecho, como una espina, algo bastante difícil de ignorar.

Hace unos días, mientras veía videos en mi celular, apareció uno con una canción cuya letra había sido modificada: "¿Quieres ser mi novio? Di que sí, di que sí." Por un instante, sentí el impulso de enviárselo a Matthew, pero no tuve el valor. Aunque hoy dimos un paso más, aún no me siento capaz de hacerlo. Sé que pedirlo en un video puede parecer cobarde, pero cuando lo tengo frente a mí, mis pensamientos se vuelven un nudo imposible de desatar. Ese hombre que es meramente un niño ha logrado ponerme de cabezas en muy poco tiempo, y a pesar de lo mucho que eso pueda preocuparme, cuando miro sus ojos, no importa tanto como creía.

(..)

—Qué emoción, mañana juega el equipo nacional de fútbol. Si ganan, nuestro país se clasificará para el Mundial—escucho decir a dos personas que pasan cerca de mí. Al levantar la mirada, me encuentro con un rostro que, aunque no muy familiar, me produce un inmediato rechazo. Es un chico al que conocí en primer año de secundaria.

Cuando empecé la secundaria, un chico de cabello negro y piel pálida llamado Devin captó mi atención desde el principio. Tres semanas después del inicio de clases, me enfermé, y mi madre tuvo que venir a buscarme al colegio. Al día siguiente, me enteré de que lo habían cambiado de curso, lo cual me sorprendió mucho. Un mes después, conocí a una chica que resultó ser prima del chico que me gustaba. Un día, al visitarla en su casa, vi a Devin con un grupo de personas, entre ellos el chico con el que acabo de toparme: Matías. Siempre buscaba molestarme con comentarios sobre Devin. En segundo año de secundaria, una vez nos vio a mí y a Matthew abrazándonos a mitad del pasillo, no perdió tiempo en intentar tomar una foto. Resulta que, por esas casualidades de la vida, todos ellos habían estado juntos en la misma primaria y al parecer, Matías es un poco, muy, entrometido.

El aire está cargado de una incomodidad que no puedo sacudirme. Sigo caminando, el ceño fruncido, sintiendo la presencia de alguien que preferiría no tener cerca. De repente, me topo con Keider, el novio de Jessel. Camina cabizbajo, y hay algo en su semblante que me inquieta.

—¿Keider? ¿Estás bien? —le pregunto, acercándome con cautela.

—La verdad, no lo sé... —responde, su voz apenas un susurro.

—¿Pasó algo? —insisto, pero en ese instante, el timbre resuena en los pasillos, llamándonos a clase.

—Te cuento a la salida, ya debo entrar —dice mientras se aleja, sus pasos pesados y su ánimo apagado. Lo veo irse, preocupado. Hace días que no hablo con Jessel, así que no sé qué habrá pasado. Continúo mi camino hacia la clase de inglés, sin muchas ganas. Hoy tenemos que entregar una evaluación, y no la he terminado. Solo espero que la profesora no decida empezar a llamar a lista del último al primero.

—¡Jos, adivina! —Sam aparece a mi lado, su rostro irradiando una alegría que es muy contagiosa.

—Sorpréndeme —respondo, intentando mantenerme neutral, aunque estaba emocionada por saber el nuevo acontecimiento.

—Bueno, ya sabes que llevo tiempo hablando con Lisa. Al principio, ella pensaba que era como todos los demás y por ello no le caía muy bien, pero poco a poco fuimos hablando más. Ella me ayudaba en inglés, y yo a ella en matemáticas, salíamos a comer y a caminar. Un día, después de aquella clase de música bajo el mundo de agua, nos besamos. Luego, en el parque, le pregunté si quería ser mi novia... y me dijo que sí —termina de contarme, y veo cómo sus ojos brillan con una luz que me hace sonreír.

—Ella realmente te gusta, ¿verdad? Me alegra demasiado que ella también corresponda a tus sentimientos con la misma intensidad.

—Sí, mucho. Después de Ana, pensé que no podría seguir adelante, pero Lisa ha llegado a mi vida para salvarme. Y ahora, es mi novia —llegamos al pasillo del aula, donde están los demás. La sonrisa de Sam demuestra lo que siente—. ¿Y tú, cómo vas con Matthew? —me pregunta con una sonrisa traviesa.

—Pues... el día del parque le pedí un beso —admito, sintiendo cómo el calor sube a mis mejillas. Mi corazón late más rápido de lo normal, y la sonrisa en mi rostro es algo que no puedo ocultar.

—¡Aww! Ustedes se ven tan bien juntos. Ya es hora de que empiecen a salir. Llevan meses gustándose, y apenas se han dado un beso —dice, dándome una palmada en el hombro antes de irse con su ahora novia.

Las palabras de Sam se quedan conmigo. Es verdad que mi atracción por Matthew lleva tiempo creciendo, y mañana estaremos justo a mitad de año. A veces, el deseo de llamarlo amor, de besarlo o abrazarlo, me abruma, pero no puedo... al menos no hasta que alguno de los dos encuentre el valor para dar el siguiente paso.

—¡Jos, amiga, ayúdame! —Sharon me llama, tocando mi hombro cuando me siento. Su rostro brilla con una felicidad tan palpable que parece a punto de levitar.

—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan feliz?

—He estado yendo a su casa, y sus padres me adoran. Su hermana es muy amable conmigo. Me regaló una rosa y todo. Hace unos días cumplimos nuestro primer mes... Todo es tan hermoso, Jos —dice, su cara haciendo una mueca. Ella siempre hace muecas, es parte de su encanto, aunque me recuerda al burro de Shrek cuando habla.

—Tienes suerte. Has encontrado una buena suegra —digo, suspirando un poco—. Creo que a mí me tocará más difícil.

—Oh, es verdad... —Sharon, como todos los demás, conoce mi enamoramiento. ¿Cómo no? Si todos han visto los abrazos y más—. Pero eres una buena chica, seguro le caerás bien. Te has enamorado de verdad. Él es un buen chico, no como el idiota de Ethan.

—Eso es lo que más me gusta de él. Su timidez, cómo se sonroja con una mirada, y lo cálido de sus abrazos —admito, sintiendo que ahora soy yo la que está flotando en el aire. Sharon iba a decir algo más, pero en ese momento entra la profesora, y dado el ambiente tenso, sabemos que estamos sentenciados si no nos callamos.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora