Capítulo XL

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Me levanté muy temprano, cuando el cielo apenas comenzaba a aclararse. El aire fresco de la mañana se colaba por la puerta abierta mientras comenzaba a moverme por la casa. Hoy tenía mucho por hacer: limpiar, acomodar todo, inflar globos y ayudarle a mi madre a cocinar. Las horas pasaron entre risas y breves conversaciones con mi madre, al igual que con el sonido de los utensilios golpeando las ollas.

Después de la fiesta de Antonio, llegué a casa con la energía justa para un último cometido: preparar un pie de fresa. Dude mucho del sabor del pie, pues no estaba segura de si le gustaban las fresas o no, pero luego de una manera graciosa de sacar información, fue el elegido.

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Acabo de llegar a casa, a buscar mi cartera y volver a salir casa, caminé nuevamente al supermercado donde los deje hace un rato. Hace unos dos días trataba de encontrar la forma adecuada de preguntarle a Matthew si le gustaban las fresas, me quedé un buen rato pensando. ¿Cómo hacerlo sin levantar sospechas? Finalmente, se me ocurrió inventar una pequeña historia

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—Ayer fui al supermercado, y vi a un niño correr con una caja de fresas —le conté con naturalidad, esforzándome por parecer despreocupada—, tropezó y las fresas rodaron por el suelo. Su madre lo regañó justo después, fue algo muy gracioso.

Pausa. Lo observé de reojo, buscando alguna reacción, pero nada.

—Son deliciosas, ¿te gustan? —añadí, como quien hace un comentario cualquiera.

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De esa tonta manera, con una mentira blanca que todavía me pesa, conseguí la respuesta que tanto buscaba. No me enorgullece, pero con toda la ilusión del mundo lo preparé, esperando que, cuando llegara el momento, le gustara.

Me vi obligada a subirme a la mesa, estirando los brazos lo más que pude para colgar el cartel de "Feliz cumpleaños". Faltaba poco para la hora acordada con Matthew cuando el cielo se desgarró y empezó a llover con furia. Las gotas se estrellaban contra el suelo con una violencia tal que, en cuestión de minutos, el patio trasero estaba completamente inundado. El agua avanzaba amenazante hacia la puerta de la casa, mientras los techos de los vecinos retumbaban al ser golpeados por los pedazos de granizo que caían. El viento hacía volar las láminas de zinc, creando un caos completo.

Matthew apareció de inmediato en mis pensamientos. Espero que aún esté en casa. Afuera todo parecía desmoronarse, y el miedo a que estuviera caminando bajo ese diluvio se instaló en mí. ¿Sería solo una tormenta pasajera o algo más peligroso, como un tornado?

Corrí por mi celular, necesitaba ponerle a un mensaje a Matthew y asegurarme que no se anda mojando por ahí. Aunque para mi mala suerte, su respuesta fue que estaba casi por llegar y que estaba completamente mojado.

(..)

—Amor, en serio, estás empapado por completo —digo mientras lo observo desde el porche. Matthew, con su suéter celeste y jeans azules, parece haber absorbido hasta la última gota de agua de la tormenta. El agua gotea desde las puntas de sus jeans y cae en charquitos en el suelo.

—Venía de camino, y con el paraguas abierto… Pero, de la nada, el agua cambió de dirección y ya no tenía sentido. Estaba mojado hasta los tobillos. ¿Qué más podía hacer? —Suspira, resignado, mientras su expresión me hace querer reír.

—Ven, vamos adentro. Te voy a prestar algo de ropa, podrías resfriarte —le digo con una mezcla de cariño y preocupación. Matty asiente, inclinándose para quitarse las zapatillas y medias chorreantes. Charly, que había estado observando, me pasa un paño y unas sandalias para él, queda claro que sus zapatos tendrán que ir a la secadora.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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