Capítulo XXXVI

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El profesor de música nos mandó a la fotocopiadora por unas cartulinas, ya que no sabíamos que serían necesarias para el ejercicio de hoy. Caminaba al lado de Matty, jugando con su mano, el día de hoy no vestía su suéter celeste, sino uno naranja y no pude evitar notar como hacía que su piel pálida resaltara mucho más. Me gustaba ese contraste. Daniel, a mi otro lado, me contaba cosas de su día a día, cosas normales, mientras yo seguía distraída con la mano de Matty.

Matthew estaba más callado de lo normal. Apenas respondía con monosílabos, lo cual era raro porque siempre hablábamos más. Su expresión seria me hizo empezar a pensar que algo andaba mal.  Cuando llegamos a la fotocopiadora, notamos que estaba llena, así que esperamos afuera. De repente, Matthew soltó mi mano. Lo miré, pero no dijo nada, solo se dio la vuelta y se fue. Daniel me miró con cara de confusión, porque eso no era normal en Matthew.

—¿Qué fue eso? —pregunta Daniel, deteniéndose frente a mí, buscando respuestas en mi rostro. 

—No lo sé. Tiene días que está más serio, distante... —mi voz sale con un toque de frustración, porque, en realidad, no tengo idea de qué está pasando. Empiezo a preguntarme si hice algo que lo molestara, pero nada tiene sentido. 

Daniel me mira de reojo y sacude la cabeza, como si todo fuera más obvio para él. 

—Apuesto que fue porque estabas hablando conmigo. No me lo ha dicho, pero estoy bastante seguro de que fue por eso —dice con una convicción que me incomoda, levantando las cejas con una expresión de disgusto. 
Lo miro, incrédula. 

—¿Por qué le molestaría? —pregunto, intentando buscar lógica en lo que dice—. Él iba a mi lado, incluso estábamos agarrados de la mano. Es mi pareja... —Siento cómo la duda empieza a crecer dentro de mí, una presión en el pecho que no se va.

Daniel me observa unos segundos antes de hablar de nuevo, esta vez con un tono más suave, aunque firme.

—Te diré algo, y no quiero que lo tomes a mal, ¿sí? —me advierte, con una mirada que parece intentar preparar el terreno. Yo asiento, aunque no estoy segura de querer escuchar lo que sigue—. Bueno, a mi parecer, Matthew sigue siendo un niño. No lo digo solo porque un poco más joven, sino porque no está listo para una relación seria. Todavía le falta madurez para eso. 

Me quedo en silencio, procesando sus palabras, que, aunque directas, no caen de golpe. Ya lo había pensado antes, pero oírlo en voz alta me incomoda. 

—Sé que es un año menor que yo —admito, después de una pausa—, y tal vez a veces pueda comportarse como un niño, pero... —mi voz se va apagando antes de que pueda terminar la frase. Tomo aire, intentando mantener la calma—. Daniel, aun así, lo quiero. Me importa muchísimo. No solo como mi pareja, sino como persona. Me preocupa su salud mental, lo que pueda estar sintiendo. No quiero que, por mi culpa, se sienta mal. Solo quiero hacerlo feliz.

Daniel me escucha en silencio, pero puedo sentir que no está convencido. 
—Lo entiendo —dice al fin—. Solo quiero que te cuides también. A veces, querer a alguien no es suficiente si la otra persona no está lista para lo que eso implica. Luego de eso no dice nada más.

Al regresar al salón, tomo asiento entre Valentina y Daniel. A nuestro lado está también Celia. Los lugares han estado fijos desde el inicio del año, y ya estamos en septiembre; creo que es demasiado tarde para pensar en cambiar de sitio ahora.

Las palabras de Daniel siguen rodando en mi cabeza. Miro a Matthew, que parece un poco inquieto, moviéndose en su asiento. Justo cuando estoy a punto de levantarme para preguntarle qué sucede, él se me adelanta, poniéndose de pie de golpe. Se dirige al profesor y, aunque no logro escuchar lo que dice, veo al profesor asentir.
Entonces, Matthew sale del salón sin decir nada. Algo dentro de mí me dice que no va simplemente al baño. Se le veía demasiado nervioso, como si estuviera conteniendo sus sentimientos.

—¿Lo ves? —susurra Daniel, inclinándose hacia mí—. Deberías hablar con él, pero estoy seguro que es como te dije.

Le devuelvo una sonrisa forzada, aunque mis pensamientos siguen enredados en la situación.

(..)

Después de lo de ayer, no he podido dejar de pensar en lo que está pasando. Hoy estoy en el parque con Dereck, Matthew y Alan. Los dos últimos han estado caminando y charlando durante un rato por todo el parque, pero no tengo ni idea de qué están hablando. Ahora que estoy sola con Dereck, veo mi oportunidad para pedirle algún consejo sobre todo esto.

—Dereck —lo llamo, y él deja de mirar su celular para enfocarse en mí, asintiendo para que continúe—. Necesito pedirte un consejo. —Lanzo una rápida mirada hacia Matthew y Alan antes de volver a enfocarme en Dereck.

—¿Qué pasa, señorita? —responde, con su tono relajado.

—Dereck, ¿sabes si a Matty le está pasando algo? —pregunto, sin rodeos. Dereck niega con la cabeza, su expresión tranquila.

—No, no he notado nada raro. ¿Por qué lo dices?

—Lleva días comportándose de manera extraña —explico, frustrada—. Su cara refleja preocupación o tristeza, pero cuando le pregunto, me dice que está bien. Sé que no es verdad, pero tampoco quiero presionarlo demasiado. Ya no sé qué hacer.

Dereck se queda pensativo por un momento, mirándome con una mezcla de comprensión y precaución.

—A veces, las personas necesitan tiempo para procesar las cosas antes de hablarlas —dice al final—. Pero no está mal que le hagas saber que estás ahí cuando esté listo para hablar.

-Lo sé, simplemente me encuentro muy preocupada, a penas pueda, intentaré hablar con él de manera más seria.

(..)

Había pasado ya una semana, y Matthew seguía sin decirme absolutamente nada sobre su comportamiento extraño. Cada día me ponía más ansiosa, pero no quería presionarlo. Hoy estamos en clase de matemáticas, Valentina me toca el hombro, y cuando la miro, ella señala a Matthew con un gesto. Confundida, volteo a verlo, y lo que veo me deja helada. Sus ojos están completamente rojos, como si hubiera estado conteniendo las lágrimas por horas. Parece a punto de quebrarse.
Mi corazón se estruja en el pecho, y antes de poder pensarlo bien, me levanto de golpe y me acerco a la profesora.

—Profe, disculpe, ¿podría darme permiso de salir del salón un momento? No me siento bien —mi voz sale más convincente de lo que esperaba—. Matthew me acompañará a tomar un poco de aire.

Todo era mentira, pero ella asiente sin dudarlo. Le doy las gracias rápidamente y me dirijo hacia Matthew, tomando su mano antes de que pueda reaccionar. Lo arrastro conmigo hasta la salida del salón, alejándonos lo suficiente de todos. Una vez fuera, lo suelto y lo miro directamente.

—Amor, ¿qué es lo que sucede? —pregunto, intentando mantener la calma, pero la preocupación me sale en cada palabra.

—No es nada, de verdad. No te preocupes —intenta sonreír, pero esa sonrisa no me convence. Es falsa, una fachada frágil que no tarda en caer.
—Matthew, no me trates como si no me diera cuenta. Hace un segundo estabas a punto de llorar. ¿De verdad crees que voy a creer que no pasa nada? —Mi voz se endurece un poco, pero mantengo el tono lo más suave posible—. Me tienes muy preocupada. He estado esperando que te acerques a mí, que me digas qué está pasando, pero hoy… hoy fue la gota que colmó el vaso. Sabes que puedes confiar en mí, así que, por favor, dime qué es lo que está mal.

Lo observo mientras agacha la cabeza, su respiración se acelera por un momento antes de que inhale profundamente. Parece que está debatiéndose internamente. Finalmente, me mira, aunque sin poder sostener mi mirada del todo.

—Está bien… te lo diré, pero no aquí. En la hora libre antes de clase de gestión. No te preocupes, ¿sí? No es nada malo —intenta tranquilizarme, pero algo en su tono no me deja del todo convencida.

Aun así, asiento, aunque la duda sigue instalada en mi pecho. Lo abrazo con fuerza, buscando darle algo de consuelo antes de que ambos volvamos al salón. Me queda la sensación de que lo que sea que Matthew está guardando será un poco difícil de digerir, pero al menos en pocas horas lo sabré.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora