Capítulo XXXV

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Era otro día más de clases, y teníamos un espacio libre. Sharon y yo decidimos ir a la librería porque había visto un carrito de Hot Wheels que quería comprarle a Matthew. Sabía que lo vendían ahí, así que no quise esperar más. Aunque ya casi cumplíamos tres meses juntos, todavía me ponía nerviosa darle este tipo de detalles.
Después de buscar por toda la tienda, por fin encontramos los carritos. Sharon me ayudó a elegir el más bonito, uno que me pareció perfecto. De inmediato regresamos al colegio. Ya tenía lista una pequeña nota que escribí rápido, solo faltaba encontrar a Matthew para dárselo. Lo difícil era reunir el valor para hacerlo.

Sharon me iba dando ánimos mientras caminábamos. Localicé a Matthew sentado con sus amigos frente al aula de Gestión. El corazón me latía fuerte, pero me acerqué y lo llamé. Él volteó a verme con curiosidad. Sin pensarlo demasiado, saqué el carrito y, con algo de pena, se lo di.

En cuanto lo tuvo en sus manos, sus amigos empezaron a molestarlo con bromas. Pude notar que, a pesar de la vergüenza que sentía, el regalo le había gustado. Sus ojos tenían un brillo que lo delataba, como si el gesto hubiera significado más de lo que dejaba ver.

(..)

—Amor —escucho la voz de Matthew a mi lado. Aún no hemos entrado a clases, son las 7:05 y la profesora no ha llegado.

—Dime, ¿qué pasa?

—Mientras me secaba el cabello para venir, mi madre entró al baño. Me preguntó si tú y yo éramos novios —me dice sin más, y siento un frío recorrerme.

—¿Qué le respondiste? ¿Cómo sabe de mí? —No tenía ni idea de que su madre supiera quién era yo, mucho menos que llegara a hacerle esa pregunta.

—Le dije que estábamos hablando, pero... yo le había comentado sobre ti.

—¿Y por qué preguntó tan directamente si éramos novios?

—Creo que vio el carrito en mi habitación, o más bien, la nota que estaba pegada en él.

—Debiste quitar la nota. Amor, creo que lo mejor sería decirles a nuestras madres. La tuya ya lo sospecha y pronto será innegable, ¿no crees? —Casi cumplíamos tres meses, y aunque me daba mucho miedo lo que nuestras madres dirían, sabía que ya no podíamos seguir ocultándolo. Era hora.

—Cuando llegue a casa intentaré hablar con ella, haz lo mismo. Ojalá no se moleste, aunque no creo. Espero que tu madre tampoco se enoje —dice Matthew, mientras yo me quedo pensando en cómo le diría a mamá.

Pasé todo el día con eso en la cabeza, y cada vez faltaba menos para que mamá llegara del trabajo. Traté de distraerme tomándome fotos para mostrarle a Matthew las pestañas nuevas que me había puesto esa tarde, pero fue inútil. Cuando escuché la puerta abrirse, la poca calma que había logrado se esfumó. Mamá se sentó frente a mí y comenzamos a hablar de cosas triviales. En cuanto tomó su teléfono, me levanté y la miré.

—Mamá... —la palabra se me escapó, pero ahora me miraba esperando a que hablara—. ¿Crees que podamos hablar un momento? —ya no había escapatoria.

—Claro, mi amor. Dime —respondió con tranquilidad.

—Preferiría que fuera en mi habitación —dije mientras me daba vuelta y caminaba hacia mi cuarto. Ella me siguió con curiosidad. Al entrar, se sentó en el borde de mi cama y me miró fijamente.

—Ahora sí, dime qué pasa.

—Yo, ammm... pero no te vayas a enojar, por favor —dije, sin poder mirarla a los ojos.

—Mientras no me digas que estás embarazada, creo que todo estará bien. ¿Qué sucede? ¿Vas a pedirme permiso para salir? ¿O para tener novio? —dijo, y me puse aún más nerviosa.

—Mamá, sí. Me gusta alguien —sentí mis mejillas enrojecer.

—Esto no lo esperaba. ¿Quién es? ¿Alan? —preguntó, y yo fruncí el ceño, negando—. ¿Dereck, entonces? —volví a negar—. ¿De casualidad es Matthew? —le había atinado.

—Sí, mamá, es Matthew. Y.… bueno, de hecho, no solo me gusta, estamos saliendo —solté todo el aire que había estado reteniendo y la miré. Mamá abrió los ojos, sorprendida.

—¿Cuánto llevan saliendo? —preguntó, alzando una ceja y fijando su mirada en mí. Sentí un nudo en el estómago.

—Casi tres meses, ma... —no terminé de hablar cuando sentí sus manos sacudiéndome suavemente.

—¡¿Y hasta ahorita me lo dices?! —exclamó, pero en lugar de enojo, sus palabras venían envueltas en una risa ligera, desarmando mis nervios de inmediato. Su reacción me hizo sentir menos apenada, como si, de alguna forma, todo el miedo que llevaba guardado se hubiera disipado con esa carcajada.

—Perdón, mamá... La verdad es que no sabía cómo decírtelo, ni cómo ibas a reaccionar —dije, bajando la mirada, sintiendo aún un pequeño nudo en el estómago. Aún así, sus ojos seguían sobre mí, suaves, pacientes.

Ella se tomó un momento antes de responder, como midiendo sus palabras. Luego habló con firmeza.

—Quiero que me escuches bien —dijo, mirándome con seriedad, pero sin perder el tono cálido—. Desde que entraste al colegio, sabes que tienes mi permiso para tener pareja, siempre y cuando sea alguien bueno. Vivimos en un barrio complicado, y no quiero que termines con alguien que se meta en problemas serios, ya sabes... drogas o cosas peores. Pero Matthew... Matthew es un buen chico. Lo veo en él, es estudioso, respetuoso. Así que tienes mi permiso. Solo te pido una cosa: cuídate. Ya has visto lo que ha pasado con tu hermana, con cuatro hijos... no quiero que tu vida tome ese rumbo tan pronto.

Mientras hablaba, sentía una mezcla de alivio y gratitud. Sus palabras habían disipando el miedo que había tenido durante semanas. Cuando terminó, me regaló una sonrisa que me pareció más brillante de lo habitual, y yo no pude evitar sonreír de vuelta.

—Gracias, mamá... —susurré. Me sentía más ligera, como si un peso enorme se hubiera desvanecido de mis hombros. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar con tranquilidad.

El momento se rompió cuando la voz de mi hermana resonó desde la otra habitación, llamándola. Mamá se levantó despacio, me acarició el hombro con ternura, y salió de mi cuarto, dejándome sola con mis pensamientos.

Inmediatamente tomé mi teléfono. Sabía que Matty también le había dicho todo a su madre, y no pude esperar más para ver cómo le había ido. Al leer sus mensajes, me invadió una sensación de alivio. Todo había salido bien. Al parecer, su madre ya lo sabía desde hacía tiempo, solo estaba esperando que él se lo confirmara. Le había dado el típico sermón de siempre: que las mujeres no son solo para tener sexo, que debía cuidarse, y que no arruinara su vida tan joven.

Sonreí al leer sus palabras. Todo había salido bien. Matty estaba bien, yo estaba bien, y en ese momento, sentí una felicidad tan simple y completa que no pude evitar pensar que tal vez, solo tal vez, las cosas se estaban acomodando de la mejor manera posible.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora