-Capítulo XXXIV-

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Sus ojos, de un azul profundo, parecían brillar aún más intensamente cuando los rayos del sol se posaban sobre ellos. El destello dorado en su cabello lo hacía verse más rubio, como si la luz lo esculpiera a su antojo. No pude evitar que mi mirada descendiera hacia sus labios; ese suave tono rosado provocaba que mi corazón comenzara a latir con una fuerza incontrolable. Él, ante mis ojos, era pura atracción, un imán del cual no lograba apartarme. Sentí cómo los nervios se arremolinaban en mi pecho, cada vez más intensos, como si me envolvieran por completo. Este chico me estaba volviendo loca.

(...)

-¿De qué crees que estén hablando? -preguntó Lesly a mi lado, su curiosidad reflejada en cada palabra. Estábamos sentadas en su habitación. Matthew se había quedado charlando con mi tía en la sala, y yo no tenía ni la más mínima idea de qué estarían diciendo.

-No lo sé -respondí, encogiéndome de hombros-Probablemente me estén criticando hasta los huesos, ¿no crees? -Hacía unos minutos, Lesly y yo habíamos estado hablando sobre cómo contarle a mi madre que Matthew y yo estábamos saliendo. Mi tía me aseguró que no habría ningún problema, que mamá lo aceptaría sin más, pero, aún así, el miedo persistía, anidado en mi pecho. Sobre su madre, ni siquiera era una opción mencionárselo todavía.

-Es muy probable -dijo Lesly, con una sonrisa traviesa- Pero mientras te desmenuzan, ¿qué te parece si jugamos a algo? -Asentí sin pensar demasiado, aunque apenas lo hice, me arrepentí. Vi cómo sacaba una caja con un dibujo extraño, algo que parecía un artefacto eléctrico.

-Tienes que poner tu dedo aquí -explicó, su tono era tan casual, como si me estuviera invitando a beber agua-Pero quítate el anillo primero, o de lo contrario, te electrocutará de verdad.
El nerviosismo escaló por mi cuerpo como una chispa que se extiende. Me metí en un lío, y para ser honesta, le tenía un pánico terrible a la electricidad.

-Estás completamente desquiciada, ¿lo sabías? -murmuré, quitándome el anillo y dejándolo sobre la cama. Si esa cosa me daba una descarga demasiado fuerte, no le volvería a hablar en la vida.

-Lo sé, querida, lo sé -respondió con una sonrisa burlona- Ahora, toma esto y ponlo en tu dedo. No te muevas.
Suspiré, resignada, e hice lo que me pidió. Ella me imitó, y tras un segundo de suspenso, presionó el pequeño botón. La máquina comenzó a emitir un sonido, y con él, mi ansiedad aumentaba con cada segundo que pasaba. De repente, el ruido se detuvo, y un pequeño grito salió de la boca de Lesly.

-Vaya mala suerte, me ha tocado a mí primero -rió con despreocupación, mientras yo la miraba como si de pronto le hubiera brotado una segunda cabeza.

-Creo que ya no quiero jugar -dije, con una mezcla de risa nerviosa y auténtico miedo.

-Demasiado tarde -exclamó antes de apretar el botón nuevamente. Apenas el sonido se detuvo, sentí un tirón eléctrico en mi brazo. Lesly estaba loca, completamente loca.

-Eres una maldita, estás completamente chiflada -solté entre risas, quitándome la prensa de los dedos con un movimiento rápido.

-Deberías traer a Matthew, para que juegue también -sugirió, una sonrisa traviesa curvando sus labios.

-Le diré, pero tú juegas con él. Yo no pienso dejar que esa cosa me vuelva a jalar. Todavía me cosquillea el brazo -le hice una mueca, y ella simplemente rió, diciéndome que era una exagerada.

(..)

-¿Te han caído bien? -pregunté mientras entrelazaba mis dedos con los de Matthew. La noche ya había caído, y caminábamos juntos hacia la parada de autobús, justo donde nos habíamos encontrado esa misma tarde. Habíamos pasado un buen rato juntos, incluso nos tomamos algunas fotos para recordar este día.

-Claro que sí, son muy buenas personas -me respondió con una de esas sonrisas que parecían únicas, irrepetibles.

-Tenía nervios de que no fuera así, o que tal vez te sintieras incómodo con ellos... -admití, exhalando con alivio-Me hace tan feliz que te hayan caído bien. Me ilusiona mucho la idea de que puedas visitarme como lo haría cualquier pareja normal.

Sabía que la situación no era del todo común. Solo un pequeño círculo de personas, mi familia y algunos amigos, conocían nuestra relación. Y esa tarde, con las fotos, las risas y la charla, había deseado más que nunca poder invitarlo a mi casa sin reservas, simplemente para una tarde de películas, como cualquier otra pareja.

-Ya verás que pronto será así -respondió con una seguridad tranquila, casi como si no hubiera lugar para el miedo en su voz.Llegamos a la esquina donde estaba la parada, pero para mi sorpresa, Matthew no se detuvo.

-Amor, esta es tu parada -le recordé suavemente.

-Te voy a dejar lo más cerca que pueda de tu casa -respondió, apretando mi mano con más fuerza-. Es de noche, me preocupa que algo te pueda pasar.

-No, no, Matty -protesté, sintiendo cómo la preocupación se apoderaba de mí-. Sabes que es peligroso. No eres de aquí. Déjame en aquella esquina de allá y regresa, por favor.

Me inquietaba muchísimo que algo le sucediera. Tenía esa costumbre peligrosa de andar con el celular en la mano por la calle, como si no fuera consciente del riesgo, como si fuese inmune a los peligros que acechan en la oscuridad.

-No, más allá. No quiero que camines sola por mucho rato -insistió, intentando poner cara de enfado, aunque lo único que logró fue un tierno puchero que me hizo sonreír.

-Matty, ni lo pienses -le respondí, negando con la cabeza-. Te quedas en esa esquina y te devuelves. Es demasiado oscuro, y el camino es largo. Hazme caso, ¿sí?

Él suspiró, resignado, y su rostro mostró ese adorable puchero de nuevo.

-Amm... okey, pero solo por esta vez -cedió finalmente, mirando hacia el frente.

Lo observé de reojo mientras caminábamos un poco más. Se veía tan lindo cuando hacía pucheros, como un niño pequeño al que no le queda más remedio que aceptar las reglas. Y en ese momento, no pude evitar sentir una calidez en mi pecho; esa mezcla de ternura y amor que solo él lograba despertar en mí. Seguimos caminando en silencio hasta que llegamos a esa esquina, quiso seguir caminando y me insistió por un buen rato, pero no se lo permití.

-Amor, ya es tarde, tienes que irte -murmuré mientras envolvía mis brazos alrededor de su cuello. Para alcanzarlo, tuve que ponerme de puntillas, y él se inclinó ligeramente hacia mí, como siempre hacía.

En ese momento, una idea atravesó mi mente como un rayo, y el nerviosismo se instaló de inmediato en mi pecho. Me separé un poco, lo suficiente para poder observar su rostro con más detalle. Su expresión tranquila me animó, y, tras un instante de duda, posé mis labios sobre los suyos en un beso suave, casto, como todos los anteriores. Pero esta vez, algo cambió.

El impulso de separarme no llegó. En su lugar, continué besándolo, sintiendo sus labios moverse con los míos en un ritmo lento y reconfortante. Había algo en el sabor de su boca, una dulzura que me hizo sonreír internamente. Reconocí ese sabor: son el sabor de las golosinas que siempre está comiendo.

Es una sensación nueva, y el nerviosismo que al principio me había invadido fue transformándose en una extraña y cálida tranquilidad. Mis manos seguían aferradas a su cuello, mientras mis labios se acostumbraban al suave juego entre nosotros. El momento era nuestro, íntimo, y por primera vez, dejé de pensar en el tiempo, en la hora, o en el hecho de que pronto tendría que irse.

Al separarnos para darnos la espalda y continuar nuestro camino, sentí cómo mi corazón seguía latiendo a un ritmo acelerado, como si cada paso mantuviera vivo el eco de lo que acababa de ocurrir. Con las manos aún temblorosas, saqué mis audífonos y, al ponérmelos, la música comenzó a sonar. Justo en ese momento, los primeros acordes de Can't Remember to Forget You de Rihanna y Shakira llenaron mis oídos. Era como si el destino hubiera querido acompañar ese instante con la canción perfecta.

Sonreí, mirando al cielo, donde una luna bella y brillante se alzaba imponente, observándonos desde su rincón de la noche. No pude evitar soltar una pequeña risa al escuchar la canción, sintiendo que estaba narrando nuestro beso bajo la luz de la luna.

Rumores de un Corazón Desgarrado Donde viven las historias. Descúbrelo ahora