Ya habíamos llegado al lugar, y sería mentir decir que había sol. El ambiente era verdaderamente frío, pero, aun así, los chicos irradiaban una felicidad contagiosa. Apenas dejamos las bolsas de comida sobre la mesa de piedra que se hallaba en un pequeño quiosco, comenzaron a cambiarse de ropa para lanzarse al agua. Michelle y yo, en cambio, sentíamos el frío en cada fibra de nuestro ser, así que decidimos esperar un poco más antes de unirnos.
Nos quedamos charlando sobre nuestras parejas mientras ellos jugaban en el agua, hasta que llegó el momento de almorzar. Michelle y yo intentamos por todos los medios encender la parrilla, pero, al parecer, el carbón que teníamos no era lo suficientemente bueno para prender. Decidimos buscar algo de madera en los alrededores. No sé si fue cosa del destino, pero en el quiosco abandonado de al lado, encontramos una bolsa de plástico con más carbón. Intentamos prenderle fuego, y poco a poco comenzó a encenderse, hasta que una ráfaga de viento lo apagó por completo.
Los chicos vinieron en "nuestra ayuda", aunque no fueron de mucha utilidad, ya que tampoco lograron encenderla. Al final, llamamos al cuidador del lugar, quien llegó con un bote de gasolina, y con eso fue suficiente para que el fuego alzara su llama.
Mientras comíamos, al mirar al suelo, noté algo que me llamó profundamente la atención. Los pies de Matthew estaban completamente rosados. Se me hacía muy tierno; el frío intenso y la palidez de su piel nívea habían teñido sus pies de ese delicado color.
Fuimos a caminar un poco por los alrededores, esperando que la comida se asentara antes de aventurarnos a nadar. No quería correr el riesgo de que, como decía mamá desde que era niña, se nos paralizaran las tripas.
Michelle decidió no sumergirse por completo en el agua, dejando solo que sus pies rozaran la superficie. Yo, por mi parte, aunque temerosa de sentir el agua helada en mi piel, fui entrando lentamente. El frío me envolvió de inmediato, erizando cada vello de mis brazos. Sin pensarlo dos veces, me acerqué a Matthew en busca de calor, y él me lo ofreció al rodearme con sus brazos. Me quedé ahí, aferrada a él, con mis piernas rodeando su cadera, mis brazos ceñidos a su cintura, y mi cabeza descansando en el hueco entre su cuello y su hombro, buscando refugio en su cercanía.
Giré mi cabeza y deposité un suave beso detrás de su oreja, notando cómo su cuerpo reaccionaba. Un ligero temblor recorrió su piel, aunque no podía estar segura de si era por el frío o por el contacto de mis labios. Sin embargo, decidí continuar; lo que comenzó como un pequeño beso detrás de su oreja se transformó en una serie de besos que recorrieron todo su cuello. Al separarme, pude ver en su piel blanquecina unas marcas moradas que empezaban a formarse; parecía que su piel era tan delicada que apenas unos cuantos besos eran suficientes para dejar una huella en él.
Lo miré a los ojos, sintiendo una creciente preocupación por esas marcas. Su madre aún no sabía de mi existencia, así que sería bastante sospechoso que regresara a casa con evidentes señales de besos, después de un paseo en el que, supuestamente, solo había estado con sus "amigos".
—Matty...
—¿Qué pasa? —su voz sonaba temblorosa; el frío estaba intensificándose con cada minuto que pasaba.
—Creo que... tal vez me he pasado un poco con los besos en tu cuello —dije, sintiendo una ola de vergüenza arremolinarse dentro de mí.
—¿Se ha marcado? —abrió los ojos con sorpresa, y yo sentí que me moría de pena.
—Sí, un poco... Creo que tendrás que usar el suéter hasta que te vayas a dormir. Si lo ve tu madre, estamos fritos —dije, soltando una pequeña risa nerviosa.
—No tengo más opción, no tengo maquillaje para taparlo —dijo Matty, resignado.
—Lo siento, no era mi intención; no pensé que se marcaría de esa manera —respondí, sintiendo una ola de culpabilidad.
—No pasa nada. Solo tendré que ocultarlo hasta que desaparezca —dijo, ofreciéndome una pequeña sonrisa tranquilizadora. Luego nos dirigimos hacia los chicos, donde comenzamos a jugar. Michelle grababa el momento en que Alan y yo simulábamos un vals, él asumiendo el papel de princesa, con sus piernas enredadas en mi cadera. Joan hizo exactamente lo mismo. Más tarde, me uní a Dereck, quien me ofreció un abrazo mientras el frío comenzaba a calar en mi interior. A pesar de la larga camiseta de fútbol que había tomado prestada de mi hermano mayor, no lograba sentirme cálida.
—Matty, cariño —lo llamé suavemente. Él estaba intentando nadar con Alan y con Joan, al escuchar mi llamado, me miró con curiosidad, esperando que le dijera algo.
—¿Podrías hacerme el favor de traerme la toalla? La olvidé en el quiosco; si salgo del agua, me voy a congelar aún más —le pedí. Matty asintió y salió del agua de inmediato para ir a buscar la toalla. Realmente me sentía mal.
Mientras tanto, Dereck seguía abrazándome para proporcionarme algo de calor. El temblor se volvía cada vez más evidente, y mis labios comenzaban a adquirir un tono morado.
Finalmente salí del agua, envuelta en una toalla que apenas lograba retener el calor de mi cuerpo. Caminé hacia el quiosco para recoger mi ropa, lista para ir a los vestidores. Casi todos ya estaban adentro, y solo Dereck permanecía afuera.
Intenté desabrochar la parte superior de mi traje de baño, pero no pude. Michelle ya estaba cambiándose, y sentí cómo el estrés comenzaba a crecer dentro de mí.
—¡Dereck! —lo llamé, pensando que era el único que podía ayudarme. Pero antes de que él respondiera, escuché una puerta abrirse de golpe. Matthew apareció en el pasillo que conducía al vestidor de mujeres.
—Pensé que estabas cambiándote —le dije, dándole la espalda—. ¿Me ayudas?
Sin decir nada, sentí las manos de Matthew en el broche de mi traje de baño. Aunque fueron solo unos segundos, esos segundos parecieron alargarse hasta que finalmente lo desabrochó.
—Muchas gracias —le dije, y él me respondió con una ligera sonrisa antes de alejarse. Volví al cubículo y terminé de cambiarme.
(...)
Al llegar a casa, sentí una pesadez en la cabeza, y el frío que se aferraba a mis huesos. Sin perder tiempo, me dirigí a mi cuarto, dejé mis cosas a un lado y me arropé bajo las cobijas, buscando calidez.
La fiebre no tardó en aparecer. Comencé a delirar, y a través del mareo solo podía ver la mirada preocupada de mi madre, que intentaba bajarme la temperatura con pañitos de agua fría. Avisé a Matthew de mi enfermedad y me hundí en un sueño profundo.
Al día siguiente, mamá tuvo que ir a trabajar, y me quedé sola en casa. Al intentar bañarme, un fuerte mareo me golpeó. Llamé a mi hermano mayor, pero nadie respondió. Al salir del baño, lo único que vi fueron luces de colores, y luego, la oscuridad me envolvió.
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Rumores de un Corazón Desgarrado
RomanceJoselyne, una estudiante de secundaria, que tiene una vida aburrida hasta que él empieza a ser parte de su vida, Matthew, el cuál pondrá su mundo de cabeza en unos cuántos meses, algo muy cliché, pero con ello logran vivir muchas aventuras, experien...