-Capítulo XXXI-

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Estaba conversando en el grupo con los chicos; al parecer, mañana iríamos a las piscinas. A pesar de que el clima sigue siendo muy frío, la idea nos llena de ilusión a todos. Llevaremos comida, y los chicos se encargarán de la parrilla. Me emociona mucho, pues al fin podré ver a mi chico después de tantos días sin sentir su calor, ese calor que tanto me reconforta y que he echado tanto de menos.

Hoy es un día de euforia. Toda la ciudad celebra con algarabía la victoria de un equipo de fútbol local. Las calles están llenas de gente, risas y música, pero mis pensamientos están en otro lugar, atrapados en la expectativa de lo que nos deparará el día de mañana.

(...)

Salgo de casa apresurada; el tiempo se me ha echado encima sin que me diera cuenta. A mi lado camina Michelle, la hija de una amiga de mi hermana. Resulta que la mamá de Dereck había dicho que, si no iba una persona adulta con nosotros, no le daría permiso. Michelle apenas tiene 18 años, pero esa edad, justo en la frontera entre la adolescencia y la adultez, fue suficiente para cumplir con la condición y conseguir la aprobación.

Al llegar al Parque Central, el lugar donde habíamos acordado reunirnos, me doy cuenta de que no se ve más que una capa blanca cubriendo todo el entorno. El frío es tan intenso que solo hay neblina. Una preocupación se agolpa en mi pecho, porque ir a unas piscinas con este clima podría significar ponernos en riesgo de enfermar. La duda empieza a invadir mi mente, pero la emoción de ver a mi chico me empuja a seguir adelante.

—Jos, hola —saluda Joan mientras se acerca con Matthew y Dereck. El único que falta es Alan—. ¿No está haciendo mucho frío?

—Hola, chicos —les sonrío a todos mientras me acerco a mi chico y lo abrazo con fuerza, buscando un poco de calor—. Sí, hace bastante frío, pero espero que a medida que avance el día, se calme un poco y que cuando lleguemos allá, al menos salga un poco de sol. ¿Solo falta Alan?

—No, aún tenemos que ir a la tienda. ¿Se te olvida que no hemos comprado la comida? —dice Dereck, y me quedo sorprendida. Es verdad, había olvidado que todavía teníamos que hacer esa parada, aunque ya llevo una parte de lo necesario.

—¿Por dónde viene Alan? —pregunto, empezando a preocuparme porque no ha respondido a ningún mensaje desde temprano.

—La verdad, no tengo idea. Voy a llamarlo —responde Matthew, claramente preocupado. Mientras él intenta contactarlo, los demás y yo hablamos sobre qué comprar en la tienda. Seguimos bromeando hasta que vemos a Matthew regresar, con una expresión que revela algo curioso.

—Machito, ¿qué ha pasado? —le pregunto, usando el apodo que ya se ha convertido en algo habitual entre nosotros, ahora que estamos a punto de cumplir un mes juntos.

—Pues... Alan se quedó dormido. Dice que se va a cambiar rápido y sube enseguida. Como vamos a las piscinas, ni siquiera piensa bañarse antes —explica Matthew, lo que nos hace reír a todos. Decidimos ir a la tienda mientras esperamos a que Alan nos alcance.

(...)

—Alan, ¿cómo se te ocurre dormirte? —le pregunto tan pronto como lo veo llegar.

—Pues… me quedé dormido porque anoche me acosté tarde por el partido. No sonó la alarma —responde mientras saluda a los demás, todavía medio dormido, pero con una sonrisa en los labios.

El frío sigue, pero las bromas y la compañía hacen que se sienta un poco más soportable. Alan, con el cabello todavía desordenado por la prisa, se une al grupo, y finalmente, estamos todos juntos y listos para empezar el día. Yo iba caminando junto a Michelle, la cual casi no ha hablado hasta ahorita, mientras que los chicos iban delante nuestro hablando, pero no preste mucha atención a lo que dicen.

—Matthew, te voy a acusar con tu novia. ¡Jos! —escucho a Joan decir, y me quedo helada en mi lugar. Michelle no sabía sobre mi relación con Matthew, y si ella se enteraba, era solo cuestión de tiempo para que mi hermana lo supiera, y luego mi mamá.

—¿Ustedes son novios? —pregunta Michelle, mirándome fijamente. Siento cómo la ansiedad me invade de inmediato, alternando la mirada entre Matty y Michelle.

—Yo... ammm... sí —admito, bajando la cabeza con cierta vergüenza por haberlo ocultado.

—¿Por qué no me lo habías dicho? —insiste ella, todavía sorprendida.

—Pues, para ser sincera, tenía mucho miedo de que le dijeras a Amberley. Aún no he podido contarle a mi madre sobre nosotros —digo mientras reanudo mi caminar, esperando que la conversación termine ahí. El resto del grupo comienza a moverse también, siguiendo mi ejemplo.

—¿Cómo le voy a decir? Yo también tengo un novio en secreto, para serte sincera —confiesa Michelle, aunque rápidamente intenta desviar el tema—. ¿Cuánto tiempo llevan ustedes?

—En siete días cumplimos nuestro primer mes —respondo con una sonrisa que no puedo ocultar, sintiéndome un poco más aliviada. Realmente estoy enamorada. Michelle solo asiente y alza los hombros en señal de comprensión. Cuando llegamos a la parada del autobús, nos damos cuenta de que el último autobús ya había salido y que el próximo no pasaría hasta dentro de una hora.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunto, frustrada por la idea de esperar una hora más. Ya se nos estaba haciendo muy tarde.

—¿Pedimos un taxi? —sugiere Dereck, girándose para mirarnos con una expresión de duda.

—Somos seis personas, ¿realmente crees que nos vayan a aceptar a todos en uno solo? —Michelle expresa sus dudas. Era difícil que un taxi aceptara a tantas personas.

—Tal vez pagando un poco más nos permitan ir todos juntos —Joan se encoge de hombros, sin mucha certeza.

—Podríamos intentarlo.

Cuando el taxi llegó, milagrosamente, aceptaron llevarnos a todos. Michelle se sentó adelante, Alan se acomodó sobre Dereck, Joan a su lado, y yo me senté sobre las piernas de Matthew. Sentía mucha vergüenza por la situación, pero no tenía otra opción..

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora